La concejala de la capital Pilar Rivas, cabeza de lista de Equo en la ciudad, habla en este artículo sobre laicismo, solidaridad, economía y libertad a través de una particular perspectiva.
El pasado día 9 de Diciembre celebramos el Día Internacional de la Laicidad y la Libertad de Conciencia, con este motivo y como cada año Granada Laica organizó un debate al que fuimos invitadas todas las fuerzas políticas, y como cada año declinaron la invitación los partidos situados “al otro lado del tablero de ajedrez”.
Era la primera vez que iba a hablar de Laicidad y pensé ¿qué vamos a debatir si todos estamos de acuerdo? Será una reafirmación de nosotros, para nosotros mismos, de ¡cuantísima razón tenemos¡ Algunos, yo misma dentro de mi desconocimiento, como del de muchos, me sorprenderé de algunas cifras sobre la financiación pública de la Iglesia y poco más. El debate consistirá en cuál de todos los partidos presentes tiene más líneas en sus programas que traten sobre laicismo.
Debate tras debate escucho al resto de fuerzas políticas, unas desde la falacia de estrategias neoliberales secuestrados bajo la dependencia del crecimiento económico y otras anquilosadas en el aumento de la inversión en gasto social y políticas redistributivas, todas enarbolan los conceptos de tolerancia y solidaridad.
Solidaridad, bonita palabra. Pero desde la solidaridad, se ponen en pie los bancos de alimentos donde tu vecino de arriba te juzga y decide si mereces los yogures que tus hijos necesitan, altamente cotizados en las colas, mientras, se enriquecen los lobbies de la agroindustria alimentaria y las grandes cadenas de supermercados. Desde la solidaridad abrimos polideportivos y compramos colchonetas para acoger a los inmigrantes de las pateras, mientras cerramos los centros de menores y hablamos de saturación o mientras consumimos los móviles fabricados con el sudor de unos niños sin presente ni futuro. Desde la solidaridad nos hacemos socios de Acnur, de Médicos Sin Fronteras o de Cáritas mientras saqueamos los recursos naturales de los países con los que cooperamos. Solidaridad, bonita palabra, que hace recaer la culpa en el ciudadano de a pie, de la irresponsabilidad de nuestros representantes y de las políticas que votamos.
Unos y otros, los presentes y los ausentes, abanderan en sus discursos la separación del Estado de cualquier confesión religiosa, pero solo rascar un poco, para ver que la realidad que subyace a los discursos es bien distinta. La solidaridad genera dos bloques, divide el tablero en dos. Nos coloca a unos en una situación de poder frente a los oprimidos a los que salvamos; norte/sur, mujeres/hombres, mayorías/minorías, el bien del mal ya puestos. Y los símbolos, junto a los discursos, asocian ideas y de paso dividen a las personas, religión se asocia a bondad, y a solidaridad y ésta a bienhechor, ateo a egoísmo, a maldad, todo depende de quien lo exprese, polaridades que es necesario arañar para ver debajo de la superficie. La solidaridad es el concepto opuesto a comunidad, a fraternidad. La religión, y por tanto la bondad es un concepto secuestrado por un lado del tablero, pero la solidaridad nos inunda a todos.
Me estoy acordando de la época de la caza de brujas a la que recurro con frecuencia. Para todos o casi todos, un crimen perpetrado por la Iglesia, cuando en realidad se estaba gestando el capitalismo, no como algunos creen, como un proceso evolutivo hacia la superación de la época feudal, sino como respuesta a las revueltas de las clases dominantes, los grandes terratenientes y mercaderes, a las luchas campesinas por recuperar su herramienta de trabajo, la tierra. Un capitalismo que no le era suficiente el control de la producción sino que necesitaba controlar el trabajo reproductivo, mujeres que denunciaban a mujeres, destruyendo la semilla de la sabiduría de los bienes comunes. No sé si esto resuena como algo lejano en el tiempo o de la más rabiosa actualidad. El poder se alinea a un lado del tablero, iglesia incluida.
Unos y otros servimos fieles a esos mismos objetivos, bajo discursos en parte demagógicos repletos de símbolos que colocan a las personas en diferentes partes del tablero aun teniendo intereses comunes.
Recuerdo ahora las palabras de Nicolas Hulot y sus razones para dimitir de su Ministerio: Transición Ecológica y “solidaridad” (bonita palabra) que con valentía expresó que mientras no se redujera el tamaño de la economía era inviable reducir los impactos en la biosfera de una parte; y de otra, que el crecimiento económico no es solo una decisión política en favor del capital, sino una inercia civilizatoria, que no se podrá revertir sin generar profundos trastornos. La telaraña de intereses creados alrededor del aumento de la producción y el consumo, no lo sostiene el uno por ciento de la población. Millones de personas hemos comprado la idea de que el crecimiento y el consumo nos darán la felicidad. Una vez más discursos bajo los cuales la realidad es bien distinta y que Hulot supo expresarlo a la perfección.
No habrá voluntad política de ninguna fuerza política si no hay una masa social crítica y consciente de lo que subyace bajo los discursos. Todas las fuerzas presentes en aquel debate estamos de acuerdo en el discurso y en la necesidad de cumplir la legalidad de una Constitución que se dice aconfesional, pero exigir en los tiempos que corren, tiempos de símbolos y discursos, libertad de conciencia e igualdad de derechos no es cualquier batalla, es La Batalla, en mayúsculas. Laicidad es un ideal de concordia, de fraternidad, de hermandad, de comunidad al menos para los que estamos a este lado del tablero. Corren malos tiempos para el laicismo, en una sociedad cada vez más individualista al mismo tiempo que “solidaria”. Yo empezaría cambiando el nombre por el Día Internacional de la libertad de conciencia a secas, quizás llegue el día en el que sepamos explicar que laicidad es la defensa de los servicios públicos, de una concepción de las políticas sociales y de las relaciones internacionales desde la fraternidad y no desde diferentes posiciones de poder. ¿estás seguro de estar en el lado correcto del tablero? Espero que llegue el día que consigamos abrir las puertas al diálogo a alguien más que no seamos nosotros mismos, nos jugamos mucho en ello.
Pilar Rivas Navarro es concejal no adscrita en el Ayuntamiento de Granada y cabeza de lista de Equo Granada Verdes en la capital para las elecciones municipales de 2019.