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Laicidad y adoctrinamiento infantil

El Manifiesto del Partido Socialista en defensa de la libertad de conciencia y de la formación cívica a través de la asignatura "Educación para la Ciudadanía" ha encendido las luces de emergencia entre quienes se han arrogado durante siglos la competencia del adoctrinamiento infantil. Nos rasgaríamos las vestiduras si oyeramos expresiones del tipo: "Este niño es un buen socialista", o "esta es una niña aprende estupendamente la doctrina conservadora", pues asumimos como evidente que los infantes no tienen ideología, ni la pueden tener, dado su desarrollo psicológico e intelectual. Nos parecería absolutista, y nos lo parece, pues ocurre aún en el mundo, un Estado que pretenda formar a nuestros hijos en una ideología concreta. Y sin embargo, las organizaciones religiosas luchan denodadamente por preservar su privilegio al adoctrinamiento infantil, y nada ven extraño en que a un niño (¡desde los tres años!) se le adoctrine sobre los mitos, dogmas, patriarcas y jerarcas de su creencia particular. Así, hablar de un "niño católico", una "niña musulmana" o un "bebe judío", ni siquiera les produce el menor malestar, sino que lo consideran lo más natural del mundo. Ya se sabe: niño maltratado, adulto maltratador. Como "Cree el ladrón que todos son de su misma condición", pretenden convencernos de que la asignatura "Educación para la Ciudadanía" hará que todos los maestros de España se dediquen con fruición a adoctrinar en el "socialismo", al estilo de la Cuba castrista o la muy bolivariana Venezuela.

Para ellos la situación ideal sería que el PSOE ofreciera a nuestros hijos su propia asignatura doctrinaria, el PP la suya, IU la suya, etc, igual que la Iglesia Católica tiene su propia asignatura de formación del espíritu católico (¡desde los tres años de edad!). Y también se rebelan contra la eliminación de cruces y otros iconos cristianos en cuarteles, hospitales, colegios, juzgados, comisarías, jura de cargos públicos, cárceles, colegios electorales, etc. (¿se me olvida algún sitio?), pues para ellos eso es "nacional-laicismo", añorando tiempos pasados en lo que estas cosas no se cuestionaban. Su ideal de convivencia cívica consiste en que la religión se imponga por mayoría: si la mayoría de los padres y madres quieren, a poner los crucifijos en las aulas y en Navidad, a cantar al niño-Dios que nacío en Belén y a su madre la virgen inmaculada; si el "pueblo" lo pide, a desfilar nuestro alcalde delante de un icono exaltando no sé que dios, semi-diosa o santo-heroe local: ¡Viva la democracia! y ¡muera la libertad de conciencia! Eso sí, como recientemente decía uno de estos confesionalistas (Tribuna Abierta 8/12/06), con la boca pequeña, "Los que somos cristianos.. .no necesitamos de la protección del Estado para estar a salvo". No sé si la necesitan, pero se ve que les cuesta renunciar a que el Estado pague a los 30.000 catequistas que adoctrinan a nuestros infantes (con el dinero de todos y ¡desde los tres años!); que recaude el sueldo de sus arzobispos, obispos y sacerdotes; que exima del 0.7% de sus impuestos a los contribuyentes que quieran dedicar esta cantidad al "mantenimiento del culto y clero" (católico); que exima de impuestos municipales a sus templos, residencias y toda actividad de culto; que mantenga sus templos, conventos y monasterios monumentales mientras ellos se gastan su dinero en otros nuevos, etc, etc. No lo necesitan, dicen, con algo de desparpajo, pero se ve que los obispos no van a renunciar a sus privilegios durante esta legislatura, y los católicos integristas no van a dejar de corear a sus jerarcas más reaccionarios.

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