La policía avisa de que las nuevas tecnologías es su método de reclutamiento El caso de las jóvenes ceutíes es un ejemplo
Aicha tiene 14 años. Sonriente. Siempre habladora. Menuda. El sábado pasado la menor —su nombre es ficticio— iba a realizar el viaje de su vida: Ceuta, Melilla, Marruecos, un vuelo barato hacia Turquía y, finalmente, Irak. En su destino trabajaría, eso debía de pensar, en labores humanitarias que darían sentido a su vida, al lado de los “príncipes barbudos”, esa versión amable de los guerreros de la yihad islámica que se difunde en la Red. Aicha no tenía ordenador en su casa, bastó su móvil para que, a través de las redes sociales, recibiera durante meses una nueva forma de adoctrinamiento. Es el primer caso de una menor reclutada por la yihad islámica registrado en España, pero ni mucho menos es único en Europa. Las redes sociales han dejado atrás a las mezquitas como centros de adiestramiento.
Las nuevas tecnologías permiten el adoctrinamiento en solitario. Esa es su ventaja. Su poder. La menor ceutí vivía en una familia humilde y numerosa del barrio de la Virgen de la Luz, de Ceuta, una familia de 12 hijos, 8 mujeres y cuatro hombres. Salvo un hermano militar y otro aún menor de edad, sus otros dos hermanos y su padre han pasado temporadas en la cárcel por delitos relacionados con robos y trapicheo de droga. Su hermana mayor estaba casada con un joven detenido por terrorismo islamista en la última operación realizada en Ceuta, que se saldó con siete arrestos. Según los expertos policiales, el perfil familiar era el caldo de cultivo perfecto.
Hasta hace un par de meses Aicha era una chica escolarizada, de comportamiento normal pero un día decidió vestir el hiyab y dejar solo visible su rostro sonriente. Residía en una vivienda de tres plantas, no demasiado cuidada, protegida por un pastor alemán que cuida su hermano pequeño. Sus padres no aciertan todavía a explicarse. En la casa, nadie da señales, sólo aparece una hermana de unos 12 años que sabe lo que tiene que hacer: "Mis padres no están y yo no voy a hablar con nadie", dice con firmeza mientras sujeta entre sus brazos a un bebé, el pequeño de la familia. El padre denunció su desaparición en una comisaría de Ceuta el pasado martes, tres días antes de que la policía la encontrara tratando de cruzar la frontera de Melilla junto a otra joven de 19 años, Fauzia Al-Lal Mohamed, vecina de Melilla, con quien no tenía ninguna relación personal, salvo compartir ese viaje que iba a dar sentido a su vida.
¿Quién la convenció para hacer ese viaje? ¿Quién la reclutó? ¿Quién la puso en contacto con Fauzia Al-Lal? Se sabe por el momento, el cómo, el método, las nuevas técnicas que utiliza el terrorismo islamista para hacerse atractivo entre los adolescentes que viven en Occidente, a través de imágenes idealizadas en Instagram, páginas de Facebook y mensajes en Twitter. La experta francesa Dounia Bouzar, que dirige el Centro para la Prevención de la Deriva Sectaria en relación con el Islam (CPDSI) lo llama “el fantasma del príncipe barbudo”. “Las jóvenes adquieren la ilusión de que van a desempeñar labores humanitarias, o de casarse con el último profeta, con el hombre que va a salvar el planeta”, ha escrito esta experta.
Internet ofrece un relato amable y un trato personalizado con los candidatos
Aicha estaba convencida de que tenía una misión que daba sentido a una vida que hasta hace unos meses estaba repleta de precariedades. No fue reclutada en una mezquita, donde los discursos pueden ser largos y espesos para un menor. Encontró “un refugio virtual”, como lo califica Manuel Torres, experto de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. “Por Intenet se difunde un mensaje más endeble, más superficial, pero también más visual, un mensaje en el que nadie te reprende o te da de lado, en el que hay personas que piensan igual que tu, con los que puedes interactuar, conversar y reafirmar ideas. Tú buceas a través de la Red y si decides ir más allá es fácil encontrar a alguien que te facilite el viaje que da sentido a tu vida”. En el caso de Aicha, su compañera de viaje —también detenida— era Fauzia Al-Lal Mohamed de 19 años, con la que no tenía lazos de amistad ni familiares. Hija de padres separados y con un novio al que su familia, según algunos testigos, no acababa de aceptar, empezó a vestir el burka hace unos meses. Ambas iban a reunirse con otras tres chicas para emprender una nueva vida. La policía desconoce cómo contactaron entre sí y las razones por las que la mayor acogió a la niña Aicha en su casa. La solución está en Internet.
Expertos policiales advierten de que las mezquitas han quedado en un segundo plano dentro de las tácticas de reclutamiento: “Están muy vigiladas, son los mismos musulmanes los que detectan elementos peligrosos y lo denuncian”.
Los métodos online ponen técnicas narrativas amables al servicio de una estrategia militar. Así lo explica otro experto policial: “La captación a través de Internet divide a los candidatos en cuatro niveles. Por un lado, están los hombres. Buscan primero chicos jóvenes que hayan cumplido el servicio militar en su país y superen los 20 años. Estos serán los combatientes. Luego están otros jóvenes, con menos habilidades físicas e intelectuales, que pueden servir para inmolarse. Y luego, está el caso de las mujeres, que en el mundo de la yihad desempeñan unas tareas subordinadas, para intendencia. Están las enfermeras o cocineras de los combatientes y que pueden servir también para actuar en misiones militares aprovechando que su vestimenta, el burka, les permite ocultar explosivos. Y las más jóvenes son utilizadas, a través de matrimonios express, para aliviar sexualmente a los combatientes. Ellas no lo saben, pero esa va a ser su función”. “Una vez que llegan, son secuestradas o forzadas”, escribe Dounia Bouzar.
Todavía no se ha difundido cuál es el idílico papel que la menor ceutí pensaba que iba a desempeñar en Irak, si el de enfermera, cuidadora de niños o ancianos, o esposa de “príncipe barbudo”, uno de esos combatientes de buena presencia cuyas fotos se difunden por Instagram. Pero ella estaba plenamente convencida de que estaba ante el viaje de su vida, según comprobó la fiscal de Menores de Melilla en el interrogatorio.
Expertos admiten que los templos son menos seguros para el adiestramiento
Aicha descubrió un mundo nuevo a través del móvil, gente que la consideraba útil para la causa, que la invitaba por whatsApp, que le ofrecía un mundo idílico. “No la invitan a realizar acciones ofensivas, sino defensivas, a defender una causa, a colaborar en actividades aparentemente limpias”, añade el experto policial. “Internet gana peso, a través de una estética atractiva, que consigue lo que es difícil a pie de calle, el reclutamiento en solitario, y un mensaje dirigido a audiencias muy numerosas”.
España acaba de conocer el primer caso de una menor. La comisaría de Ceuta actuó con rapidez cuando atendió la denuncia de la desaparición. “Sabíamos que las primeras 72 horas eran fundamentales”, explica un inspector. Estudiando su entorno, se dieron cuenta de hacia dónde podía derivar el caso. Y el olfato no falló: en tres días, la estaban esperando en la frontera. La investigación será más compleja a partir de ahora para determinar quién está detrás de esos mensajes que llegaban al móvil de Aicha. a sus 14 años, quién redactaba esas palabras que le prometían una vida excitante y útil, lejos de sus penurias en Ceuta, y la condujeron a realizar el viaje de su vida.
Las dos jóvenes yihadistas, acompañadas por policías, el lunes en el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid.
Captura del perfil de Instagram de la menor detenida en Ceuta con propaganda yijadista.
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