El “superviviente” de Gaztelueta pronuncia un discurso ante el Consejo de Europa para denunciar la “revictimización” de las víctimas de agresiones mientras la Iglesia católica continúa sin reconocer su caso
Juan Cuatrecasas (Bilbao, 1996) sufrió agresiones sexuales de máxima gravedad cuando empezaba Secundaria en el colegio exclusivamente masculino del Opus Dei Gaztelueta, ubicado en Leioa y concertado con fondos públicos. Los hechos ocurrieron entre 2008 y 2010. Su familia empezó a denunciarlo en 2011 y públicamente en 2012 en medio de una fortísima presión y mensajes de que estaba acusando falsamente al victimario, José María Martínez Sanz, un numerario que era profesor del adolescente y también su preceptor o tutor. Él era familiar de un importante cargo público de la época. Gaztelueta llegó a deslizar que la responsabilidad del gravísimo estado de salud de la víctima era de su propia familia. En 2018, tras cumplir la mayoría de edad, Cuatrecasas fue otra vez a los tribunales y los hechos quedaron probados en un juicio en la Audiencia de Bizkaia y en 2020 el Tribunal Supremo rebajó la pena, pero sin cuestionar la veracidad de la denuncia original. De nada sirvieron las nuevas maniobras del entorno del Opus Dei. La Iglesia católica, formalmente, aún no reconoce lo ocurrido, aunque se espera en breve una resolución al proceso canónico abierto. Pero Cuatrecasas ya ha ganado. Este viernes, en inglés, el ahora abogado con dos másteres ha intervenido a 1.310 kilómetros de Gaztelueta, en la sede del Consejo de Europa en Estrasburgo. Ha contado su verdad ante representantes de decenas de países y es ya una referencia de otros “supervivientes” de casos de violencia sexual y abusos en la infancia.
El viaje a Estrasburgo es la guinda final al recorrido que, durante años, han seguido tanto él como su padre, del mismo nombre, y su madre, Ana. Los tres lideran una asociación que se llama Infancia Robada y que, al menos, ha enviado ya al Vaticano una sesentena de episodios. Juan Cuatrecasas ya no es el nombre que los periodistas tenían que evitar publicar para minimizar las represalias. Tampoco el chico que tuvo que declarar en su propio juicio detrás de un biombo mientras el agresor sonreía a los fotógrafos y tenía a su disposición una web contratada por el Opus Dei para ofrecer una versión ‘alternativa’ de lo ocurrido en Gaztelueta. Su identidad y una gran fotografía suya -en blanco y negro- forman parte de una exposición que ha recorrido Europa y también Bilbao, Basauri o Madrid. En ella hay víctimas de violencia sexual en el marco de la Iglesia católica pero también en el deporte o en otros ámbitos. El título de la colección de imágenes es ‘Shame’, la voz inglesa para ‘vergüenza’. Pero existe consenso en que esa ‘vergüenza’ no tiene que ser la de las víctimas, que prefieren catalogarse como “supervivientes”. El autor de los retratos es el italiano Simone Padovani. Y él discrepa: elige la palabra “héroe” para los protagonistas de ‘Shame’.
“Que la vergüenza cambie de bando”, ha razonado la parlamentaria vasca del PNV Maitane Ipiñazar, que ha acompañado también a la familia en su viaje a las instituciones europeas y que ha hecho suya esta sentencia de Gisèle Pelicot, la mujer francesa drogada y violada por su marido y por otros hombres y que ha sacudido conciencias. El Gobierno de España ha enviado también a una representante al evento, Andrea García Vidal, directora general del Ministerio de Juventud e Infancia. Ante las víctimas españolas presentes, se ha comprometido a mejorar la normativa estatal de protección de la infancia y de la adolescencia.
Una postal de Navidad y una reunión con el papa
Cuatrecasas ha intervenido en Estrasburgo, pero también ha viajado antes a París, a la Asamblea Nacional francesa. Y a Vitoria, al Parlamento Vasco, que aprobó un informe con propuestas. O a Madrid. El joven estuvo en el Congreso durante la presentación informe del Defensor del Pueblo sobre esta lacra y se ha quejado de que algunos diputados prefirieron entretenerse con sus teléfonos móviles antes que atender las explicaciones. Y ha dicho que Vox prefirió hablar de ETA que de la Iglesia católica. En estos años la familia ha estado igualmente en Berna, en Bruselas o en Roma. Allí, pero no en el Vaticano, grabó para Disney + un documental. Fue el 28 de junio de 2022. Él y otros jóvenes de habla hispana se reunieron con el pontífice de la Iglesia católica, Francisco.
-¿Cómo fue?
-Tener la posibilidad de sentarte frente al papa y denunciar los abusos y la revictimización que sufrí fue importante. La estancia durante la grabación en Roma fue amena. Aunque no todo fue agradable. Pese a que el papa tuvo una actitud cordial y cercana, soltó alguna declaración y respuesta propia de épocas arcaicas, dejando de lado los problemas de la actualidad. Posturas ante el sexo, el aborto, el feminismo, los derechos LGTBI y, por supuesto, la pederastia en la institución que preside, dejaron mucho que desear. Sin embargo, a nivel más particular, prometió encargarse personalmente de mi caso y ponerle solución, cuestión que dos años después sigue sin llegar.
Años antes, el pontífice ya había enviado una postal de Navidad a la familia. La carta llegó a una iglesia de Logroño, desde la que contactaron con los destinatarios finales, que desconocían su contenido, perfectamente oculto en un sobre dentro de otro sobre. La comunicación fue enviada a La Rioja. Los Cuatrecasas se trasladaron a Haro porque Bilbao les era hostil. Literalmente, tuvieron que huir ante la presión tras haber denunciado lo que entonces la legislación española tipificaba como “abusos” y que ahora ya son considerados “agresiones sexuales”. Fue en 2013. Estos hechos también dificultaron que la víctima pudiera continuar su recorrido académico con normalidad y que perdiera algunos cursos. A la agresión sexual se le unió acoso escolar de otros compañeros tolerado por el preceptor. Todavía en el juicio muchos de esos jóvenes declararon a favor del profesor.
En ese entorno se siguió cuestionando la veracidad de la víctima, no solamente plasmada en una sentencia firme sino validada por todos los profesionales que lo trataron de niño. Ya no oculta que incluso intentó suicidarse. El colegio Gaztelueta, que contribuyó en el juicio a la defensa de su exprofesor instigando a exalumnos y docentes a firmar unas actas notariales que lo exoneraban, llegó a convocar una rueda de prensa cuando ya había una sentencia judicial para mostrar que la denuncia era falsa. La aderezó con una visita guiada al despacho donde se produjeron los hechos para insistir en esa tesis. Es ésa la “revictimización” que critica en cada uno de sus discursos el joven.
-¿Mantienes la fe?
-Es difícil.
Cuatrecasas no es creyente. Entiende que lo que le ha sucedido “influye” en esa decisión, pero concede que hay muchos más factores que la apuntalan. Sus padres, sin embargo, mantienen un profundo sentido religioso. Le dan vital importancia a contar con un pronunciamiento canónico a su favor aunque poco o nada pueda añadir a la verdad ya después de que exista una sentencia firme de la jurisdicción penal. Infancia Robada, la asociación, ha mantenido también reuniones con la Conferencia Episcopal. Tienen una pancarta en la que recuerdan que el Consejo de Europa aprobó a comienzos de 2024 una resolución para el reconocimiento y la reparación integral de las víctimas y en la que se preguntan “por qué la jerarquía eclesiástica española no atiende y repara a sus víctimas”.
El periplo de años sobre este caso en Gaztelueta ha llevado a esta familia a encontrarse con víctimas de otros lugares. Una de esas personas que han aparecido en ese camino es Ciro Molina, que sufrió violencia sexual siendo niño de manos de su párroco. Él también menciona la “revictimización”. “Es grave el abuso en sí, pero grave fue también el terrorismo social que vino después. La reacción de la sociedad no fue de apoyo a mi familia y a mí, sino fue de condena”, cuenta. Canario, no dudó en plantarse en el norte de la península para conocer a los Cuatrecasas. Ahora organiza movilizaciones, denuncia su caso y otros. Dar la cara es una “liberación” después de años de “bloqueo evolutivo” e, incluso, de intentos de suidicio.
Otra canaria, Eva Díaz Bethencourt, lidera Protect Children, una entidad asentada en los países nórdicos. Ha presentado en Estrasburgo los resultados de una encuesta sobre violencia sexual a menores. “Si no rompemos el silencio y de forma oficial, ya no solamente a nivel individual, y no facilitamos que las víctimas y los sobrevivientes puedan acceder a justicia y a recursos, realmente estamos no permitiendo su recuperación”, sostiene. Decenas de ponentes han intervenido en Estrasburgo, desde ministros hasta más víctimas, incluidos algunos llegados de fuera de Europa, como una mujer de Jamaica. Se ha expuesto con más detalle el modelo de atención a las víctimas de Suiza, impulsado por la fundación Guido Fuiri, detrás de Justice Initiative y de la exposición ‘Shame’. “Era un tema tabú, algo silenciado. Ahora hay nuevas dimensiones mucho más próximas para las víctimas. Europa está a punto de despertar”, se ha felicitado la madre de Cuatrecasas. “Yo ya no puedo estar a salvo del abuso sexual, pero desde esta tribuna solicito al Consejo de Europa y a los Estados miembros que hagan lo posible para que sus hijos puedan estar a salvo. El futuro de la Unión Europea pasa por la infancia. Pido a la Unión Europea que la proteja”, ha dicho su hijo como colofón de su parlamento.
El Consejo de Europa, que ha acogido el evento, aglutina a 46 estados del continente. Es mucho más amplio que la Unión Europea, por ejemplo. Aquí están Suiza, Ucrania o el Reino Unido. Sin embargo, no admite a todos los países. Han de ser democracias homologables. En 2022, por ejemplo, Rusia fue expulsada como consecuencia de la invasión de Ucrania. La Ciudad del Vaticano es uno de esos estados no invitados, aunque tiene estatus de “observador”. De hecho, uno de los anteriores pontífices, Juan Pablo II, pronunció un discurso en 1988 inmortalizado en un cuadro en el lugar.