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La universidad pública de León fuerza a alumnos a cursar la asignatura de Religión

El centro ha llamado a ocho estudiantes de Educación que eligieron otra materia para avisar de que solo pueden inscribirse en Religión o perderán los créditos y el dinero

La universidad ha impuesto un mínimo de diez alumnos para montar otra clase, pero no es una cifra inamovible, explica un profesor de la facultad a eldiario.es

Una de las páginas web de la bibliografía incorpora una guía dirigida a profesores para realizar campañas de fomento de la matriculación de religión católica en los centros educativos

Estudiar religión católica en la universidad pública. Eso es lo que tendrán que hacer este nuevo curso los alumnos de 2º de Grado en Educación Infantil en la Universidad de León. Incluso los que no se matricularon en un principio. Es el caso de ocho estudiantes que decidieron elegir otra de las optativas que ofertaba la Facultad de Educación, sin embargo, no llegaba al mínimo de diez impuesto por el centro y tres días antes de empezar las clases la Secretaría fue llamando uno a uno a los alumnos inscritos en Educación Intercultural para comunicarles que debían matricularse de Religión. Si no, perderían los créditos y el dinero de la matrícula.

Los estudiantes han comenzado a movilizarse contra lo que consideran «un atropello» a sus derechos como estudiantes. Y es que el mínimo de diez alumnos por asignatura para impartir las clases es una decisión de la propia facultad que, según explican estudiantes y profesores de la Universidad de León a eldiario.es, no es inamovible. «Hay materias de otras carreras en esta universidad que se están dando con cinco o seis alumnos», aclara Enrique Díez, profesor titular de Didáctica y Organización Escolar en esta facultad.

El número de estudiantes de 2º curso de Educación Infantil asciende a 74, de los cuales 66 han elegido Religión en los dos cuatrimestres y solo ocho han elegido la optativa de Educación Intercultural en el primer cuatrimestre y Personalidad y Evaluación Infantil en el segundo. Que la mayoría escojan religión, asegura Díez, responde «al mito y la presión que ejercen algunos profesores al decirles a los alumnos que no podrán dar clase en un colegio concertado si no cursan la asignatura». Algo que también corrobora Laura, estudiante de 3º de esta misma carrera que recuerda cómo «desde primero hay profesores que insisten en que cojamos Religión».

Natalia Carbajo, una de las afectadas, opina que «muchos de mis compañeros la han elegido por desinformación, pensando que solo así podrán ser maestros de esta asignatura». Pero para ello,  la Conferencia Episcopal Española establece que será necesario poseer la partida de bautismo y la Declaración Eclesiástica de Idoneidad, otorgada por la correspondiente Diócesis, que certifica «una recta doctrina y testimonio de vida cristiana (…) basada en consideraciones de índole moral y religiosa»

«Así están las cosas», responde la universidad

A Natalia y a Alba García, como al resto de los ocho alumnos, les llamaron el pasado 18 de septiembre desde la Secretaría de la Facultad de Educación, tres días antes de empezar las clases. «Nos dijeron que ese mismo viernes o el lunes debíamos matricularnos de religión, que no teníamos otra opción porque era la única optativa que iba a impartirse», cuenta Alba. Natalia no salía de su asombro y quiso preguntarles «si nos estaban obligando a cursar esta asignatura», pero la única respuesta que recibió fue «así están las cosas», denuncia.

Ya sea por principios o por una decisión profesional, los que han elegido la otra materia creen que aunque sean pocos respecto a los que han escogido Religión, la universidad debería darles una solución porque «estamos hablando de creencias personales», denuncia indignada Natalia. eldiario.es ha intentado ponerse en contacto con el Decanato de la Facultad de Educación sin obtener respuesta. «No tenemos conocimiento directo de este caso», asegura la directora del Gabinete del Rector, Comunicación e Imagen de la Universidad de León.

Alba y Natalia han comenzado a recoger firmas en la facultad en contra de esta obligatoriedad que, en la práctica, ha impuesto el centro. «Es una injusticia porque las optativas están para que las escojas y ese mínimo de alumnos puede cambiar», sostiene Alba. Ella quiere especializarse en psicopedagogía, para lo que las dos materias alternativas a Religión (Educación Intercultural y Personalidad y Evaluación Infantil) son fundamentales. «Están centradas en aprender a tratar las diferencias que existen entre los niños y dar clase con una perspectiva multicultural», dice. «Yo puedo tener un alumno musulmán y es importante conocer su realidad».

La religión, fuera de la escuela pública

Para Enrique Díez el problema de fondo es que la asignatura de Religión Católica se oferte en una Facultad de Educación de la universidad pública. «Hay todo un entramado liderado por la jerarquía eclesiástica que sigue tratando de introducir su ideología y confesionalidad en la universidad», opina este profesor que se autodefine como católico practicante. De hecho, asegura, «la inauguración del curso se hace con una misa católica y existe un órgano de pastoral». Lo mismo opina Juanjo Picó, portavoz de Europa Laica, que sostiene que «la enseñanza es para aprender a pensar por uno mismo, no para creer».

«Si la asignatura estuviese centrada en estudiar cómo han influido todas las religiones en las sociedades desde el punto de vista cultural, no sería un problema», sostiene Picó. Sin embargo, la materia, que también se imparte en la carrera de Educación Primaria, cuenta con temas como El plan de Dios para el hombre, la ruptura de éste con Dios o Vocación y destino último de la persona humana, imagen de Dios.

Además, una de las competencias que deben adquirir los alumnos es la «capacidad para argumentar sobre la legitimidad y el sentido de la enseñanza religiosa escolar». De hecho, una de las páginas web incluidas como bibliografía complementaria incorpora, entre sus materiales, una guía dirigida a profesores para realizar campañas de fomento de la matriculación de religión católica en los centros educativos. «Todo esto lleva a que, mediante distintos mecanismos, la Iglesia sigue introduciéndose en el ámbito público», asegura Picó.

Díez, uno de los profesores que llevan años luchando sin éxito para que la religión salga de los planes de estudio de la universidad pública, recuerda que «cuando se implantó el Plan Bolonia, nos movilizamos para que se sustituyera por una asignatura de igualdad y prevención de la violencia de género».  El Plan Autonómico para la Igualdad de Oportunidades y contra la Violencia de Género en Castilla y León recomienda establecer «medidas dirigidas a los alumnos universitarios y de formación profesional sobre la problemática de la violencia de género concienciándolos sobre su labor como futuros y futuras profesionales».

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