La muerte en atentado de un jeque sufí desestabiliza la zona
A pesar de la debilidad actual de la guerrilla islámica fundamentalista mantenida por los wahabíes derrotados en Chechenia, la violencia no ha cesado en el Cáucaso ruso. Y Daguestán, república rusa vecina a esta, se ha convertido en uno de los centros del terror, como lo demuestra el último atentado que esta semana acabó con la vida del jeque Said Afandi al-Chirkawi, líder espiritual de dos cofradías sufíes. El martes pasado, entre las personas que fueron a escuchar el sermón del jefe de las cofradías Naqshbandiyya y Shadhiliyya, se coló una terrorista, que se inmoló causando la muerte de Al-Chirkawi y de otras cuatro personas. La tragedia sucedió en el pueblo montañés de Chirkéi, poblado principalmente por ávaros caucásicos, uno del centenar de grupos étnicos que habitan Daguestán.
El asesinato del anciano jeque sufí —en octubre cumpliría los 75 años— ha provocado una gran inquietud en la zona. Muchos observadores consideran que este atentado contra uno de los más prestigiosos líderes del llamado islam tradicional (que en el Cáucaso es el sufismo) puede provocar una reacción en cadena y desestabilizar a todo el Cáucaso del Norte. Alexéi Malashenko, experto del Centro Carnegie de Moscú, pronostica que serán muchos los que querrán vengar la muerte de Al-Chirkawi y que las autoridades deben prepararse para neutralizar el nuevo brote de violencia si desean evitar que explote toda la región. El jeque, cuyo apellido laico era Atsáyev, tenía decenas de miles de discípulos, según los islamólogos rusos.
El politólogo Vladímir Nóvikov opina, por su parte, que "esto puede realmente tener consecuencias graves en un futuro próximo". Tanto los especialistas citados como el Comité de Investigaciones ruso parten de la base de que el asesinato de Al-Chirkawi fue motivado por su actividad religiosa y que perseguía abortar el acercamiento en curso entre las diferentes ramas del islam en el Cáucaso del Norte, por el que abogaba el jeque.
La mezquita central de Majachkalá, la capital de Daguestán, acogió a fines de abril pasado una asamblea en la que participaron tanto los partidarios del Directorio Espiritual Musulmán —la institución islámica oficial, apoyada por las autoridades— como los salafistas o wahabíes. El progreso alcanzado en aquella reunión fue prácticamente anulado por un atentado contra un puesto policial, ocurrido el 3 de mayo y que dejó una docena de muertos y más de un centenar de heridos. Algunos analistas consideran que Daguestán está al borde de la guerra civil y que los que organizaron el asesinato de Al-Chirkawi pretendían conseguir que los miles de seguidores del jeque tomen las armas.
La terrorista que se inmoló para matar al jeque es, según la policía, Aminat Kurbánova (Sapríkina, de soltera), una rusa convertida al islam, viuda de uno guerrillero muerto durante una operación policial. Como wahabí, Aminat odiaba a Al-Chirkawi, quien en sus sermones criticaba a los fundamentalistas.
Pero lo curioso es que, según la policía informó en su momento, a Kurbánova, exactriz, se le dio por muerta durante el citado atentado del 3 de mayo. Verdad es que después de realizados los análisis de ADN se identificó solo a los hermanos Muslimat y Rizván Alíyev. Kurbánova, que era vecina de ellos, habría sido la que los habría reclutado y los habría acompañado, pereciendo casualmente en el auto lleno de explosivos. A esta conclusión —que ha resultado errónea si fue Kurbánova la que mató a Al-Chirkawi— los investigadores llegaron porque, según dijeron, habían encontrado restos de dos mujeres en el coche bomba.
No es de extrañar, entonces, que algunos musulmanes no crean que el atentado contra el jeque sea obra de los wahabíes. Así, Haidar Jamal, presidente del Comité Islámico de Rusia, no excluye que el asesinato de Al-Chirkawi sea una provocación de los servicios de seguridad. "Se había producido un acercamiento de posiciones entre sufíes y salafitas y habían llegado a ciertos acuerdos. Si los radicales deseaban eliminar a Saíd Afandi, lo hubieran hecho hace tiempo", dice Jamal al repecto.
Farid Asadulin, vicepresidente del Comité Espiritual de Musulmanes de la Rusia Europea, está de acuerdo con Jamal y no descarta que en el atentado estén involucrados los servicios secretos rusos, aunque agrega que también fuerzas externas podían estar interesadas en eliminar a Al-Chirkawi, particularmente grupos árabes que quieren formar en el Cáucaso un emirato.
Sea como fuere, es un hecho que los wahabíes son un constante dolor de cabeza para las autoridades rusas. No solo crean problemas en el interior del país —con su guerrilla activa últimamente en Ingushetia y Daguestán, y, en menor medida, en otras regiones caucásicas como Chechenia o Kabardino-Balkaria—, sino también el la frontera. Así, el miércoles, cerca del pueblo georgiano fronterizo Lapankuri, hubo enfrentamientos entre policías del vecino país con un grupo de barbudos, aparentemente guerrilleros fundamentalistas.
Según Georgia, esta semana habrían cruzado la frontera unos 20 guerrilleros que en los últimos días habían tomado como rehenes a una decena de habitantes locales. Los combates que estallaron entre los miembros de las fuerzas especiales georgianas y los invasores dejaron un saldo de 11 guerrilleros y tres militares muertos.
Los rusos, no obstante, niegan que haya ocurrido nada y dicen que son "declaraciones provocadoras" que periódicamente hace Tbilisi. Sin embargo, estas declaraciones del Servicio Federal de Seguridad ruso (ex-KGB) se contradicen con las informaciones de Daguestán, según las cuales miembros de la guerrilla activa en el distrito de Tsuntín, perseguidos por las fuerzas del orden locales, huyeron a Georgia.
Mientras tanto, el presidente Mijaíl Saakashvili declaró que las autoridades de Georgia "no permitirán que se exporte nuevamente la tensión desde el territorio de nuestro vecino del norte".
Francotiradores georgianos, junto a la frontera con Daguestán. / IRAKLI GEDENIDZE (AFP)
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