Inquietante. La imagen de la presidenta interina de Bolivia levantando la Biblia tras la caída de Evo Morales recuerda a la del ayatolá Jomeini levantando el Corán tras la caída del Sha. Radicales de derecha —Jair Bolsonaro— e izquierda —Daniel Ortega— usan el nombre de Dios en vano para atacar a la democracia … y lo peor: su mensaje de intolerancia está calando
Evo Morales se equivoca. Sus “enemigos”, como llama a los que lo echaron del poder, no le odian porque sea indio, sino porque es ateo. Cuando el corresponsal de la BBC le cuestionó a Jeanine Áñez por qué alzó una Biblia desde el balcón, minutos después de ser elegida presidenta interina de Bolivia, se mostró sorprendida, como si fuera obvia la respuesta: “Porque Evo es un hombre ateo y los bolivianos somos personas de fe. Para nosotros era de mucho significado que en el Palacio esté la Biblia como una manifestación de fe a Dios”.
Lo preocupante no es tanto que diga que el pueblo boliviano es cristiano (una afirmación profundamente ignorante de la realidad plurinacional del país andino); lo realmente preocupante es que usa este argumento para situar la Biblia por encima de la Constitución, como hace 40 años hizo el ayatolá Jomeini con el Corán, cuando expulsó al Sha de Irán e impuso una república islámica.
La intromisión de evangélicos en la política está poniendo en peligro un principio sagrado democrático: la separación Iglesia-Estado. Y lo peor: Áñez no está sola en esta cruzada evangelizadora que florece en todo el continente. El matrimonio presidencial nicaragüense Daniel Ortega-Rosario Murillo con una mano levanta la Biblia y con la otra dispara al pueblo.
“Deus acima de tudo”. El 1 de enero de este año, Jair Bolsonaro juró su cargo como presidente de Brasil con la misma frase de campaña: “Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos”. En otras palabras: “Patria y Religión” en vez de “Justica y Derechos civiles”. Además, el Dios que invocan el presidente ultraderechista brasileño o la presidenta interina boliviana no es un Dios compasivo, sino vengativo.
Cuando Bolsonaro, antes de ganar las elecciones, trató de justificar que prefería un hijo muerto en accidente antes que fuese homosexual, dijo que así estaba escrito en la Biblia. Tiene razón. En su carta a los Corintios, Pablo de Tarso les dice: “No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los homosexuales, ni los borrachos heredarán el Reino de Dios”. Bajo la lógica del mandatario brasileño, probablemente hasta él tendría prohibida la entrada en el Cielo, que es lo que parece que le preocupa.
Pero no es posible la lógica cuando se intenta conciliar el fanatismo religioso y el ejercicio democrático. ¿Qué lógica hay cuando el candidato evangelista Chi Hyun-chung, uno de los rivales de Evo Morales en las anuladas elecciones del 20 de octubre, proclamaba en sus mítines que los recientes incendios en la Amazonía brasileña y boliviana “eran un castigo de Dios por permitir las prácticas homosexuales”?
En una sola frase, el llamado Doctor Chi criminalizó a todo el movimiento LGTB, cerró cualquier posibilidad de que Bolivia legalice el matrimonio del mismo sexo, y deslindó de responsabilidades a los que incendian la selva y atacan a indígenas y activistas medioambientales, ya que, a fin de cuentas, se trata de un castigo divino.
Este mismo pensamiento fundamentalista explica en gran parte otra anomalía mucho más sangrante: la epidemia de tiroteos en Estados Unidos.
Las “armas” de Dios. Cuando el mundo se pregunta horrorizado por qué los políticos estadoultracunidenses no hacen nada para evitar que cada año caigan abatidos a balazos miles de ciudadanos, muchos de ellos niños en sus colegios, debe leer lo que opina el congresista Matt Schaefer.
Tras un agosto particularmente sangriento por tiroteos en Texas —22 muertos en El Paso; 7 muertos en Odessa— el legislador republicano por ese estado sintió que debía intervenir ante el reiterado llamado de los demócratas a que, al menos, se prohíba la venta libre de los rifles semiautomáticos. Así habló Schaefer: “No voy a utilizar los actos malvados de un puñado de personas para disminuir los derechos otorgados por Dios a mis conciudadanos texanos”.
Gracias a políticos como Schaefer, cuya esposa conoció en el mismo templo Baptista al que asiste, la mayoría republicana en el Congreso de Texas aprobó leyes para que los feligreses puedan llevar armas a los templos.
“El elegido”. Esta comunión Armas-Iglesia-Patria alcanza finalmente el paroxismo en la figura del hombre más poderoso del mundo: Donald Trump.
No es casualidad que el presidente de EU haya nombrado recientemente como asesora espiritual a la líder de un megatemplo evangélico en Florida, conocida por su agresiva campaña antiabortista a nivel nacional: Paula White, con quien .
Con Paula White se resume parte del secreto del éxito de los evangélicos. A los 18 años se le apareció Dios y le dijo lo siguiente: “Busca (al elegido) y muéstrale a él quién soy”.
“Encontré a miles, millones de personas durante mi ministerio, hasta que el llamado de Dios me llevó directamente a Trump”, declaró.
Y helo aquí. El mismo que en agosto miró al cielo frente a los periodistas para decir que era “el elegido” para combatir a China; el mismo a quien se dirigió hace dos días Rick Perry, su rival en las primarias republicanas de 2016, para decirle: “Usted no llegó aquí sin la bendición de Dios”. Y en cuanto a los rivales que critican el mesianismo del presidente les replicó: “Dios usó personas imperfectas a lo largo de la historia. El rey David no era perfecto. Salomón no era perfecto”.