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La revolución feminista de Irán te necesita

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Todas las iraníes han tenido roces con la policía moral o han sido testigo de la experiencia de otras. Pido a las mujeres feministas de todo el mundo que no dejen solas a las iraníes, que las apoyen en su lucha.

Enfado. Desesperación. Rabia. Estas son solo algunas de las emociones que el pueblo iraní ha estado experimentando desde el asesinato de Mahsa ‘Zhina’ Amini a manos de la “policía de la moral” de Irán.

El 13 de septiembre, también conocida como Zhina, kurdo-iraní de 22 años, viajó a Teherán con su familia. La policía la arrestó, alegando que no estaba usando su hiyab de acuerdo con las leyes del país sobre cubrirse la cabeza obligatoriamente. La familia de Amini dice que la policía moral se la quitó a la fuerza y ​​la arrojó a una camioneta patrulla. Testigos de los hechos cuentan que, en la camioneta, la policía le dio varios golpes en la cabeza. Después la llevaron a un centro de detención para asistir a una “clase de reeducación”, donde se la vio en las cámaras de seguridad, desplomándose en el suelo. De ahí fue llevada a un hospital, donde murió el viernes 16 de septiembre.

Me gustaría tomarme un momento para señalar por qué hay dos nombres distintos que son tendencia en las redes sociales: Mahsa y Zhina. Las leyes de la República Islámica prohíben a las familias iraníes dar a sus criaturas un nombre que “insulte la santidad islámica”, ya que consideran que tales nombres sembrarán la división entre los diversos grupos étnicos del país. Entonces, hay iraníes que eligen un nombre aprobado para el certificado de nacimiento, pero todavía llaman a sus hijos e hijas por el nombre que originalmente querían. Mahsa era su nombre aprobado por el Gobierno. Zhina era su nombre kurdo. 

La muerte de Amini ha sido la gota que colmó el vaso para iraníes de todas las edades, grupos étnicos y orígenes. Cuando se supo la noticia de que había muerto, muchas personas pensaron que podrían haber sido ellas. Podría haber sido su hermana, su madre, su esposa. Todo el mundo está legítimamente indignado, y esto ha servido como un llamado a las armas para la población iraní. Gente que se ha mantenido al margen en el pasado, ahora ha salido con fuerza contra las injusticias que han enfrentado todos estos años. La juventud de Irán, que solo ha conocido la vida bajo la brutalidad de la República Islámica, que ha crecido en las redes sociales viendo a personas de todo el mundo vivir como quieren, ahora exige poder hacer lo mismo.

Lo que estamos viendo ahora es la culminación de cuatro décadas de gobierno opresivo y teocrático. En 1979, el ayatolá Jomeini tomó el poder en la revolución iraní, declaró una nueva República Islámica y transformó el país de una monarquía a una teocracia. Desde entonces, las mujeres en Irán, que, según la República Islámica, son las niñas mayores de nueve años, se han visto obligadas a cubrirse con un chador, que es una pieza de tela larga, generalmente negra, que cubre todo menos la cara. O con un roosari (hiyab) y manteau (el equivalente a un abrigo largo). Los ejecutores masculinos y femeninos de esta ley draconiana deambulan por las calles, vigilando a cualquiera que no se adhiera a las reglas.

Las mujeres que se considera que no están insuficientes tapadas o llevan coberturas inapropiadas están sujetas a arrestos, multas, palizas, latigazos y tiempo en la cárcel. Algunas incluso han sido amenazadas con la ejecución.

A lo largo de los años, las mujeres en Irán han tratado de luchar contra las leyes del hiyab utilizando tácticas de base. La campaña más organizada y conocida fue los ‘Miércoles Blancos’, iniciada por la periodista y activista iraní-estadounidense Masih Alinejad, exiliada en Estados Unidos desde 2009. La campaña animaba a las mujeres a llevar velos blancos los miércoles como protesta contra las leyes del hiyab obligatorio, o quitárselos por completo y filmarse haciéndolo. Estos videos se compartieron en las redes sociales para alentar a más mujeres a hacer lo mismo, como un acto de desafío y solidaridad entre ellas. Esta ha sido una de las formas de lucha de las mujeres iraníes contra la brutal opresión que habían estado soportando durante décadas bajo la República Islámica.

La última vez que un movimiento a gran escala en Irán cobró impulso fue en 2019. Lo que comenzó como una protesta nacional, provocada por un aumento exorbitante en los precios del combustible, se convirtió rápidamente en llamados para derrocar a la República Islámica y a su líder supremo. Se conoce como el “Noviembre Sangriento”, y el Gobierno usó los mismos métodos que está usando ahora para aplastar y silenciar la disidencia. Cortaron Internet, masacraron a 1.500 personas y metieron a muchas más en la cárcel por cargos falsos.

Todas las mujeres iraníes han tenido roces con la policía moral o han sido testigas de la experiencia de otras. Es aterrador y su objetivo es subyugar, hacer que las mujeres obedezcan. Es patriarcado y misoginia a la vez, y nadie está a salvo de sus garras. Nací en los Estados Unidos, pero tengo una familia bastante numerosa y la mayoría de ella todavía está en Irán. Ir allí solo de visita no me ha eximido de los estrictos códigos de vestimenta de la República Islámica y he tenido mis propios roces con la policía.

Cuando tenía nueve años visité Irán por primera vez y experimenté de primera mano cuán aterradora podría ser una experiencia así. Algunos miembros de mi familia nos habían llevado a mí, a mi hermana menor y a mis padres a un parque de atracciones, y yo no estaba usando ninguna de las prendas requeridas. Mi familia no quería someterme a mí, su visitante estadounidense, a la opresión que habían estado sufriendo e hicieron todo lo posible para protegernos de la dureza con la que tenían que vivir a diario.

Un oficial se nos acercó y nos preguntó por qué no estaba cubierta. Mi familia rápidamente dijo que solo tenía ocho años y que había venido de visita desde los Estados Unidos. Se nos permitió seguir adelante, pero no sin que ellos sugirieran que debería comenzar a cubrirme de todos modos.

La segunda vez que recuerdo que me detuvieron en Irán fue cuando tenía 28 años. Estaba con mi hermana y dos de mis primos. Era de noche y caminábamos de regreso de un parque donde acabábamos de tomar un helado. Nos reíamos y cantábamos, y cuando nos acercábamos a la casa de mi primo, un coche de policía se nos acercó lentamente. Mi corazón se hundió en mi estómago. Nos congelamos.

Dos oficiales se apearon y nos pidieron nuestras tarjetas de identificación nacional, nos preguntaron qué estábamos haciendo y por qué nuestros pañuelos en la cabeza se habían caído hacia atrás. Mi primo varón intervino y explicó que éramos parientes (ya que nos habríamos metido en muchos problemas por salir con miembros del sexo opuesto que no lo eran). Dijo que mi hermana y yo éramos estadounidenses y no conocíamos bien la ley. La policía nos dejó ir, de nuevo con una advertencia para que nos cubriéramos adecuadamente.

La culpa que siento por salir ilesa gracias al país que me vio nacer nunca me ha abandonado. Cada vez que salíamos de Irán, miraba por la ventana a mi patria y lloraba. Lloraba porque extrañaría terriblemente a mi familia. Lloraba porque nunca tenía la garantía de volver a verlos. Lloraba por todos los cumpleaños, bodas y funerales a los que nunca podría asistir. Lloraba por todas las personas que sentía que estaba dejando atrás para valerse por sí mismas. Personas que anhelan vivir con las libertades que tenemos en otros lugares. Personas que sienten que el mundo no se preocupa por ellas ni por su situación. Personas que solo quieren tener la opción simple de vivir como desean.

Espero y rezo para que las cosas finalmente cambien, que la marea finalmente cambie para los iraníes. Que el mundo esté al lado del pueblo de Irán. Que las feministas de todo el mundo que luchan por los derechos de las mujeres defiendan a las mujeres de Irán. Que el pueblo de Irán, finalmente, un día cercano, pruebe la verdadera libertad. Hasta entonces, luchamos. Luchamos por todas las Mahsas, las Zhinas, los Navid Afkaris, las Neda Agha-Soltans. Luchamos por Irán. Todo lo que te pedimos es que no nos dejes luchar solas.

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