Los terribles ataques terroristas de Pascua en Sri Lanka vuelven a poner en la mesa de discusión internacional el tema de la religión y sus efectos en la humanidad, algo que no se puede soslayar, pero que tampoco podemos abordar de manera simplista.
¿Es la religión la culpable de la masacre de Sri Lanka? Podríamos decir que hay aspectos del mundo religioso que, dadas las condiciones adecuadas, pueden influir: son los dogmáticos cerrados, los que no se pueden cuestionar, los que chocan de frente con la ciencia y la contradicen a pesar de la evidencia, y los que directa o sutilmente se mezclan con el poder. Pero se requiere una tormenta perfecta para que estos aspectos se conviertan en violencia. Hay que añadirle algunos ingredientes: crisis previa de identidad y de sentido, construcción de enemigos, narrativas históricas adversas, líderes carismáticos, etcétera, aspectos no exclusivos de la religión. Esa combinación, llevada al extremo, sí puede ser mortal.
Desgraciadamente la mayoría de las instituciones religiosas no se caracterizan por tener estructuras flexibles que permitan generar anticuerpos efectivos contra la radicalización y por tanto a veces no ayudan a combatirla. Pero eso no las hace directamente culpables. Además, la religión en su aspecto general, y sobre todo en sus ámbitos espirituales o éticos, es un mosaico enorme de dimensiones y matices.
Lo cierto es que sin religión, la radicalización y el fundamentalismo encontrarían otros cauces, como lo han hecho en el pasado, pero con religión los radicales y fundamentalistas encuentran justificaciones “sagradas” para la violencia. El tema es complejo.
Apunte spiritualis. Pero de nada va a servir satanizar a las religiones o al Islam en particular, como si fueran entes monolíticos, porque además de ser un argumento falaz, lo único que se logra es fortalecer su idea del enemigo que tanto necesitan los radicales para sus siniestros objetivos. El debate debe ser más profundo.
Héctor Digo Medina Basave
