La encuestadora Arab Barometer acaba de hacer públicos sus más recientes resultados sobre las actitudes en el mundo árabe sobre temas sociales, politicos y religiosos.
La buena noticia es que la religiosidad ha disminuido:
Desde 2013 hasta 2018, los países árabes —con la penosa excepción de Yemen— han gozado de la sostenida reducción de religiosidad, a un ritmo promedio del 1% por cada año. Aunque parece poco, hay que tener en cuenta que en muchos de estos países la no-religiosidad puede conllevar todo tipo de castigos inhumanos y degradantes, e incluso puede acarrear la muerte. Que los encuestadores encuentren sistemáticamente cada vez más personas dispuestas admitir que no necesitan de los cuentos de hadas promovidos desde sus respectivos despóticos y corruptos gobiernos para llevar sus vidas es una señal positiva.
Aunque no todo son buenas noticias. Aún suponiendo que la tendencia se mantenga, la encuesta también reveló actitudes que apuntan a que la religión ya dejó secuelas en la región que no serán nada fáciles de erradicar. Por ejemplo, de manera casi unánime, la mayoría de los encuestados todavía no puede concebir que las personas LGBTI tengan derechos o que la última palabra en los hogares no recaiga necesariamente en un hombre. De igual forma, la mayoría de los encuestados en todos los países del mundo árabe ven la existencia del único estado judío del mundo como una amenaza (!), y aunque ven a Donald Trump como el bufón analfabeta que es, no les incomoda tanto la voracidad autoritaria de Vladimir Putin, y no hablemos ya de los niveles de imagen positiva del dictador turco Recep Tayyip Erdoğan.
Aunque la pérdida de religion es positiva, me sorprendería gratamente si estos países no requirieran de muchísimos años y generaciones purgando sus culturas de la perniciosa influencia de la religion en todos estos temas.
Lo bueno es que parece que el cambio ha empezado ya —de manera un poco tímida—, aunque es triste pensar que posiblemente no viviremos para ver un mundo árabe ilustrado y libre de los grilletes del fascismo envuelto en superstición.
