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La protesta de indignados de Londres divide a la Iglesia anglicana

Dimite el deán de la catedral de San Pablo, que apoyaba a la acampada

Querían acabar con elcapitalismo pero a este paso van a acabar con la Iglesia de Inglaterra, que noes mala pieza. La protesta de los indignados londinenses que llevan más de dossemanas acampados frente a la catedral de San Pablo se cobró ayer su segundavíctima con la dimisión del deán de la catedral, el reverendo Greame Knowles.El jueves pasado ya había dimitido el rector de San Pablo, el canon GilesFraser.

Fraser, el hombre que autorizó la acampadade los manifestantes, dimitió porque no estaba de acuerdo en la posición adoptada por la Iglesia a favor de forzarjudicialmente el final del campamento. Knowles, en cambio, se va porque, segúnsus palabras, su posición es insostenible tras las críticas que ha despertado adiestro y siniestro la posición de la Iglesia en esta crisis.

Demostrando un apetito insaciable pordejar a todos contentos, siguiendo la máxima eclesiástica de estar en misa yrepicando, la jerarquía eclesiástica puede acabar quedando mal con todos.Primero aceptó la presencia de los acampados en la medida en que la protesta sehacía con buen talante. La policía aceptó la petición de los jerarcas de San Pablode no dispersar la protesta con violencia, aunque puso ciertas condiciones, enespecial que la acampada no dificultara el paso de los transeúntes.

Los acampados hicieron eso y mucho más:han tenido mucho cuidado en recoger las basuras y evitar cualquier problemasanitario que pudiera ser utilizado como coartada por las autoridades paraforzar su expulsión. Sin embargo, al cabo de unos días la jerarquía decidiócerrar San Pablo al público por primera vez desde la II Guerra Mundial alegandolas dificultas que tenía el público para acceder al templo. Una excusasorprendente porque no había ningún problema para acceder.

La medida provocó una gran controversia yla Iglesia dio marcha atrás poco después a pesar de que nada había cambiadosobre el terreno. Lo que sí había cambiado era la estrategia eclesiástica, quehabía decidido unir fuerzas con la Corporación de la City de Londres para pedirel levantamiento de la acampada por vía judicial. Una alternativa que, a lalarga, tiene bastantes posibilidades de acabar en desalojo violento si losacampados intentan resistirse a la expulsión. A menos, claro, que la justiciales dé la razón y el campo se convierta en un asentamiento permanente.

El reverendo Knowles y el obispo deLondres, Richard Chartres, se presentaron el domingo ante los manifestantespara pedirles que se retiraran con el argumento de que ya habían tenidooportunidad de difundir su mensaje de protesta, pero no fueron capaces deresponder a la pregunta de si se opondrían públicamente a un desalojo delcampamento por la fuerza.

Un portavoz de la Corporación de la Cityde Londres ha confirmado que se está ultimando la carta que se entregará a losacampados para exigirles que recojan sus enseres y abandonen el lugar en unplazo de 48 horas. Es el primer acto de una batalla judicial que puededurarmeses. A menos que los acampados logren hacer lo que hizo Brian Haw, unpacifista que acampó frente al parlamento en el año 2001 y allí estuvo 10 años,hasta que murió de cáncer hace unos meses.

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