En los primeros decretos se establecen castigos de carácter medieval como el corte de la mano a los ladrones o la destrucción de aquellos mausoleos, estatuas o monumentos que por corresponder al periodo pre-islámico son producto de la «ignorancia».
No será porque no lo hayan anunciado una y otra vez. Los integrantes del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se han presentado siempre como unos “soldados del islam” cuyo principal objetivo era restaurar “la gloria del Califato Islámico”, sistema político-religioso que desde este domingo regirá las amplias zonas bajo su control en esos dos países.
Al referirse a la restauración del Califato, por lo general se añora dentro del mundo islámico el gobierno de los “cuatro califas perfectos”, un periodo comprendido entre los años 632 y 661 en el que los sucesores del Profeta aplicaron sus enseñanzas sin que la “umna” o comunidad de creyentes se resquebrajara. Estos cuatro califas son Abu Baker, que gobernó entre el año 632 y el 634, Omar (634-644), Osmán (644-656) y Alí (656-661).
Después vendría la división entre suníes y chiíes, entre omeyas y abasidas, entre Damasco y Bagdad, un enfrentamiento que se prolongaría durante setecientos años pero que también coincidiría con los periodos en los que el islam alcanzó mayor expansión y esplendor.
Quinientos años después, el sistema político-religioso dirigido por un califa vuelve de nuevo a Oriente Medio bajo la jefatura de Abu Baker al Baghdadi, fundador y líder del Estados Islámico de Irak y Siria (ISIS). De acuerdo con la proclama reproducida por varios medios de comunicación, entre ellos la cadena televisiva Al Jazeera y la agencia France Presse, el nuevo Califato comprende los territorios bajo su control que van desde la ciudad de Alepo en Siria hasta la frontera con Irán en la provincia iraquí de Diyala.
Según la alocución del portavoz del ISIS, Abu Moahammad al Adnani, este movimiento deja, por lo tanto, de hacer referencia a las entidades nacionales de Irak y Shams, término generalmente traducido como “levante” pero que, en realidad, indica el antiguo nombre de Siria. A partir de este domingo, no existe la frontera entre esos dos territorio y cualquier documento del ya extinto ISIS deberá llevar como membrete la denominación “Estado Islámico”.
Adnani también informaba que la Shura o consejo islámico del ISIS había decidido que el nuevo califa y, por lo tanto, principal autoridad de todos los musulmanes sea Abu Baker al Baghdadi, una persona que ha superado en radicalismo incluso a la actual dirección de Al Qaeda.
Aunque no se mencione expresamente en esas declaraciones, se considera que la capital del Califato estará en Mosul, ciudad que cayó en manos del ISIS a mediados de junio gracias al apoyo de grupos tribales y de restos del régimen baasista, de forma especial el grupo Naqshbandiya formado por el ex vicepresidente iraquí Izzat Ibrahim al Duri.
Los primeros decretos publicados en Mosul tras la ocupación por esta alianza baath-yihadista dejan meridianamente claro el retroceso en siglos que se producirá en esta parte del mundo, donde durante más de 2.000 años han coexistido distintas religiones y culturas.
En esos decretos se establecen castigos de carácter medieval como el corte de la mano a los ladrones o la destrucción de aquellos mausoleos, estatuas o monumentos que por corresponder al periodo pre-islámico son producto de la “ignorancia”. En este sentido existe entre los especialistas en Oriente Medio una gran preocupación por el destino que puedan correr verdaderas joyas arqueológicas para la Humanidad, como las ruinas de la ciudad de Hatra, antigua capital de los partos que ahora han quedado dentro del territorio califal.
Algunos monumentos no aceptados por esta interpretación extremadamente radical de la religión musulmana ya han desaparecido en la ciudad de Mosul. Eso es lo que ha ocurrido con el mausoleo del mulá Osmán al Mosuli, del siglo XIX, de la tumba del filósofo Al Athir, que viajó en el siglo XII con el ejército de Saladino, y la estatua en honor del poeta iraquí Abu Tammam.
Además de obligarles a llevar velo y ropas amplias, las normas que ya rigen en la principal ciudad del Califato ordenan a las mujeres que salgan de casa solo cuando sea totalmente necesario. Los pocos cristianos que han quedado en Mosul, están obligados a pagar la “jizya”, un impuesto especial que les permite seguir practicando su religión.
En este sentido, la Comisión Iraquí de Derechos Humanos ha informado que un cristiano de Mosul se habría suicidado después de que miembros del ISIS violaran delante suya a su mujer y a la hija de ambos por no pagar este impuesto. Según Sallama al Khafaji, portavoz de esa asociación, la familia cristiana había asegurado antes a los miembros del ISIS que no tenían la suma de dinero que les reclamaban.
Una de las pocas imágenes que existen del nuevo califa. / Ministerio del Interior Irak
Ciudadanos iraquíes inspeccionan los daños en un mercado tras un ataque aéreo del ejército iraquí. / Efe
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