Cáritas es una organización social de la iglesia católica cuasi intocable y es sacralizada por una parte del catolicismo más popular y por los medios de comunicación y también es exaltada por una parte de la sociología que, a través de la fundación de Cáritas – Foessa, impulsa estudios de apariencia crítica y alternativos y sin embargo Cáritas , desde que la dictadura le encargó el reparto de la leche en polvo americana en los años cincuenta, es una institución a menudo presidida por gente de orden, por policías y militares; sin ir más lejos el actual presidente, Manuel Breton, es un teniente general que ha sido secretario personal del Rey Juan Carlos I y quien sustituyó al exdirector general del policía Rafael del Rio quien hizo una extraña carrera desde la brigada político social del franquismo a presidente de Caritas.
En la actualidad Cáritas maneja un presupuesto cercano a los 400 millones de euros proveniente, en gran medida, de las subvenciones públicas. La primera crítica que se puede hacer es la siguiente: se hace caridad cristiana con dinero público, algo que viola la neutralidad confesional que deberían mantener las Administraciones Públicas. Muchas de las subvenciones de Cáritas las recibe por ser Cáritas y sabemos que, en España, mucho dinero que trasiega por las organizaciones no gubernamentales no es debidamente fiscalizado; piénsese, por ejemplo, en los escándalos de la Cruz Roja en tiempos de la socialista Carmen Mestre. Otra reflexión de fondo que cabe hacerse es si es aceptable que la filantropía privada se financie con fondos públicos en un país donde prestaciones sociales básicas no están garantizadas para todos los ciudadanos.
No obstante, debemos decir que los informes FOESSA, desde su primer informe en 1966, bajo la coordinación de un jovencísimo Amando de Miguel, han estado a la cabeza de los estudios sobre la pobreza y la exclusión social en nuestro país. Sus últimos informes, el ultimo es del año 2018, son apabullantes en datos y cifras, pero cada vez son más ideológicos en su literatura. En realidad predican y abogan, en estos informes, por un asistencialismo caritativo para los pobres donde las organizaciones caritativas, hoy disfrazadas bajo el eufemístico nombre de Tercer sector de asistencia social, deben jugar un papel esencial y ello contrasta con los informes de los años setenta que bullían de optimismo y no concebían otra solución a la exclusión y la pobreza que no fuera el desarrollo económico general, incluso planteando el conflicto social como elemento central para que el desarrollo económico tuviera en cuenta a los olvidados y excluidos.
Por el contrario, en la actualidad, muchos de los informes que son financiados por las ONGS religiosas parecen interesados en resaltar los aspectos de la desigualdad para después realzar el papel de asistencialismo de las ONGS envuelto todo ello en encíclicas papeles mezclándose con discursos sociólogos críticos del ámbito del espiritualismo cristiano anticapitalistas tipo Buenaventura Dos Santos. Por eso, en este tipo de informe, se insiste mucho en los cambios éticos de la sociedad donde, según este tipo de literatura, la religión, se encuentra en una especie de superioridad frente al civilismo secular que se identifica con un cosmopolitismo no arraigado y con poca empatía con los problemas de los más pobres.
Leemos en el último informe FOESSA de 2018 “No obstante, resulta asimismo incuestionable que el cristianismo —y otras corrientes religiosas— tienen capacidad no solo para impulsar una ingente cantidad de obras caritativas e iniciativas sociales o para ofrecer una motivación radical para el compromiso y aportar la energía crítica y transformadora originada por su espiritualidad, sino también para presentar al debate público valores éticos y visiones de la vida o de la sociedad que pueden mejorarlas profundamente, haciéndolas más justas y fraternas(…) . Y, sin embargo, muchos de los valores laicos vigentes en las sociedades europeas poseen un trasfondo religioso, aunque no siempre sea reconocido” y prosigue “las Escrituras judías y cristianas tienen mucho que decir acerca de algunas cuestiones de vital importancia —como la muerte, el sufrimiento, el amor, la autorrenuncia y otras por el estilo— sobre las que la izquierda ha mantenido, en su mayor parte, un embarazoso silencio». Para después seguir insistiendo en el papel de las organizaciones caritativas “La aportación del Tercer Sector de Acción Social, profundamente afectado por la crisis de 2008 en sus medios, su misión y su imagen, sometido a la misma crítica que otras instituciones «tradicionales», pero que durante estos años ha sido capaz no solo de seguir cumpliendo su función rescatadora y protectora, sino también de afrontar una profunda revisión de su identidad y funcionamiento, reforzando su dimensión transformadora”.
Como vemos es un revival del asistencialismo caritativo y de la doctrina social cristina de la cual, en nuestro país, se hacen eco los principales líderes de la izquierda que, para legitimar tal o cual medida, se reivindican del Papa Francisco como hace a menudo Alberto Garzón, Yolanda Díaz o Iñigo Errejón. Esa idea de sacralizar los argumentos seculares, arguyendo la autoridad papal, constituye una especie de neopopulismo que suele ocultar un vacío de propuestas y alternativas cívico políticas. Si en los informes FOESSA de los años 70 se consideraba la pobreza y la exclusión social como algo estructural que se podía superar con un impulso del desarrollo económico general ahora se considera insuperable y se plantean toda una gama de medidas que pueda configurar lo que en el Vaticano se denomina el “capitalismo inclusivo”.
Más allá de esta crítica de fondo a este tipo de informes sobre la pobreza y la exclusión -que no se adentra en las causas estructurales de la pobreza – tenemos que resaltar las conclusiones que en el informe FOESSA de 2021 denominado “Sociedad expulsada y derecho a ingresos”, y dedicado a la pobreza y exclusión pos-covid plantea:” Podríamos describir la situación actual del eje integración-exclusión como una sucesión de estanques y cascadas donde ha habido un trasvase desde la integración plena, que pierde caudal, a la integración precaria, de ahí a la exclusión moderada y, por último, a la exclusión severa, que es el que más crece en volumen. La consecuencia directa de esto es que 11 millones de personas en nuestro país viven en situaciones de exclusión social; son 2,5 millones más que en 2018”. Algunas de las soluciones que plantea trasciende, afortunadamente, el mero asistencialismo caritativo, que significa el denominado ingreso mínimo vital que ha planteado el gobierno el cual se analiza en el informe y se califica como fracaso proponiéndose en cambio “una Renta Garantizada de ciudadanía que diera cobertura a las necesidades básicas de todas aquellas personas o familias sin un mínimo de ingresos, como situación de urgencia, mientras se estudia viabilidades de nuevas formas de protección” .
En nuestro país es urgente luchar por soluciones inmediatas para mucha gente, si no el asistencialismo caritativo crecerá ya que hasta Cáritas misma se da cuenta de esta preocupante situación. A un antiguo alto funcionario de la ONU se le interrogó sobre la pobreza y dijo que era como una jirafa: cualquiera la puede identificar y señalar, pero es muy difícil describir.