Salió de su templo El Perdón como lo hace siempre: apoteosis de una hermandad que nada más tocar calle recibe una inyección cofrade que la transfigura. Sus primeros tramos, los que van desde la iglesia hasta la Avenida del Ejército Español, prometían y cumplían las mejores expectativas. Gentío en las aceras. Se sabía que otra vez, desde aquel 2013 gozoso, la hermandad llevaba un pergamino de libertad al que le faltaban dos firmas, de sendos Rafaeles: Mariscal, el hermano mayor, y B. B., el indultado.
Ante la Comandancia de la Guardia Civil vivió El Perdón sus mejores instantes de la jornada. Una sección de honores de la Benemérita aguardó, junto con una plana mayor encabezada por el teniente coronel , a cada uno de los pasos: el Amor, al que ofrendó flores; el Perdón, que protagonizó el capítulo emotivo del día con la liberación del reo, y la Virgen de la Esperanza, a la que esperó para homenajear a los caídos en servicio. Con su presencia bajo palio los agentes honraron la memoria de sus compañeros muertos en acto de servicio al entonar “La muerte no es el final”, y los presentes lloraron, literalmente, como la bandera a media asta del cuartel, de luto por los atentados perpetrados en Bruselas.