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La Orden del Temple defiende el uso del crucifijo como símbolo de sacrificio y entrega a los débiles

El Gran Priorato de España de la OSMTJ está convencido que la gran aportación del cristianismo a la formación de la moderna Europa, y por ende a la civilización occidental, ha sido el reconocimiento de la dignidad de la persona y la inviolabilidad de los Derechos Humanos que deriva del ser hombre, sin distinciones de razas, lenguas y religiones.

Es imposible negar que el cristianismo es uno de los ingredientes fundamentales que han servido para forjar el carácter europeo y de la propia Europa. Desde el Gran Priorato de España de la OSMTJ estamos convencidos que la gran aportación del cristianismo a la formación de la moderna Europa, y por ende a la civilización occidental, ha sido el reconocimiento de la dignidad de la persona y la inviolabilidad de los Derechos Humanos que deriva del ser hombre, sin distinciones de razas, lenguas y religiones.

El crucifijo, símbolo del cristiano, es además de un símbolo religioso, una alegoría al sacrifico y amor desinteresado hacia los demás, especialmente a los más débiles, seña de una justicia elevada por la misericordia; además de consuelo de los pobres, los humildes, los sencillos y los perseguidos. El propio Preámbulo del proyecto de Constitución europea reconoce que los valores que defiende: dignidad, libertad, igualdad, solidaridad, ciudadanía y justicia no han nacido de la nada, sino que tienen un origen cultural, religioso y humanista cuya impronta sigue aún viva en la sociedad europea; aunque sus redactores no se hayan atrevido a indicar la fuente de ello, el cristianismo.

Por este motivo no entendemos la persecución que en los últimos tiempos se está llevando a cabo contra el símbolo de la cruz en nuestro país. Nos parece claro que invocar derechos y libertades para eliminar los símbolos del cristianismo, de nuestras raíces y de nuestra cultura, es sólo un pretexto jurídico para enmascarar los sentimientos de odio religioso que empieza a rozar ya una cierta “cristofobia”.

Es difícil pensar que un crucifijo pueda ser una amenaza para la educación y el estado laico, cuando el significado del mismo representa todo por lo que la Europa de hoy en día ha luchado durante siglos. Nos preocupa la pérdida de memoria que los responsables políticos parecen tener respecto a las tradiciones y a los valores que han dado esencia a Europa y que suponen un ejemplo de salvaguarda de los derechos humanos al resto de los países del mundo.

La identidad europea, está estrechamente ligada al cristianismo, implantándose durante siglos en los pueblos que componen Europa y cuyo modelo ha sido exportado a lo largo de la historia. Nuestra cultura, nuestra tradición, nuestra civilización occidental, con el modelo de derechos y libertades que representa, tiene un importantísimo aporte cultural y espiritual del cristianismo. Las tres fuentes de la cultura europea han sido la concepción filosófica y jurídica greco-romana, el patrimonio religioso judío y sobre todo el legado del cristianismo, centrado en el Nuevo Testamento y en la figura de Jesús de Nazaret.

Por ello no es de recibo la posición de los que intentan abordar el hecho religioso en la vida pública con una visión excluyente que tiene la pretensión de constituir la única aportación posible para la ordenación de la sociedad. Estos posicionamientos son rechazables, además no dialogantes y fundamentados en prejuicios y en falsos razonamientos.

Ante esta campaña de acoso a los símbolos cristianos, que no es otra cosa que un ataque a los más hondos principios del cristianismo y por ende de nuestra civilización, el Gran Priorato de España ha emprendido una campaña para que sin ningún tipo de rubor podamos exhibir la cruz, convencidos de nuestra tradición y de la base cristiana de nuestra tradición europea y occidental basada en principios como dignidad, libertad, igualdad, solidaridad y justicia para todos los seres humanos; principios que por desgracia siguen echándose en falta en otras culturas.

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