El declive de feligreses y la caída de la fe han generado un sobrante de templos que se están convirtiendo en edificios de nuevos usos. La capital británica ofrece un catálogo de este cisma arquitectónico que va de lo sublime a lo brutal.
La entrada en un templo casi siempre produce sosiego y tranquilidad por ser un amplio espacio en silencio que invita a la paz, la reflexión y la búsqueda del significado de la vida incluso cuando se hace una visita turística. Por más pequeño que sea un pueblo, puede carecer de escuela, pero la iglesia está siempre allí; palacios y castillos tienen hasta capilla propia. Iglesias, templos, santuarios, ermitas, catedrales, rectorías, oratorios y basílicas convertidas en estudios de grabación, gimnasios, restaurantes, centros culturales o cívicos, pubs, escuelas, auditorios o pisos. De todo hay en la viña del Señor.
Las últimas cifras del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) apuntan a que con la pandemia los españoles se han hecho más laicos. De febrero a noviembre de 2020 los católicos creyentes y/o practicantes han caído siete puntos; los practicantes han pasado del 20.4% al 18.8% y los creyentes han bajado del 46.6% al 41%; unos 3,3 millones de españoles de los 47,43 millones de empadronados han dejado de creer en Dios. Una tendencia que no es nueva; lleva décadas en la misma dirección; como en el resto de Europa.
A Antonio Gaudí le llamaron el arquitecto de Dios; a Steve Tompkins, de 61 años, le podrían llamar el arquitecto del espíritu por los atributos espirituales que percibe y mima en los edificios que restaura; ello se agrava cuando se trata de reconvertir una iglesia en un espacio de nuevo uso. «Los edificios tienen una historia invisible de personas que han pasado por ellos y que no se han conocido, pero lo han compartido, y esa historia se concentra en la arquitectura; las iglesias son un buen ejemplo de estas capas de historia que hay que respetar», explica el arquitecto, sentado en un banco de un parque en el norte de Londres cuando la ciudad vive en estado de alarma por la nueva cepa de coronavirus que ha brotado en el sur de Inglaterra. Solo pueden quedar al aire libre dos personas de hogares distintos.
En 2019 la revista del sector teatral The Stage nombró a Steve la persona más importante del año por la reconversión que ha hecho de teatros; la primera vez que el galardón recae en su oficio. Una extravagancia de la que dice que «los teatros y las iglesias tienen algo en común que es la puesta en escena, en ambos lugares hay algo de performance, pero los teatros que he remodelado han continuado siendo teatros y las iglesias, en cambio, se han adaptado a otras funciones; la que estamos reformando en Londres será un centro cívico con polideportivo, una cafetería y una residencia para personas vulnerables». Otras iglesias, como Union Chapel del barrio de Islington, compatibilizan las misas y los rituales religiosos con los espectáculos musicales y el mercadillo semanal para los sin techo.
No lejos del parque de Hampstead Heath, donde hacemos la entrevista, un vistoso templo con presencia casi de catedral ha sido transformado en estudio de grabación musical en el que Queen registró el disco Bohemian Rhapsody. Delante de la parroquia mudada en magnetófono, otra iglesia hace de escuela primaria. Al parecer de Steve Tompkins, que con Graham Haworth creó la firma Haworth Tompkins Architects en 1991, «reconvertir una iglesia en pisos, para mí, es brutal porque implica demasiada destrucción, de lo vertical o lo horizontal no se puede pasar». Ejemplos de este tipo, que él no haría, se ven por todo Londres observando por enteras vidrieras por fuera, divididas por dentro en distintos niveles.
Steve Tompkins es del tipo de arquitectos que funden la ingeniería y lo puramente técnico con el arte y la creatividad subiendo en cada proyecto el listón profesional; no hay dogmas en el uso de materiales o formas; no hay que copiar el pasado, sino incorporarlo a lo contemporáneo. A su parecer, «el mayor reto al que nos enfrentamos los arquitectos no es la estética ni la economía, sino el cambio climático; hacer edificios que funcionen con mínima energía porque ya es tarde para cumplir los objetivos del Acuerdo de París y todos los objetivos fijados». Para hacer arquitectura ecológica, Steve es uno de los fundadores de Architects Declare, una red de marcas, empresas e iniciativas, fundada en mayo de 2019, a la que se han incorporado más de 5.000 firmantes entre arquitectos y profesionales de otros campos vinculados a la construcción con el objetivo de hacer una industria sostenible. La iniciativa ha generado polémica entre los arquitectos que levantan aeropuertos por el mundo.
El reto de la sostenibilidad a la hora de restaurar una iglesia o construir una casa no se limita únicamente a la calefacción, ventilación, uso de agua y electricidad o mantenimiento del edificio en general, sino que incluye también el proceso de construcción y el eventual derribo; desde el transporte de materiales y mano de obra hasta la eliminación o reciclaje de los mismos. «En Inglaterra somos bastante buenos si nos comparamos con EE.UU. en lo que concierne a la sostenibilidad de la industria», asiente Steve, ganador del premio Stirling.
La reconversión de iglesias, a su entender, empezó en Inglaterra en la década de 1950 tras un paréntesis posterior a la Segunda Guerra Mundial. «Cuando remodelamos el teatro Young Vic entraban personas que recordaban el refugio que había sido en la guerra», recuerda en su anhelo de poner vida humana a los techos y las paredes de sus obras, como hace con la conversión del viejo Ayuntamiento de Battersea (Londres) en centro cultural. «Allí se inició el movimiento sufragista y eso hay que tenerlo en cuenta y plasmarlo en la arquitectura contemporánea empática», así pone su sello de arquitecto, empático con sus edificios.