Si se «cargan» la educación pública, desde la privada se manejará mejor la influencia ideológica. Y encima se beneficiará a los suyos, los inversores en la enseñanza privada. Una operación genial.
La mujer de mediana edad levantó la mano para intervenir. Cuando empezó a hablar se la vio preparada. Parecía consciente de lo que iba a suponer la nueva ley de educación. Ella y otros que intervinieron ofrecieron propuestas para poder contrarrestar ese proyecto; se devanaban los sesos pensando en cómo transmitirlo a la opinión pública. Alguien propuso denunciar a tribunales internacionales esta flagrante (según su parecer) violación de los derechos humanos. El Presidente de Europa Laica decía que no se trataba de una cuestión legal, que era política. Que en otras ocasiones, cuando se trató de ilegalidades, sus servicios jurídicos presentaron batalla y en algunos casos se consiguió ganar. Se trataba de una cuestión ideológica, no había posibilidad de denuncias legales (así lo veía él al menos). A su entender, no habían resquicios legales como para denunciar esto ante ningún organismo internacional. Se habló de los privilegios de la Iglesia y de denunciar el tratado con la Santa Sede. Salió también el tema de la exención de los impuestos, del IBI (Impto. sobre Bienes Inmuebles) que no pagan a los Ayuntamientos… Batallitas, batallitas, batallitas… Estábamos en una charla sobre la nueva Ley de Educación organizada por Cullera Laica.
Tuve la clarísima sensación de que estaba cundiendo el desánimo entre todas aquellas personas, de formación universitaria la mayoría y vinculadas al mundo de la enseñanza, que desde dentro del Sistema, desde sus asociaciones, plataformas y partidos políticos… desde sus luchas activistas por un mundo mejor… se hundían de impotencia. Mi percepción estaba siendo muy clara. Tenía la impresión de que nos estábamos perdiendo en el detalle, de que no veíamos la esencia del problema.
Había leído en multitud de ocasiones, un montón de argumentos que rechazaban el proyecto de ley sobre la nueva educación que los conservadores quieren implantar en España. En esta charla que organizó la asociación Cullera Laica en L’Escolàstica, una escuela que fue fundada hace poco más de cien años por alguna gente muy avanzada de Cullera y que pretendía que sus hijos aprendieran sin dogmas; gente que ya por aquel entonces proponía sacar la religión del ámbito público, sobretodo de la enseñanza a los niños, y dejar esto en el ámbito de lo privado; gente que tuvo que confesar públicamente que eran creyentes religiosos cristianos o católicos, pero que querían para sus hijos y conciudadanos una escuela que formara personas librepensadoras, con criterio propio, sin interferencias ideológicas que condicionaran su visión humanista del mundo. Se habló de que hay una contradicción intrínseca en la concepción del librepensamiento, ya que de hecho, sólo si hay libertad hay pensamiento; que si alguien no es libre no se puede decir que realmente piense; y en definitiva, que sólo aquellas personas que piensan son libres
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