Así lo entendió la República al multiplicar los sueldos de los maestros y darles la ineludible preparación para que dejaran de imponer los conocimientos básicos y pasaran a formar a los alumnos con el fin de que poco a poco adquirieran criterio y aprendieran a entender, a aprender y, en definitiva, a ser libres. La cultura llegó a los lugares más re- cónditos del país gracias a las misiones pedagógicas, e incluso durante la guerra a las trincheras del frente. Es más, al afirmar el president Macià: "Los maestros son los primeros ciudadanos de Catalunya", añadió lo primordial a la labor y la figura del maestro: respeto y prestigio.
La escuela pública y laica parte del fundamento de los derechos humanos: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos". La escuela pública y laica forma a los alumnos en valores cívicos, destierra prebendas de nacimiento, riqueza o raza y educa en el respeto a la diversidad y en la igualdad. Según Kapuscinsky, el país que ha sufrido una dictadura tardará un siglo en recuperar los valores democráticos. Uno como el nuestro, cuya historia se nutre de monarquías absolutas y espeluznantes dictaduras, ¿cuánto tardará en aprenderlos, si aún hay escuelas privadas subvencionadas que siguen inculcando a sus alumnos las ideas que esclavizaron a los ciudadanos de nuestro oscuro pasado?
La escuela pública no hace diferencia entre niños y niñas, blancos y negros, católicos, judíos o musulmanes, que ya tienen sus parroquias, sus mezquitas y sus sinagogas, sin contar las propias familias, para inculcar a los suyos valores trascendentales que no tienen por qué ser impuestos a los demás alumnos.
Solo un Gobierno que tenga en mente conseguir esta escuela podrá reducir los años que Kapuscinsky nos augura.
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