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La mujer vista por la iglesia

La mujer es, a mi juicio, la olvidada y humillada tradicionalmente por la iglesia y su jerarquía. Y esto no es de ahora o desde hace mucho tiempo; se alcanza a la misma creación bíblica de la mujer. Se la responsabiliza de la expulsión del paraíso por aquello de la manzana y su pecado original. Y no es eso lo peor, es que a partir de entonces, la mujer pare con dolor, siente vergüenza por la desnudez, el hombre ha de conseguir el pan con el sudor de su frente. Yo, cuando como una manzana, me siento culpable y corresponsable de aquel inmenso pecado frutal.

            Si leemos el libro sagrado de los católicos, la Biblia, y el Nuevo Testamento y las Epístolas de los apóstoles, encontramos textos que dejan a la mujer a la altura del betún. Y el caso es que para la iglesia y su jerarquía esos libros son dogma y hay que creerlos a pie juntillas, con la fe del arriero. Por muy inverosímil que sea el texto, es dogma y, por lo tanto, cuestión de fe. Cuántos no han sido quemados en la hoguera al no querer comulgar con ruedas de molino. Hasta grandes científicos tuvieron que claudicar antes de ser quemados en las hogueras de la, curiosamente, Santa Inquisición. Galileo Galilei por ejemplo.

            Y el hombre siempre ha sido superior a la mujer en todo, y lo sigue siendo. Cómo, si no, se explica que la mujer no pueda acceder al sacerdocio o al episcopado en igualdad al varón? No es eso, acaso, un desprecio humillante para la mujer? Cómo es que la mujer sigue siendo una fiel feligresa y no reivindica su igualdad y acepta esa discriminación? No lo entiendo, no lo puedo entender y no sé cómo la mujer lo acepta sin protestar.

            En el matrimonio católico, el sacerdote celebrante lee a los contrayentes (al menos a mi me lo leyeron en mi boda) la Epístola a los  de Éfeso (5.22-24) donde se recoge expresamente lo siguiente:

22.- Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor.

23.- Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia. El mismo el Salvador del cuerpo.

24.- Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.

Menudo catecismo de honra a las mujeres. Todo lo demás es un añadido postizo que quiere paliar lo que es (y era) inconcebible. ¿Qué diferencia hay con los musulmanes? ¿Y con los judíos? Y, sin embargo, las mujeres siguen creyendo en una iglesia que santifica a personajes que las someten a la esclavitud. Lógicamente, ahora la legislación no apoya esas aberraciones religiosas, pero es la legislación estatal y laica, no la eclesiástica que la mantiene como dogma que hay que mantener y respetar. Bien es verdad que hoy la mujer se salta esas cosas pero sigue yendo a misa, apoya sus ritos, reza a ese dios que las esclaviza, que no las acepta en el sacerdocio, que no las admite en los órdenes sagrados, ese estado teocrático de solo hombres y dicen que la mujer es inferior en todos los órdenes al hombre. ¿Cómo es posible? Pues las hay, y no son ignorantes, sino que quieren defender sus ideas en la política actualmente negando, por ejemplo, el machismo. Véase los postulados de Vox y sus mujeres dirigentes que defienden ideas retrógradas inaceptables. Bueno, yo creo que Dios no es así, sino sus seguidores que, si Cristo volviera otra vez a la tierra, lo volverían a crucificar y harían de su vuelta un negocio rentable para sus bolsillos.

Y la virginidad de la Virgen, ¿cómo se sostiene? Fisiológicamente es imposible, y más aún que “la paloma” deje encinta a una mujer y el marido tenga que comulgar con ruedas de molino. ¿Cómo puede ser dogma eso? Pues lo es y la gente se lo cree.

Y si analizamos algunos santos de la iglesia, nos encontramos con casos curiosísimos. Veamos nuestra propia historia patria: Isabel II, reina católica de España, de la corte de los milagros, cuyos consejeros máximos eran la “monja de las llagas” (sor Patrocinio, Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga Capopardo) y el obispo santificado San Antonio María Claret. Ninfómana real que se pasó por su real cama a toda la guardia real, (valga la redundancia), tuvo varios hijos, entre ellos el heredero Alfonso XII, que era hijo de un miembro de la guardia real, Enrique Puigmoltó y Mayans, ya que su padre (marido de la reina) era homosexual convicto y confeso y aceptaba la paternidad de todos los hijos extramatrimoniales de su esposa previo pago de unos cuantiosos emolumentos. Y el santo obispo, confesor de la reina, perdonaba cada mañana los pecados que la reina cometía en su real cama cada noche. Así cualquiera. Y ella fue reina y él santo.

Hipatia, una gran filósofa, matemática, astrónoma, escritora e inventora griega, que vivió en Alejandría, donde había nacido (entre el 355-370) y murió asesinada (año 415) por su enfrentamiento con san Cirilo que, al no conseguir que se convirtiera al cristianismo, ordenó a sus esbirros que la asesinasen descuartizando y desollando su cuerpo. Acto muy piadoso de un patriarca de Alejandría santificado. Y así, ¿cuántos podríamos citar?

Sin ir a tiempos tan lejanos, ¿cómo es posible que san José María Escrivá de Balaguer sea santo? A estas alturas y conociendo un poco su vida, su evolución, sus ambiciones y su hipocresía y la falsedad de su Opus Dei, ¿quién puede admitir su santidad?

Y más cercano, san Juan Pablo II, ese papa que recriminaba con dedo amenazador en Nicaragua a un sacerdote porque defendía la iglesia de los pobres y a los más desfavorecidos. Y no es invención maligna, están las imágenes que pueden verse. Y sin embargo, en muy poco tiempo, sin abogado del diablo, sin proceso, sin alharacas, fue santificado pocos años después de su muerte (9 años después de morir). ¿Cuáles son sus milagros?

            En el libro de Jesús Infante, La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia (Ruedo Ibérico, 1971), cuyo título predispone en contra de la iglesia y sus colaterales apoyos radicales (léase también Los jesuitas y otras órdenes religiosas), nos habla del clerical-autoritarismo y cómo fue introduciéndose subrepticiamente, de modo callado pero implacable, en todos los órganos del Estado surgido tras la Guerra Civil en la dictadura de Franco que se apoyó incondicionalmente en la iglesia. No olvidemos que Franco entraba bajo palio en las iglesias y que los curas y la jerarquía tenían carta de corso en todas las instituciones civiles. La inmensa mayoría de los ministros del dictador eran del Opus Dei y su impronta la dejaron en leyes que afectaban a los ciudadanos o, mejor súbditos, fueran o no católicos. El matrimonio era canónico al que se le daba valor civil; no había divorcio, pero sí nulidad matrimonial que, tras pago de una alta cantidad de dinero, la iglesia anulaba. En definitiva, no existía el divorcio, pero sí la nulidad canónica… si tenías dinero e influencias para conseguirlo.

            Y la enseñanza que estaba –y casi está– en manos religiosas para aquellos sectores que se lo puedan permitir. Y lo más sangrante, a mi modo de ver, es la enseñanza concertada que se paga con los impuestos de todos pero es religiosa y confesional y la maneja la jerarquía a su entera discreción. Y se sigue manteniendo, aún en la enseñanza pública la enseñanza religiosa. ¿Para cuándo el Estado dejará de ser confesional para ser laico? El que quiera enseñanza religiosa que se la pague y asista a la parroquia, a la sinagoga, a la mezquita o a la pagoda, donde le apetezca, pero que nadie reciba un adoctrinamiento de ningún tipo porque eso perjudica a la libertad de conciencia y a la libertad individual. ¿Cuándo se va a romper el Concordato con la Santa Sede? ¿Por qué no unas relaciones como con cualquier otro país del mundo? Claro que la historia patria siempre ha estado plagada de sotanas y coronillas de curas. Y además de todas las prebendas educativas, ¿no han notado que los colegios privados están sólo en las grandes ciudades? Si tanto les preocupa la enseñanza, la educación y formación de la infancia y la juventud, ¿por qué no hay escuelas privadas en esos pueblos perdidos de la España vaciada? Muy sencillo, ahí no hay negocio, no hay provecho e influencia. ¿Qué puede hacer un pequeño agricultor de La Alpujarra si apenas puede sobrevivir? Sin embargo, la burguesía, los ricos, los verdaderamente influyentes están en las grandes ciudades –aunque alguna vez se disfracen de campesinos de opereta– que es de donde pueden sacar el beneficio tanto económico como social. Y lo curioso, lo desesperante, es que mucha gente del campo, trabajadores, asalariados, siguen ciegamente las doctrinas de esa miserable iglesia que ha dejado de ser de los pobres para ser su madrasta y la amiguita de los ricos. Como decía Cicerón, ¿hasta cuándo?

                Y una experiencia personal no muy lejana. Cuando en 1972 mi suegra quiso vender unas tierras que eran de su marido que había muerto sin testamento, hubo de hacer cada hijo un poder notarial para que ella, en su nombre y en el de sus hijos, pudiera realizar la venta. Nosotros estábamos en Mallorca, donde ejercíamos la docencia, y fuimos a un notario amigo para redactar el dichoso poder, pero nuestra sorpresa vino cuando nos dijo que antes de eso, yo tenía que hacer un poder autorizando a mi mujer a hacer el otro poder para su madre. No era entendible. Las tierras eran suyas y no habían sido adquiridas después del matrimonio y, por lo tanto no eran bienes gananciales. Pues no pudo ser, tuve que autorizarla yo para que ella pudiera hacer a su vez, el poder a favor de su madre. La mujer dependía en todo del marido. Y no sólo en eso, sino para poder trabajar, para tener una cuenta de ahorro, o para cualquier iniciativa propia, aunque fuera mayor de edad.

            Qué país, qué iglesia y qué gentes que siguen aún, con un fanatismo de otras épocas, defendiendo a capa y espada a esa iglesia castradora de la libertad individual y colectiva. Véase, sino, esas procesiones, esas advocaciones marianas o esas tradiciones que se siguen a pie juntillas. Recuerdo que en una ocasión, en el Rocío, la advocación a la virgen de Doñana, un rociero que oyó a alguien criticar el robo de la imagen, se volvió indignado y dijo todo airado: “Me cago en Dios si alguien se mete con mi Blanca Paloma”. Qué fe más rara.

            Y podríamos seguir. La Constitución ha quitado y abolido algunas leyes injustas, pero otras muchas siguen y no hay modo de quitarlas. Quizá dentro de alguna que otra generación eso se logre; lo que siento es que yo no estaré aquí para verlo. Vale.

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