Hace escasamente un mes, el obispo de Tarragona, en consonancia con la misoginia propia de la Iglesia católica, sumaba una perla más al catálogo de despropósitos que, en relación con la mujer, sueltan de vez en cuando los jerarcas cristianos. Dijo, en una entrevista de la televisión pública catalana, que las funciones de la mujer son criar hijos y cuidar al marido, mientras negaba toda posibilidad a las mujeres de ejercer función de responsabilidad alguna en la Iglesia. Así ha sido siempre y así será, aunque ignoro el motivo de tanto interés por parte de algunos sectores cristianos de base en dotar a las mujeres de funciones de mando en una organización religiosa que siempre, por sistema, se les ha negado. Es como pretender dar poderes a un demócrata en una organización fascista, o a un ecologista en una asociación de cazadores. Aunque éste es otro cantar que no viene al caso.
La derecha y la moral religiosa contra la mujer
La ascensión al poder del PP dota a la Iglesia católica, por sus afinidades en intereses políticos e ideológicos, de unos márgenes de actuación muy superiores a los que debería ostentar en cualquier contexto democrático. El hecho es que, a escasos tres meses de la formación del nuevo gobierno, la población femenina está viendo reducir sus derechos, sus logros y libertades. Enarbolando los “recortes” como siniestra bandera, el nuevo gobierno está cerrando centros de acogida, está dejando de subvencionar asociaciones de lucha contra el maltrato, está cerrando centros de mujeres, ha congelado la Ley de dependencia y está modificando con mentalidad medievalista la Ley del aborto. Y todo ello en un marco de evidente ofensiva contra la igualdad y la dignidad femeninas conquistadas a lo largo de varias décadas, y en consonancia con la estrecha complicidad de la moral retrógrada de la Iglesia española en cuanto al desprecio a los derechos de la mujer.
Vuelta al modelo femenino de la dictadura
Afirmaciones como la del obispo de Tarragona parecen pretender inducir a la mujer española a una situación obsoleta que vivía no hace mucho; una situación que la reducía a mínimos, que la alejaba de la vida intelectual y laboral, que la enclaustraba en el hogar, con la función soporífera de “sus labores”, constriñéndola al papel cosificado y sumiso de ama de cría y esposa y mater amantísima. Un papel que se adivina inmediatamente cuando se leen textos que se difundían, a modo de panfletos de propaganda humillante y pueblerina, en la dictadura.
La mujer ideal para la derecha
Me refiero a textos que, incluso, se estudiaban en los currículos educativos, como es el caso del escrito de Pilar Primo de Rivera en 1958, que formaba parte del temario de “Economía doméstica para Bachillerato y Magisterio”, donde se leen improperios surrealistas tales como “(Cuando tu marido llegue del trabajo) prepárale una bebida fría, elimina zumbidos de lavadora o aspirador, no le pidas explicaciones, recuerda que él es el amo de la casa…Anima a tu marido a poner en práctica sus aficiones, si tú tienes alguna intenta no aburrirle hablándole de ella, ya que los intereses de las mujeres son triviales comparándolos con los de los hombres…. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes… Puedes después ajustar el despertador para levantarte un poco antes y tener lista una taza de té para cuando despierte….”
La mujer ideal del siglo XXI
Este es el modelo de mujer que se vivió en España hasta hace pocas décadas, aunque cueste creerlo; un modelo de “mujer ideal” basado en la humillación, en la negación más vejatoria de su dignidad como ser humano, en el ostracismo laboral, cultural e intelectual, y en la apología de las relaciones amo-esclava. Un modelo tremendamente dañino no sólo para las mujeres, sino también para los hombres. Porque los hombres y las mujeres, como individuos y seres humanos, aspiran, como garante de complicidad y felicidad, a relaciones auténticas, de compañerismo, de intimidad emocional, de igualdad esencial, de apoyo mutuo, de autenticidad y de libertad. La “mujer ideal” del siglo XXI es el polo opuesto de la mujer estúpida, dependiente y monolítica que nada tiene que ver con la mujer real, un ser humano igual de válido, lúcido e inteligente que el resto, y mucho más que tanto idiota de mente agarrotada y decimonónica de la derecha española.