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La medicina como cuento chino

Nunca he entendido la devoción que sienten algunos por los llamados ‘conocimientos ancestrales’. Y si encima, son chinos, ni te cuento. Pero si la acupuntura o el I Ching siguen inmutables desde sus orígenes no es por su eficacia, como algunos piensan, sino porque son simples creencias y por lo tanto mucho más resistentes al error y la corrección. Es como si a los chinos les diera ahora por rezar con la excusa de que en Occidente llevamos siglos haciéndolo y que circulan miles de historias sobre curaciones extraordinarias (todas falsas, por cierto).

Una de las razones por las que hay tanta devoción por la medicina china (un oxímoron) es por bulos como que viven más que nosotros. La realidad dice todo lo contrario. Según los datos del informe El Mundo en Cifras 2010 (que edita The Economist), el país no figura ni entre los 50 con mayor esperanza de vida, media de edad más alta, población de más de 80 años… Lo que ocurre que cerca del 20% de los habitantes del planeta son chinos así que es lógico que aporte más viejos a la cuenta que Andorra en términos absolutos.

Otro dato que muchos olvidan es que si la medicina china ha sobrevivido no es por su grandeza, sino por su aislamiento (que retrasó hasta hace bien poco la llegada de la revolución científica) y la miseria moral de sus gobernantes. La mayor cleptocracia de la historia jamás se ha preocupado por poner en marcha un sistema sanitario medio digno para sus súbditos (como sí hicieron con mayor o menor éxito otros países comunistas) lo que ha permitido que la superstición perdure.

No es que en China la gente pueda elegir entre medicina tradicional o de verdad, es que ni siquiera saben que la segunda existe. Seguro que cuando la cosa se pone chunga, el que puede recurre a la medicina (no digo ni la nuestra ni la verdadera ya que sólo existe una). Sé que peco de optimista, pero no creo que haya nadie tan tonto por estos lares como para pensar que si el presidente Hu Jintao tuviera cáncer iría a ir a un tipo a que le cure a base de kames en plan Dragon Ball.

Ahora que se está produciendo una apertura hacia Occidente, la creencia en estas supersticiones empieza a cuestionarse o, por lo menos, existe un número creciente de médicos dispuestos a aplicar un metodología científica a su estudio. De momento, según un artículo recogido en la revista PLoS ONE, los resultados son bastante decepcionantes. El trabajo recoge todos los estudios publicados desde 1999 (fecha de aparición del primero de este tipo) en los que se ha intentado aplicar criterios científicos (occidentales, lo digo para los quemadores de incienso). La conclusión es la siguiente:

“Aunque muchas revisiones sistemáticas sobre medicina tradicional china han sido publicadas en revistas científicas chinas, su calidad es preocupante. Como potencial fuente de información clave para médicos e investigadores, no sólo muchas de estas revisiones eran incompletas, sino que algunas contenían errores y otras eran engañosas”.

Es decir, hasta ellos tienen problemas para probar su eficacia. Los obstáculos son muy variados. De los 369 artículos estudiados, el 45,8% valía únicamente lo que costó la tinta y el papel para imprimirlos (factor de impacto 0), un 29,3% tenía errores estadísticos, y el 91,9% no citaba los posibles conflictos de intereses. Ni uno solo explicaba el origen de los fondos.

La complejidad de los trabajos, además, tampoco es para lanzar cohetes: más de la mitad hablaban de problemas circulatorios o intestinales, y el 84,3% se refería a remedios herbales (como los que usan los curanderos en cualquier lugar del mundo). Sólo el 15,7% se referían a lo que nos viene a la cabeza cuando hablamos de medicina china (acupuntura, moxibustión…).

Parce que en China empieza a producirse la consolidación de una cultura científica que –sorpresa para los enemigos de la higiene- se ha desarrollado aquí. A medida que se extienda por el país, es seguro que afectará a la consideración que tiene allí  su ‘medicina’. Por supuesto, los estratos sociales más educados, con más dinero o más poder serán los primeros y los más beneficiados. Para el resto siempre habrá alguien que le venda un ungüento para curar el parkinson.

Si la medicina china sólo fuera mala para quien la usa no habría problemas, pero lo triste es que tiene efectos desastrosos para la naturaleza. En China y otros países orientales se suelen asociar determinados órganos animales (el cuerno de antílope, el pene de tigre…) a la virilidad masculina, lo que ha generado una industria mundial de cazadores clandestinos que se dedican a esquilmar la naturaleza a la búsqueda de estos seres. Se calcula que el 90% de los rinocerontes cazados por furtivos tenían como objeto la venta de su cornamenta para estos remedios de escasa eficacia. Mucho me temo que si le das a elegir a un chino entre eso y una viagra es fácil imaginar por dónde se pasaría su tradición milenaria.

En todo caso, si alguien se siente tan maravillado por la cultura chinales le recomiendo llevar su pasión hasta las últimas consecuencias: el papel higiénico no forma parte de sus costumbres locales.

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