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La mala fe de Ratzinger

Definió a España como una “tierra de misión” pero no se comportó como el depositario del legado de un mensaje evangélico sino como el protagonista de una campaña publicitaria, con fuertes dosis de propaganda, destinada a la obtención de réditos políticos y económicos.

Durante su estancia en España no se escuchó a Ratzinger ni una sola palabra dirigida a los afectados por la crisis que nos golpea. De su boca no salió ni una sola palabra de consuelo o de aliento para quienes sufren las consecuencias de la actual situación económica.

En lo único que se afanó el representante vaticano fue en volver a repetir su cansino y retrógrado discurso en torno a la defensa del único modelo de familia válido para la curia vaticana, en atreverse a reclamar “la realización de la mujer en el hogar” y en continuar con su ataque feroz contra el aborto y el matrimonio gay.

No hubo en el discurso del hombre que según un alto funcionario del Vaticano "puede ser el papa que acabe con los males de la Iglesia o el que acabe con la propia Iglesia” ni un atisbo de autocrítica sobre la razón real por la que sus iglesias están cada día más vacías.

Laicismo y anticlericalismo
Apareció Ratzinger por España, presuntamente en viaje pastoral, aunque lo que se deduce de su incendiario mensaje es que la visita papal a nuestro país tenía como único y principal objetivo la provocación.

Ya durante el vuelo el representante vaticano había arremetido contra el Gobierno español y contra el supuesto “laicismo agresivo” que aqueja a nuestra sociedad. Lo hizo estableciendo un irreal paralelismo entre la actual, legítima y sana, corriente laicista y el anticlericalismo surgido en la década de los treinta del pasado siglo. Del empeño de Ratzinger en confundir laicismo con anticlericalismo a pesar de la abismal diferencia entre ambos conceptos se deduce, descartada la poco probable opción de algún tipo de carencia cultural, que sus palabras derivan de su mala fe.

Revulsivo para una “época de desmayo económico”
El presidente de la Xunta “había hecho saber” a los medios de comunicación gallegos que la visita del Papa, realizada en una “época de desmayo económico", iba a suponer la “movilización de una economía que beneficia preferentemente a las pequeñas y medianas empresas, o sea, a mucha gente humilde y trabajadora" y que el desmesurado gasto público (tres millones de euros dilapidados en plena vorágine de recortes sociales en Galicia) que esta visita ocasionó era una fructífera inversión. Finalmente lo único que se consiguió es demostrar que Feijóo en su faceta de vidente tiene la misma efectividad que como presidente: nula.

El “macroespectáculo papal” en Santiago
El escenario instalado en la Plaza do Obradoiro contó en sus equipos de iluminación con el doble de vatios que AC/DC utiliza en sus conciertos. Sin embargo el “macroespectáculo papal” en Santiago no contó con el aforo previsto (de los 1.200 autocares previstos por una Xunta exultante de gozo únicamente aparecieron 300) y no generó ni una mínima parte de los beneficios anunciados.

El resultado real de las ficticias expectativas de hacer caja fue que las plazas hoteleras no se ocuparon como se pretendía, que los locales de hostelería no “hicieron su agosto” en noviembre y que los establecimientos de souvenirs no lograron hacer circular sus stocks más allá de alguna que otra chuchería.

Pilar Rego es educadora social y bloggera

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