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LA LOMCE, esa confusión entre la creencia y el conocimiento

Un sistema educativo, dentro de la OCDE, no debe permitir que una asignatura de religión confesional obtenga el mismo estatus académico que las asignaturas troncales en primaria y bachiller/ESO. La condición de credo no debe otorgar ninguna ventaja académica con la cual redimir cursos y engorda nota media. Un sistema educativo no debe tolerar alumnos “salvados” por su creencia. Pues todo sistema educativo debería quedar desligado de toda ideologización religiosa, más cuando la creencia no es fruto de la razón y el conocimiento.

Adoctrinar no es impartir conocimientos, es influir en la conciencia y la moralidad del alumnado. La fe religiosa es una actitud de compromiso hacia una determinada doctrina e inmersa en una parte muy subjetiva de la persona -la espiritualidad-, un estado muy ajeno a la objetividad del conocimiento y la razón. La creencia religiosa sólo está sujeta a la conciencia y la convicción personal, por ello, todo credo confesional ha de quedar excluido del currículo académico evaluable. La fe pertenece al plano personal, privativo, familiar y eclesial. Exponer en el aula el «misterio de la Santísima Trinidad» jamás puede ser conocimiento académico evaluable por ser una suposición idealizada desde la fe y amparada por el dogma. ¿Por qué la subjetividad de “creer” ha de ostentar el mismo mérito académico que la objetividad de las matemáticas, la química o la termodinámica?. Puestos a ensalzar las creencias, impartamos astrología en las aulas.

Esta privilegiada concesión de la LOMCE (8/2013, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa), -ley actualmente paralizada y en subcomisión- tan condescendiente con la asignatura de Religión católica, nos ha retrotraído a la Europa del Medievo: «La fe por encima de la razón». Donde el alumnado se ve seducido a escoger las bondades de esta asignatura “maría” por el hecho de: aprobar sólo con la asistencia, de poquísimas horas lectivas y por su facilidad en lograr excelente nota para, así, amañar el curso y engordar la nota media de corte para acceso universitario (PAU). Pervertimos al alumnado y al propio sistema educativo, y una religión convertida en el mercadeo más rentista.

A ningún alumno se le obliga a que comulgue con las tesis de Marx, de Nietzsche o con los postulados no creacionistas de Stephen Hawking y Richard Dawkins, pero tales tesis resultan tangibles y contrastables, son razonamientos exentos de adoctrinaje y que se mueven en lo observacional y experimental, son fruto de nuestro pensamiento evolutivo y, nos gusten o no, son postulados teórico-filosóficos a impartir y evaluar en las aulas. Cosa muy distinta son los credos y sus teologías que conllevan un adoctrinamiento, cuyas nociones son intangibles, incontrastables y que no admiten experimentación. Famosas fueron las banales conjeturas de la teología romana, desde pretender sexar a los ángeles hasta el cálculo del aforo en cielos y purgatorios. Unas resoluciones teológicas sustentadas sobre suposiciones y especulaciones, terrenos muy ajenos a la noción de conocimiento. No recuerdo qué filósofo expresó: «Al final las teologías no son más que una cascada de suposiciones apuntaladas por convenidos dogmas». Tanto es así, que los juicios teológicos revelan mucha anfibología, donde un mismo versículo bíblico obtiene interpretaciones muy distintas para según qué credo judeocristiano.

¿Te imaginas una ciencia gobernada por el dogma y no sometida al método y al libre examen?.

Toda un despropósito en pleno s.XXI, que mientras el Parlamento Europeo promueve iniciativas para combatir los fanatismos religiosos (documentos: serie La Europa de los ciudadanos), nuestro sistema educativo encumbra y pontifica la asignatura de religión católica como conocimiento académico evaluable y computable.

El conocimiento científico, al igual que la historicidad, avanzan gracias a su permanente exposición al libre examen. Sin embargo, las creencias religiosas, sus teologías y sus revelaciones sólo caben ser asimiladas desde la fe, campo exento a la razón ya que no son conocimiento contrastable ni falsable. Los credos no entran al laboratorio, sus dogmas rehúyen el debate y las preguntas incomodas. Pretender homologar la creencia como conocimiento académico evaluable, es todo un radicalismo.

Tal concesión legislativa, para preeminencia y hegemonía de un exclusivo credo, viola la aconfesionalidad del Estado. En la LOMCE, la asignatura de confesión católica quedó blindada como oferta obligatoria para todos los centros de Primaria y bachiller/ESO, sí o sí todo centro ha de ofertarla y evaluarla. En desventaja de su otra optativa “Valores éticos” y sin la competencia de las otras religiones cristianas -de raigambre europea- que se profesan en nuestro país; mostrando, así, su arrogante posición dominante y de privilegio.

Como creyente cristiano siento vergüenza que los prelados católicos estén más preocupados por la supremacía de su credo que por dignificar la fe. Las injerencias del lobby católico presionando al legislador a que legisle en favor de una determinada doctrina responde, únicamente, al fanatismo por mantener su poder de influencia. Me pregunto por qué los prelados de la CEE (Conferencia Episcopal Española) -grandes valedores de la familia- no intervinieron, con el mismo afán político, en la defensa de una nueva ley hipotecaria que protegiese de los desahucios a las familias más desfavorecidas.

lomce-conocimiento-y-ceenciasLos terrenos antagónicos de la razón y la fe, del conocimiento y la creencia son espacios de difícil cohabitación conceptual y académica.

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