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La libertad religiosa

Los Estados son esencialmente pragmáticos, para evitar los totalitarismos no borramos su Historia y comenzamos de nuevo, no se puede. Vivimos montados sobre un montón de escombros históricos y así los deberíamos estudiar, las grandezas conviven con las miserias más inhumanas, la dignidad cohabita con la historia criminal más denigrante, no podemos hacer otra cosa: es peor el remedio que la enfermedad (nótese cómo de liberal soy).

Instituciones como la Monarquía o la Iglesia Católica están vilmente manchadas en nuestra memoria, y no quiero ser demagógico: ¿acaso la Universidad, la Sanidad o el Poder Judicial, por citar, no han colaborado con exterminios recientes flagrantes? Claro que sí, pero qué sentido habría tenido desmontar todo y haber empezado de cero? Eso es imposible, vivir entre humanos es mancharse: procurando un marco legal de honradez que nos permita mirarnos a la cara, y allá cada cual con lo suyo, los hay mejores y peores haylas, desde luego. Digo todo esto para aclarar que, haciendo de tripas corazón y considerando las religiones organizadas un verdadero cáncer para la Humanidad, jamás me ha movido la revancha o la animadversión contra las mismas.

Atiendo alucinado al nombramiento para un cargo público (¡vinculado a la educación sexual!) de la responsable del “Secretariado para los cristianos perseguidos” del Obispado de Córdoba y, sin indagar más, quiero pensar que su labor se habrá desarrollado allende los mares o en continentes ignotos en los que la satrapía mística persigue aún inquisitorialmente los cultos no oficiales. Es un poco lo del alguacil alguacilado, pero entiendo que la Iglesia preste apoyo a sus misiones. Permitan una sonrisa, porque yo me he educado en un colegio Marista y he conocido la idea de la sexualidad cristiana… sabían más de fútbol y castigaban menos por tocar esas pelotas.

Pero también oigo con asombro estos días a ciertos politicastros aludiendo a la libertad religiosa, dando a entender que podría estar en peligro con el nuevo Gobierno. Cabe aclarar un par de cosas. No me recuerden lo de la Constitución y su aconfesionalidad y la singularidad reconocida al catolicismo, me la sé, también dice el Apdo. 3 del art. 16 que ninguna confesión puede tener carácter estatal. Me he leído la normativa vigente sobre estas cuestiones; me gustaría resaltar algo que sólo puede deslizar la ignorancia o la mala fe (y no sé qué es peor presuponer en un representante público), por favor no lo olviden: desde un punto de vista legal la Libertad Religiosa en España, como en cualquier Estado de Derecho, no se promulga para proteger a las religiones sino para salvaguardar la libertad individual y de pensamiento, es subsidiaria de éstas desde un punto de vista lógico, no tiene sentido proteger la libertad religiosa si no hay absoluta libertad de expresión porque podríamos estar protegiendo a la vez actos contradictorios, sería como querer legislar sobre deportes atendiendo sólo al fútbol.

Es exactamente al revés, el Estado debe tener un cuidado especial en procurar que la libertad de culto no colisione con los derechos expresados por las leyes vigentes (y así lo expresan nuestras normativas, vid. el art. 6 de la Ley 7/80 que citamos más abajo), y temo que no lo está haciendo o que ciertas regulaciones torticeras han dado pie a censuras previas que la propia Constitución advierte como contrarias a la libertad (apdo. 2 del art. 20). Por decirlo claro: la tan maneada Constitución protege los Derechos de las personas, protege la libertad de pensamiento y de expresión y ahí tiene cabida proteger la libertad religiosa, siempre que ésta no vaya contra lo protegido superior: no se pueden equiparar pensamiento y religión porque ésta es una de las formas de expresión de aquél. Si se hace se subvierte la intención de la Constitución y se tuerce la interpretación.

De hecho la Ley Orgánica 7/1980 de 5 de julio de Libertad Religiosa viene a apuntalar lo ya expresado en la Constitución literalmente, e incluye delicadezas como ésta: que no se puede coaccionar a nadie por manifestar libremente sus creencias o, claro está, “[…] la ausencia de las mismas” (art. 2, apdo. 1a). El art. 3 explicita que la finalidad de la Ley es proteger esas libertades previas y añade: “Quedan fuera del ámbito de protección de la presente Ley las actividades, finalidades y entidades relacionadas con el estudio y experimentación de los fenómenos psíquicos o parapsicológicos o la difusión de valores humanísticos o espiritualistas u otros fines análogos ajenos a los religiosos”, una interpretación correcta sólo puede ser que la Ley protege el ejercicio del culto (teniendo siempre en cuenta todos los delitos codificados) pero no entra a valorar lo “místico”, lo del “más allá”, salvo que quisiéramos distinguir la consagración de la Hostia en misa de otras magias, o establecer una clasificación entre “poltergeists”, hadas, ánimas benditas, ángeles o las tres personas de Dios.

En España hay libertad religiosa mientras haya libertad de expresión; curiosamente quienes la amenazan son quienes reivindican un tratamiento especial para sus cultos, sus religiones. Yo derogaría (tranquis, no soy Vicepresidente) el art. 525 del Código Penal, redactado in illo tempore de Rajoy:

“1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.

2.En las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no profesan religión o creencia alguna”.

Nótese el apdo. 2, otra vez… claramente ad hoc para evitar la inconstitucionalidad. No lo veo necesario, el daño debe ser denunciado y probado: si no, es censura previa. Si a usted le molesta algo que dice o hace otro, se jode: eso es la libertad, otra cosa es que usted denuncie un daño tasable. Si una vagina se parece a una virgen de lejos, o no, es una cuestión histórico-antropológica muy compleja, jamás un escarnio o un insulto… salvo que demos a los fanáticos el mango de la sartén. Como dijo aquél (eran otros tiempos): “Si no le gusta mi careto, cambie de canal”.

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