Ante las nuevas generaciones y ante el vacío ideológico – de moral y de formación – debemos preguntarnos qué se entiende por izquierda, por progresismo, por proceso revolucionario. La izquierda vitorea líderes y procura denostar aquello que supuestamente no es revolucionario. De manera autoritaria y dogmática forma parte del ansia de poder, muchas veces mayor, que los gobiernos del resto del mundo. Aparecen en escena los intelectuales lúcidos, los artistas arribistas, los profesores esclarecidos recomendando el último libro de pensadores franceses, incomprensible y fatuo. Y, por lo general, justificando lo injustificable. Para luego entrar en la zona de sombras, de olvidos y de nuevos engaños. Rebelión en la granja es uno de los ejemplos brillantes de lo que hablo.
Según los anarquistas un profesor debe ser una persona capaz de cambiar de metodología rápidamente; cada niño es un mundo infinito. No existen reglas que expliquen interacciones. En mi caso debo confesar que el anarquismo me llegó recién a los veinte años a partir de Herbert Read. Fue él quien me abrió el cerebro e hizo sentir que la educación del individuo en una sociedad libre es posible a través del arte. En sus páginas descubrí el verdadero sentido de la poesía, de la música, de la plástica. Filosofía del arte moderno, Al diablo con la cultura, Educación por el arte, Arte, poesía y anarquismo, El hombre robot… algunos de sus libros indispensables para contribuir a formar hombres.
La educación debe entenderse como un arte y el arte es una vivencia personal, por eso el profesor no puede dirigir el proceso de aprendizaje, sino que debe actuar para facilitar, entendiendo que este proceso no puede sino ser personal.
Max Stirner: “La filosofía anarquista entendió la educación como un pilar en la gran tarea regeneradora y fue obsesiva en distinguir al Capital, al Gobierno, a la Iglesia y a la Ignorancia como las cuatro cabezas del monstruo que debían enfrentar, y finalmente suprimir, los suprimidos”.
La educación anarquista critica tanto a la educación estatal (por no permitir un pensamiento crítico que trasforme a la sociedad) como a la religiosa (por arremeter contra el pensamiento científico). Además, a ambas por implementarse de manera jerarquizada. Los anarquistas impulsaban la coeducación, tanto sexual como social; dando a entender la necesidad de que la escuela representa a la sociedad y reconociendo la igualdad entre la mujer y el hombre. Fue vanguardia dentro de los movimientos sociales.
Francisco Ferrer i Guardia -educador y pedagogo catalán de principios de siglo XX y fundador de la Escuela Moderna de Barcelona- fue uno de los principales referentes de la pedagogía libertaria. Llevó a la práctica una concepción racionalista, donde la ciencia positiva tomaría el lugar de los dogmatismos religiosos, ya que se podía experimentar y corroborar. En la Escuela Moderna se llevan adelantes ideas higienistas como la prevención de enfermedades; además, se implementaron juegos, ejercicios físicos, paseos a fábricas o a los espacios verdes. Se abolieron los exámenes, el sistema de premios y castigos; además se buscó estimular valores como la bondad, la solidaridad y el compañerismo.
Hubo varias experiencias en nuestro territorio que lograron ver la luz en la práctica. Las primeras fueron la Escuela Libertaria “Los Corrales” de Parque Patricios (1900 – 1901) y la Escuela Laica de Lanus (1906). La poca duración del proyecto será una constante, principalmente por el difícil mantenimiento financiero autogestionario. También existieron otros motivos: la falta de maestros calificados (pedagogos racionalistas y ácratas), la falta de infraestructura adecuada para una escuela, el poco apoyo de la comunidad anarquista en general, las polémicas internas, las sucesivas censuras y arrestos…
Julio Barcos fue un pedagogo anarquista de principios de siglo. Criticaba a las escuelas argentinas por impulsar el egoísmo, el materialismo y la competencia. Fue maestro y director de la principal escuela libertaria de aquella época, la Escuela Moderna de Buenos Aires; emulaba lo hecho por Ferrer en Barcelona.
Había otras escuelas libertarias (siempre con los títulos de laica, racionales, integrales) y otras prácticas educativas que exceden las paredes de la escuela: asociaciones, círculos, bibliotecas, ateneos, centros culturales, publicaciones. El punto en común era la crítica hacia el monopolio de la enseñanza por parte del Estado, asegurando que reproducía las desigualdades sociales y difundía una educación patriótica y nacionalista.
Por hoy basta, querido lector. Otro día hablaremos de H.A. Murena, de sus ensayos y de su poesía. Le recomiendo que lo lea, que lo busque, que analice su pensamiento, su mirada. Sociólogos, supuestos hombres de la cultura, nacionalistas católicos y marxistas ortodoxos lo sepultaron. Por ahora lo dejo con Berger: “Es peligroso vivir sólo de la virtud, o de lo que Séneca llamaba Sabiduría, aunque la virtud sea real, es peligroso. Te haces adicto, como a la bebida”.