La justicia, en un estado teocrático, emana de dios. En una democracia, hay también quien así lo reivindica. “Sólo en amar a Cristo y en hacerle amar se encuentra la única y verdadera justicia”, afirma el jefe de los jueces españoles, el presidente del Supremo y del Poder Judicial, Carlos Dívar. “Los católicos, obedeciendo al Papa, nunca nos equivocamos”, asegura Dívar. ¿Adivinan qué opina del derecho al aborto? Aciertan: “Quien negara a la persona más inocente y débil, la persona ya concebida pero no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral”, dice Dívar en el foro más adecuado para ello, en un artículo publicado en la revista de la Hermandad del Valle de los Caídos.
A Dívar le nombró en el cargo José Luis Rodríguez Zapatero, ese laicista radical. Fue hace nueve meses. “Analicé su trayectoria profesional, pero no indagué si iba a misa o había apostatado porque no forma parte de mi visión democrática”, me dijo en su momento Zapatero. Al presidente le encantan los símbolos, las parábolas. Apostó por un juez tan conservador como Rouco Varela mientras el PP, más pragmático, colocaba de vicepresidente del CGPJ a un “independiente”, el conseller de Justicia de la Generalitat valenciana. Zapatero puso la otra mejilla y la respuesta ha sido una nueva bofetada. El CGPJ no aprobará un informe sobre la nueva ley del aborto porque la moral de Dívar considera que es inconstitucional. El informe no es vinculante, pero sí muy relevante políticamente. El Tribunal Constitucional puede seguir después la misma senda y anular la reforma, aunque la apruebe el Parlamento. ¿Lo que vota España va a misa? Depende. Hay días que de la misa no nos libra ni dios.