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La integración de la cultura militar en la educación

Los valores militares y la cultura de la defensa cada vez penetran más en la sociedad, auspiciados por una estrategia política que distintos colectivos califican como adoctrinamiento.

«La realización de este tipo de actividades tiene por objetivo la militarización de las mentes de los más jóvenes».

«No se trata de una anécdota aislada y más o menos desafortunada: forma parte de una estrategia que busca perpetuar un determinado tipo de sociedad y de ciudadano»

Soldados con la cara pintada con camuflaje de batalla permiten a niños que apunten con sus fusiles de asalto. Chavales que se suben a vehículos militares y participan de simulacros de combate en los que se utilizan petardos para imitar el sonido de las balas, atacando a un enemigo ataviado con pañuelos palestinos con el fin de simular el contexto histórico, tal y como recoge uno de los soldados presentes en el evento.

Parece una escena propia de Estados Unidos, pero sucedió en España hace dos semanas. El pasado viernes 16 de abril, 200 escolares pertenecientes a cinco colegios e institutos, uno de ellos de educación especial, asistieron a una visita al cuartel de Cabo Noval en Asturias.

El ministerio de Defensa, al hilo de las críticas que los hechos suscitaron en diversas formaciones políticas y organizaciones relacionadas con la educación, valoró la jornada como «una de tantas visitas de escolares a cuarteles que tienen como fin que los escolares conozcan cómo es el ejército».

Ciertamente, el ejército se ofrece como una alternativa laboral y educativa más, en el mismo contexto que la educación no obligatoria. Todo ello, según el Centre Dèlas de Estudios por la Paz, forma parte de una estrategia política que tiene como objetivo inculcar la cultura de la defensa, haciendo comprender a la sociedad la necesidad de un ejército para garantizar su protección ante las amenazas que acechen su seguridad.

Militarismo y xenofobia

En lo que se refiere asociar al enemigo con con el mundo árabe, el ministerio aseguró que era una casualidad sin intencionalidad, además de añadir que «en Afganistán el enemigo no lleva pañuelos de colores. ¿Quién es el malo ahora? El malo en Afganistán, en Mali o en Irak es el talibán. Y el talibán no se viste en Dolce y Gabbana».

Paula Mateo, miembro de la ejecutiva del Sindicato de Estudiantes de Asturias, afirma que «nos parecen unos hechos gravísimos, que además en el contexto actual en el que se han llevado a cabo fomentan la xenofobia y los prejuicios hacia los árabes, no olvidemos el ‘palestino’ que lucia el enemigo. No creemos que haya sido ninguna casualidad la elección de estas figuras».

Mateo también asegura que la actividad desarrollada en el cuartel de Cabo Noval no juega ningún papel en la formación de los jóvenes, sino que se acerca más al adoctrinamiento y captación de futuros soldados.

«Los hechos me parecen aberrantes. Como dicen muchos psicólogos, si el juego es un entrenamiento para la vida, habrá que preguntarse para qué tipo de vida estamos educando a nuestros más jóvenes. No se trata de una anécdota aislada y más o menos desafortunada: forma parte de una estrategia que busca perpetuar un determinado tipo de sociedad y de ciudadano», denuncia Elisa Ramírez, profesora de Educación Secundaria y miembro deYo estudié en la pública.

Ramírez asegura que, cada vez más, los gobiernosfomentan la educación en la competitividad, dando prioridad al enfrentamiento por delante de la colaboración, además de anteponer el individualismo frente a la solidaridad. Por su parte, Mateo evidencia que de esta forma se ofrece el ejército como una salida laboral más, en el momento en el que las familias obreras son más golpeadas por la crisis. «Vienen a los colegios a captar carne de cañón», asevera de forma tajante.

El acercamiento del ejército a la sociedad

Tal y como recoge el libro Mentes Militarizadas, cómo nos educan para asumir la guerra y la violencia, un esfuerzo del Centre Dèlas publicado recientemente por la editorial Icaria, la educación y valores de lo militar forman parte de nuestro día a día y son promovidos por las estructuras militares en connivencia con nuestros gobiernos.

Jordi Calvo, coordinador general del libro, sostiene que «existe una política por parte del Ministerio de Defensa que tiene como objetivo acercarse a los escolares. La manera de hacerlo es, por ejemplo, a través de guías didácticas en las que se promueve la cultura de la defensa. En vez de acercar a cultura de la paz o del desarrollo, estas guías sirven para explicar de manera amable el papel que tienen el ejército y las estructuras militares en España y en el mundo».

Calvo asegura que también se fomenta la creación de murales en escuelas, relacionados con las cuestiones de la defensa, en las que a los escolares se les dan ciertos premio y reconocimientos. Otra forma de acercarse a escolares y jóvenes consiste en participar en las ferias de educación como AULA.

El ejército justifica su presencia en estas ferias por su papel educativo y laboral, es decir, mostrándose como una salida laboral más. No obstante, Calvo subraya que este tipo de ferias no son de trabajo, sino de educación.

Asimismo, dentro de esta lógica, Calvo señala que el ejército tiene otras maneras de acercarse a la población, como por ejemplo a través de exhibiciones militares o las maniobras. El coordinador de Mentes militarizadas afirma que las maniobras tienen dos funciones: «una, su propio entrenamiento, el día a día de los militares es entrenarse para ir a la guerra; y por otro lado, las maniobras también sirven para normalizar su presencia. Salir a los lugares civiles sirve para generar empatía e intercambio y ayuda a que se acepte su existencia», concluye.

La cultura de la defensa

Todo lo anteriormente mencionado contribuye a la creación de una cultura de la defensa. Maria de Lluc Bagur, coautora del libro, define dicha cultura como «una estrategia política que tiene por objetivo crear ‘consciencia de defensa’, es decir, conseguir que la sociedad se haga cargo de las amenazas que acechan a su seguridad y comprenda la necesidad de disponer de un ejército para garantizar su protección».

«Para ello», prosigue, «el Ministerio de Defensa se dota del Plan de Cultura de Seguridad y Defensa, un documento que organiza y sistematiza las diferentes estrategias a utilizar a nivel político para hacer lo que ellos llaman pedagogía social y nosotros, militarización de las mentes».

La autora señala que el objetivo de fondo es la justificación del gasto militar, lasintervenciones en el extranjero y la sobredotación de la institución castrense, y alerta de que a pesar de que «afortunadamente» no se hayan dedicado grandes esfuerzos al desarrollo e implementación de estos documentos, poco a poco reciben más atención.

Dentro de la promoción de esta cultura de la defensa, De Lluc señala el papel que tienen sucesos como la visita al cuartel de Cabo Noval: «La realización de este tipo de actividades tiene por objetivo la militarización de las mentes de los más jóvenes. Proponerles la entrada al ejército como una salida profesional cuando acaben los estudios obligatorios o facilitar que se familiaricen con instrumentos creados con el fin único de matar se aleja considerablemente de los valores que se deben transmitir desde las instituciones educativas».

A su vez, con este tipo de visitas también se busca implantar la idea de las armas como herramienta necesaria para la resolución de conflictos, crear la idea del ‘enemigo’ y de la necesidad de estructuras de defensa militares, justificar el gasto militar, la jerarquización de la sociedad y del mundo basada en el poder de los ejércitos,y una serie de valores opuestos a la seguridad humana y la cultura de la paz, concluye De Lluc.

De este modo, el Centre Dèlas mantiene la campaña Desmilitaricemos la educación, que tiene como objetivo impedir la presencia de las instituciones militares y sus valores en los espacios educativos. Bajo el lema ‘Las armas no educan, las armas matan’, diversas asociaciones de madres y padres, sindicatos de estudiantes y otras muchas organizaciones como las Brigadas Internacionales de la Paz de Cataluña o la Universidad Internacional de la Paz muestran su desacuerdo con la progresiva militarización de determinados espacios públicos.

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