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«La inmortalidad ¡vaya timo!» – Entrevista con Gabriel Andrade

¿Cómo surge la idea de hacer un libro como "La inmortalidad ¡vaya timo!" (Laetoli)?


Casi todo el mundo tiene curiosidad respecto a qué ocurre después de la muerte, y esto es precisamente lo que ha incentivado la enorme cantidad de mitos y religiones que intentan dar respuesta a esta incógnita. No obstante, no todos los intentos de respuesta proceden de mitos y religiones. Ha habido alguna gente que ha intentado demostrar con argumentos supuestamente racionales y con evidencia, que hay un más allá. Ha habido fundamentalmente dos disciplinas encargadas de esto: la parapsicología y la filosofía. Quizás a algunas personas estos argumentos les parezcan convincentes. Mi intención en el libro ha sido evaluar con cierto detenimiento estos argumentos, y al final, concluyo que ninguno en realidad es muy contundente. Creo, en todo caso, que los argumentos filosóficos a favor de la inmortalidad tienen acaso más poder persuasivo que las supuestas pruebas procedentes de la parapsicología.
En mi caso, me considero una persona egoísta. No veo el egoísmo como un vicio; antes bien, considero que ser egoísta es una postura perfectamente racional y aceptable. Y, puesto que me preocupa tanto mi propio bienestar, tengo la inquietud de saber qué será de mí cuando llegue el momento de mi muerte. Hay muchas preguntas religiosas que el hombre se ha hecho: ¿de dónde venimos?, ¿existe Dios?, etc. Para una persona egoísta como yo, esas preguntas no son tan importantes como la pregunta central: ¿se acabará en un momento mi existencia? De ahí surge la idea para escribir este libro.

¿Es realmente un timo la inmortalidad o es simplemente una excusa para vender cierto tipo de productos en la forma de esperanza?

En todas las creencias, hay diversos grados de certeza. Yo estoy absolutamente seguro de que existo, por aquello que señalaba Descartes (pienso, luego existo). Yo estoy casi absolutamente seguro de que la Tierra gira alrededor del sol (pero, es posible que esté equivocado, pues un genio maligno puede estar engañándome). No estoy muy seguro de que haya habido una guerra de Troya; estoy casi absolutamente seguro de que Jesús no resucitó, y estoy absolutamente seguro de que los círculos cuadrados no existen. Pues bien, respecto a la inmortalidad, estoy casi seguro de que es un timo, pero dejo un espacio de duda. Creo que, para afirmar la existencia de algo, debe proveerse evidencia a su favor. Y, me temo de que no hay ninguna evidencia a favor de la inmortalidad. Ahora bien, el hecho de que no haya evidencia a favor de la existencia de algo no prueba que no exista. Pero, en virtud de la ausencia de evidencia, debemos tentativamente (nunca definitivamente) asumir su inexistencia. De manera tal que, hasta que no aparezca alguna evidencia significativa, debemos asumir que la inmortalidad es un timo.
Respecto a la venta de productos en forma de esperanza, creo que, en efecto, a veces la creencia en la inmortalidad funciona de esa manera. Aunque, para ser franco, creo que las personas que deliberadamente mienten y manipulan a los demás con creencias sobre la inmortalidad son minoría. Ciertamente, ha habido en la historia episodios tan lamentables como la venta de indulgencias por parte de la Iglesia Católica. Pero, honestamente, opino que la creencia en la inmortalidad es más bien espontánea en la mayoría de la gente, sin necesidad de que haya una elite de explotadores que se aprovechen de esto.

En algunos analistas se ha percibido la idea de una vida ultraterrena como una forma de controlar la vida terrena, en el sentido de una recompensa futura a cambio de pasarlas canutas en este valle de lágrimas ¿está de acuerdo con esta idea?
 
Ésa es la conocida tesis de Marx: la religión (y la creencia en la inmortalidad) es el opio del pueblo. De hecho, es la misma tesis de Diderot, Voltaire y otros grandes de la Ilustración: hubo una conspiración de sacerdotes que, con sus enseñanzas religiosas, lograban controlar al pueblo y los mantenía en condiciones de opresión. Yo creo que esta tesis no es muy adecuada. La creencia en la inmortalidad es mucho más compleja, y no obedece estrictamente a una conspiración de los sacerdotes. No dudo de que, en algún momento, algún obispo, rabino o mulá ha usado la amenaza del fuego infernal para controlar a su feligresía, pero creo que, aun sin esta amenaza, la gente igualmente creería en la inmortalidad. Por otra parte, no deja de ser cierto que en los países con mejores condiciones de vida en el mundo (Noruega, Dinamarca, Suecia, Japón), el número de personas que cree en la inmortalidad es cada vez menor.
 

La historia de la humanidad está llena de mitos en torno a la inmortalidad: desde el mito del retorno artúrico hasta el tratamiento criogénico de Walt Disney, pasando por la reencarnación ¿es un mito que se resiste a desaparecer? ¿hay siempre un espacio en nuestras cabezas para que anide el deseo de vivir eternamente o vivir más allá de la muerte?
 
Muchos psicólogos evolucionistas opinan que, en efecto, nuestro cerebro está programado para tener una tendencia a creer en la inmortalidad. Por razones evolutivas, tenemos una tendencia a atribuir agencia a fenómenos desprovistos de agencia. En la sabana africana, sobrevivían en mayor proporción aquellos homínidos que, ante una ráfaga de viento, o una sombra, o cualquier movimiento, huyeran. Esta tendencia, si bien propicia paranoias, también permite escapar frente a los peligros, especialmente de los depredadores. Y, en este sentido, tenemos la tendencia a atribuir agencia y propósito a fenómenos desprovisto de ello: vemos caras en las nubes, oímos voces en las olas del mar, etc. Ahora bien, el atribuir agencia termina por propiciar la idea de que existe algo que hace que las cosas inanimadas tengan vida propia, y ese algo es, por supuesto, el alma. Así, tenemos una tendencia natural a creer en las almas, y esto, eventualmente, conduce a las personas a creer en una forma de inmortalidad.
Además, la evolución también hizo que desarrollemos una capacidad para sentir empatía y colocarnos en la mente de los demás. De nuevo, en la sabana africana, los homínidos que lograsen anticipar lo que sus compañeros o algún depredador pensase, tuvieron más oportunidad de sobrevivir. Esta tendencia, eventualmente, conduce a la idea de que hay una misteriosa sustancia que permite a las personas salirse de su cuerpo y ocupar el cuerpo de los demás. Y, eventualmente, esta idea lleva a la conclusión de que la muerte del cuerpo no significa la muerte de la persona, pues esa misteriosa sustancia persiste.
De manera tal que la evolución ha hecho que tengamos una tendencia a creer en la inmortalidad. Ahora bien, esa tendencia es reversible con la educación. Nuestro cerebro nos condiciona a tener muchos sesgos y creer cosas irracionales, pero no nos impide del todo aplicar criterios de racionalidad y comprender que, aquello que muchas veces creemos por intuición, en realidad es erróneo.
Respecto al tratamiento criogénico de Walt Disney, en efecto, es un mito. Pero, no es un mito que otros personajes (entre ellos el popular jugador de béisbol Ted Williams) sí están congelados con técnicas criogénicas. La inmortalidad no es enteramente un timo, pues existe la posibilidad de que, en un futuro, los científicos puedan ofrecernos algún tipo de inmortalidad. Revivir a los cuerpos que ya se han descompuesto es prácticamente una misión imposible. Revivir a los cuerpos preservados es difícil, pero los científicos no desechan del todo esa esperanza. Ahora bien, hay más entusiasmo en otras alternativas. El científico Aubrey de Grey, por ejemplo, está trabajando duro para detener, e incluso, revertir, los procesos de envejecimiento, y esto, en teoría, podría suspender indefinidamente la muerte. Los científicos Raymund Kurzweil y Hans Moravec han planteado la posibilidad de que, en un futuro, nuestras mentes sean emuladas en un ordenador, y esto garantizará una forma de inmortalidad. El movimiento filosófico conocido como el ‘transhumanismo’ considera seriamente estas alternativas. Y, si bien por ahora son ciencia ficción, tienen un mayor halo de plausibilidad que las fantasías tradicionales de la religión. Lamentablemente, por cuestiones de espacio, no pude discutir en el libro las promesas científicas respecto a la inmortalidad, pero es un tema que no debe descuidarse.

¿Qué le diría a aquellas personas que leen esta entrevista para animarles a leer el libro?
 
Les diría que es un libro escrito por un filósofo, pero dirigido a todo tipo de gente. No hay tecnicismos, ni argumentos complicados. Hay un recorrido por apariciones fantasmales, sesiones de médiums, supuestos casos de reencarnación, experiencias cercanas a la muerte, y otras cosas que, seguramente los jóvenes han visto en la televisión, pero que tienen buenas explicaciones racionales. Hay, además, preguntas más intrigantes como, por ejemplo: ¿cómo puedo estar seguro de que la persona que va al cielo (o al infierno) es la misma persona que vivió en la Tierra? Y, también, trata de ofrecer alguna perspectiva de madurez respecto a cómo podemos vivir tranquilamente sin tener que creer en la inmortalidad.
Las preguntas respecto a la inmortalidad han mortificado a mucha gente desde los inicios de nuestra especie. En el libro, trato de presentar con humor y sencillez un tema que genera muchas inquietudes.

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