The Arrival of the Pilgrim Fathers, por Antonio Gisbert (1864)
Presentación
En Inglaterra, desde finales del siglo XVI algunos grupos protestantes propugnan la «purificación» de la Iglesia anglicana mediante la eliminación de toda influencia católica. Son los llamados «puritanos», adheridos a los principios teológicos del calvinismo y que con el tiempo engendrarán diversas sectas, todas ellas con una base común pero diferenciadas por el modelo de organización eclesiástica que defiende cada una. Los puritanos «congregacionalistas» o «independientes» abogan por una reforma de la Iglesia con la que se acentúe la importancia de la congregación de fieles y su independencia. De entre éstos, los «separatistas» van más lejos y apoyan la separación de aquella Iglesia. Las propuestas puritanas no serán aceptadas por los monarcas, sino objeto de un rechazo que irá en aumento. Con el deseo de hacer realidad sus planteamientos, algunos puritanos partirán hacia América. Así es como nace Massachusetts. Los primeros en asentarse en estos territorios serán separatistas que fundan la colonia de New Plymouth en 1620 y que sólo años más tarde se incorporaría a la de Massachusetts. En 1629, congregacionalistas no separatistas fundan la propia colonia de la Bahía de Massachusetts (…) A la vista del significado que la religión tuvo para estos colectivos, resulta más fácil comprender la originalidad de la cuestión religiosa en Estados Unidos. Es verdad que, al igual que en otros países, se producen debates acerca de la separación de la Iglesia y el Estado, generados por ciertos actos o conductas que pueden considerarse contrarios a ese principio, consagrado en la Primera Enmienda a la Constitución de 1787. Sin embargo, no se percibe la tensión que sí existe en Europa cuando se habla de laicidad, neutralidad estatal, aconfesionalidad, etc. Y es que Estados Unidos nunca reconoció una Iglesia como oficial y los colonos que allí se establecieron lo hicieron en busca de libertad religiosa (aunque a veces obviando la del resto de comunidades, como hicieron los puritanos en Massachusetts). La inexistencia de un pasado confesional, tal como el que vivieron los Estados europeos, parece apartar el sentimiento de temor y la percepción como peligrosas de las invocaciones a lo divino en el ámbito público, que resultan así comunes en el país norteamericano y revelan el entusiasmo religioso que todavía fluye en sus habitantes, como en su día en los colonos que los precedieron siglos atrás.
Rebeca Vázquez Gómez : El poder político y la religión en el puritanismo: la colonia norteamericana de la Bahía de Massachusetts
La reforma anglicana de Enrique VIII no solo tropezó con la resistencia de los católicos, sino que dio pie a disidencias de los que querían llevar la reforma a sus últimas consecuencias. Entre esos movimientos destacó pronto el de los “puritanos”, así llamados por querer depurar al anglicanismo de sus ribetes católicos, en fuerte consonancia con el calvinismo presbiteriano de Escocia. Su fuerte convicción religiosa les llevó a exilarse a Holanda durante el reinado de María Tudor, donde fortalecieron sus creencias con los sesudos argumentos teológicos del calvinismo europeo.
A su vuelta a Inglaterra eran ya un movimiento completamente alienado del anglicanismo reinante y por ello pensaron en viajar a los amplios espacios no explorados de la colonia inglesa en Norteamérica, para fundar allá una comunidad perfectamente amoldada a sus creencias; la corona se lo facilitó, congratulándose de librarse de su incómoda y peligrosa disidencia. Pensaban ir a Virginia, la única colonia inglesa de aquella época, pero los vientos los llevaron a la roca de Plymouth en 1620. Un grupo más nutrido llegó más tarde, en 1630. Diferenciaba a los puritanos el que hubieran emigrado con sus familias, algo que contribuyó de manera notable a su carácter e influencia.
Puros, intelectuales
Como buenos calvinistas, para los puritanos el hombre es radicalmente malo y solo la gracia divina puede salvarle. No bastan las buenas obras. Para recibir la gracia es necesario que el individuo pueda entender con “pureza” la auténtica palabra de Dios y por ello es fundamental la lectura y el estudio de la Biblia. De ahí que primase para ellos la educación universal del pueblo. Y no solo la religión, sino cualquier otra manifestación divina en la naturaleza o el pensamiento era digna de estudio.
Así pues, ya en Inglaterra los puritanos se distinguían por su intelectualidad. La sabia elocuencia de sus sermones era conocida y temida. La libertad y el monopolio religioso del bastión que fundaron en el Boston de Massachusetts dieron alas a su filón intelectual. La erudición y elocuencia de sus famosos escritores les convirtieron en el auténtico meollo intelectual del resto de las colonias. En Massachusetts, fundaron más colegios y universidades que en toda Inglaterra, como sigue sucediendo en nuestros días (solo en torno a Boston florecen más de 36 universidades, especialmente Harvard). Si después de la independencia Virginia era el centro político de Estados Unidos y Nueva York el libertarismo comercial holandés, Massachusetts ejerció la primacía de la vida intelectual. Alexis de Tocqueville, ya señaló en los párrafos iniciales de La democracia en América la influencia que el puritanismo había tenido en el origen histórico de EEUU y en la formación intelectual y ética del norte del país.
Responsables de su destino
Para los puritanos, como para todas las ramas del calvinismo, la doctrina de la predestinación tropezaba con su apariencia en el mundo del presente. Aunque la salvación está predeterminada en la conciencia divina, el individuo sigue siendo responsable de su destino. La gracia divina se manifiesta en la disciplina, en la corrección de su vida cotidiana, y en el éxito de su profesión. Al examen diario y constante de sus acciones se suma la perfección que el individuo consigue mediante el trabajo ejercido no solo para ganar dinero, sino como amor a lo que el destino divino le ha deparado. Así es como Weber vio en 1905 la “ética protestante del capitalismo”, tal y como la veía en Norteamérica.
Contrariamente a la reputación que se ha atribuido a los puritanos, celebraban la sexualidad como un don natural, eso sí, dentro del lazo matrimonial. En esa relación la mujer tenía la misma importancia que el hombre, dentro de su propia misión. En el pasado, los viajeros extranjeros siempre notaban la independencia y el papel especial que desempeñaba la mujer en la sociedad americana.
La conciencia de su propia superioridad intelectual, unida a la absoluta convicción de sus creencias, les dio también a los puritanos la intolerancia contra cualquier otra disidencia y la arrogancia que ha caracterizado a EEUU. Era fundamental que su disciplina justificara la gracia divina de la “ciudad sobre la colina”, que brillaría como un modelo para el mundo entero. Estaban convencidos de que su religión se extendería a las demás colonias e incluso a todo el continente americano. El “destino manifiesto” comenzó en Boston.
¿Auge y caída del puritanismo?
El puritanismo como religión se fue diluyendo tras la llegada de otros colonos de países y religiones diferentes. Ha perdurado, sin embargo, la influencia de su característico gobierno de la iglesia por la congregación. Además, la disciplina de su frugalidad, la devoción de su profesión y la apariencia de la perfección de su vida (por lo que muchos los acusaban de hipocresía) se fue extendiendo por el resto del país, para unos como ejemplo ético, al estilo de Benjamín Franklin, para otros por la emigración por el valle del Ohio hasta California.
La sombra del calvinismo se cierne en la apertura de sus casas sin vallas, abiertas a la vista de todos, y en el escándalo que produce cualquier pecadillo de sus dirigentes, no digamos ya si es sexual.
La primacía puritana de la educación, por otra parte, desembocó en la característica meritocracia de la sociedad americana. En ningún otro país tiene la educación una extensión y una calidad semejante. Es característico que la educación en EEUU sea una competencia local, a diferencia de Europa. Las escuelas, su financiación y su currículo son responsabilidad de los Estados y los condados, aunque reciban subsidios federales.
Hoy, sin embargo, asistimos a la degeneración del sistema. En los grandes centros financieros ya no rige la elegante frugalidad y moderación que distinguía a Boston en sus mejores días. Lo mismo pasa en la política: el monopolio político e intelectual que ejercían los estadistas del noreste ha cedido el paso a la cultura más abierta del medio oeste y California. Con Nixon y Reagan se terminó el predominio de los WASP (White, AngloSaxon, Protestant) que tanto caracterizó la cultura y la influencia de EEUU. Una cultura que también dio vida, hay que recordar, al “ugly American”.
Y pese a todo, la ética puritana sigue corriendo por las venas de EEUU: se manifiesta en la reacción que producen sus yerros y el continuo debate en que consiste su política.
Jaime de Ojeda