Capaces de traspasar cualquier límite en defensa de su particular escala de valores no dudan en calificar los abusos sexuales a menores como una situación distinta.
Son indignos porque indigna es su forma de proceder. Ante los escalofriantes datos de un informe elaborado por la comisión eclesial belga sobre abusos (475 denuncias registradas, 13 suicidios entre las víctimas y 500 sacerdotes y religiosos culpables de esos abusos) su única reacción es expresar su sorpresa. Una sorpresa que corre pareja a su “mala memoria”. Hace unos años, un obispo de Munich tuvo conocimiento de un caso de pederastia pero no denunció al cura pederasta. “Solucionó” el caso con un traslado. En su nuevo destino el cura volvió a abusar sexualmente de menores. Aquel obispo llegó a ser Papa. (La responsabilidad de los Ratzinger en la pederastia eclesial)
Se les reconoce la cualidad de expertos en el manejo de la doble moral y de las medias verdades, pero a pesar de esta certeza es intolerable escucharles decir que la cifra de curas pederastas es irrelevante en comparación con el número total de religiosos que nutren sus filas. Tan intolerable como tener que oír a uno de los monseñores integristas, Carlos Osorio, arzobispo de Valencia, diciendo que "todas las cosas están mal pero es muy distinto quitar la vida a alguien que abusar de alguien, del que no hay derecho a abusar, naturalmente, pero no le quitas la vida. Me remito a lo dicho al respecto por el papa Benedicto XVI”.
Son indignos porque no respetan a las víctimas. El Informe Ryan constató que pueden contarse por miles los menores que vivieron su infancia inmersos en el terror del sometimiento a todo tipo de abusos sexuales y malos tratos conocidos y silenciados por la iglesia porque miles fueron los niños confiados al cuidado del Estado Irlandés que padecieron la “cultura del silencio” y fueron víctimas de pederastas en centros administrados por monjas y sacerdotes católicos en un período de tiempo que abarca varias décadas.
Se constataron abusos en 216 instituciones ante la pasividad de las autoridades eclesiásticas. Una situación que llegó a calificarse de “endémica”: "El abuso sexual de chicos era endémico en las escuelas; mientras que, en las de chicas, las menores eran objeto de actitudes depredadoras por parte de trabajadores varones, visitantes o cuando salían al exterior para realizar alguna tarea". “Como mucho, los abusadores era trasladados, pero nada se hacía para tratar el daño infligido sobre el menor. En el peor de los casos, se culpaba al niño y se consideraba que estaba corrompido por la actividad sexual y era castigado con severidad".
Y son indignos, entre otras razones, por mantener entre sus filas a individuos como el arzobispo de Granada (que puede “presumir” de haber sido el primer prelado español que se sentó en un banquillo como imputado y se levantó del mismo como condenado por coacciones y falta de injurias) capaz de incitar a la violencia contra las mujeres, al decir: “Matar a un niño indefenso, ¡y que lo haga su propia madre! Eso le da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer”.
Pilar Rego es educadora social y bloggera