El prelado de la diócesis de Córdoba recuerda en la carta pastoral de esta semana que la discusión sobre el sacerdocio femenino “es un asunto zanjado”
El proceso sinodal que se está viviendo en la Iglesia y en las diferentes diócesis españolas- también en Córdoba- son “un abanico multicolor, rico en aportaciones, sugerencias, propuestas. Y sobre todo la gran vivencia de pertenencia a la Iglesia santa de Dios, una experiencia de fuerte comunión eclesial de todos los miembros del Pueblo de Dios”. Así comienza su carta pastoral de esta semana Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.
Una experiencia necesaria por lo que de actualización supone para la comunidad católica, que ha impulsado el propio Papa Francisco y que está sirviendo para “respirar la armonía de la comunión de los fieles con los pastores, de los fieles entre sí provenientes de distintos grupos y sensibilidades. Jóvenes y adultos, religiosos y laicos, sacerdotes con el obispo. Bendito proceso sinodal que nos ha hecho percibir la belleza de la Iglesia, la Esposa del Señor”.
Pero en un encuentro de estas características también aparecen las “voces disonantes”. Y en ello se detiene el prelado esta semana cuando apunta que vuelve a surgir en diferentes diócesis (“no en la de Córdoba”) la cuestión del sacerdocio femenino, que en opinión del obispo, está promovido por voces “que atentan contra la comunión eclesial, como si la Iglesia tuviera que ponerse al día en esta reivindicación al socaire del feminismo reinante”. Y advierte don Demetrio que “a ver si de tanto proponerlo, se va creando la conciencia de esta reclamación de una supuesta igualdad y los pastores ceden concediendo esta reclamación”.
Recuerda el obispo que el asunto no es nuevo. “Estos aires corrían ya hace más de treinta años, y el Papa Juan Pablo II zanjó la cuestión con su autoridad apostólica, aportando las razones que señala en su Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis (1994). En el n. 4 nos dice: “Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Vale la pena leer esta Carta del 22 de mayo de 1994, en la fiesta de Pentecostés de ese año”.
Y añade que “no se trata de una cuestión simplemente disciplinar, sino de un asunto que afecta a la misma constitución divina de la Iglesia, y sobre la que el Papa ha hablado, elevando la doctrina a rango de definitiva, es decir, irreformable. La autoridad del Sucesor de Pedro puesta al servicio de la fe del Pueblo santo de Dios ha dejado zanjada la cuestión”.
Un asunto que ha vuelto a aparecer en el marco de las propuestas sinodales y sobre el que Demetrio Fernández avisa que “son propuestas que traspasan la línea de la unidad de la fe, deben saltarnos las alarmas del sensus fidei. A eso no jugamos”. Y concluye de una manera taxativa diciendo que “en el Sínodo cabemos todos, claro. Pero no caben propuestas que se salen de la comunión en una misma fe y que responden a ideologías de moda. Porque entonces habríamos convertido el Sínodo en juego peligroso de propuestas que no brotan de la fe de la Iglesia y que rompen la comunión eclesial. Eso ya no es el Sínodo al que el Papa nos ha convocado, eso es aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para infiltrar asuntos inadmisibles. Eso sería aprovechar la preciosa ocasión que se nos brinda para salirse del tiesto. Y con la fe de la Iglesia no se juega”.
Pueden leer la carta íntegra en este enlace.