La Conferencia Episcopal ultima la preparación de un congreso para reivindicar y “renovar” el papel de la Iglesia en la educación, su bastión de influencia ante el avance de la secularización
El 94,7% de los centros religiosos católicos son concertados, cuya financiación ha marcado un nuevo récord anual superando los 7.400 millones, un 28,5% más que hace una década
La educación es un ámbito “nuclear” para la Iglesia. Y un pilar “histórico”. Y principalmente, señala también la Conferencia Episcopal Española, “por responsabilidad eclesial”: “Porque es una misión del propio Evangelio”. Por eso la institución quiere ahora fortalecer su papel en este terreno, en el que además la mayor parte de su presencia está sostenida por fondos públicos. Del total de centros católicos que hay actualmente en España, el 94,7% son concertados, según sus propios datos. En paralelo, las personas que acuden regularmente a misa han descendido, en tan sólo un año, un 2,5%. El número de sacerdotes, un 2,8%. Y el de seminaristas, un 5,2%. Es decir, la espiritualidad pierde terreno, pero la Iglesia lo compensa ganando parte de él en la educación.
Por eso la Iglesia pretende ahora volcar ahí sus fuerzas. Y no es una idea abstracta. Este sábado se plasmará en un gran congreso en Madrid que, bajo el título La Iglesia en la Educación: presencia y compromiso, reunirá a alrededor de 1.200 personas, según ha explicado este martes la Conferencia Episcopal. “Será un punto de llegada, pero también un punto de partida“, explicó durante la presentación del evento Raquel Pérez Sanjuán, directora de la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia.
Se ha puesto toda la carne en el asador para la ocasión. La Conferencia Episcopal ha creado una página web en la que aglutina, separados por nueve ámbitos, los desafíos del papel de la Iglesia en la enseñanza. Y al acto acudirán alrededor de 400 colegios, 300 profesores y 100 personas relacionadas con la universidad. Y más de una veintena de ponentes procedentes de distintos organismos internacionales. Todo para dar el pistoletazo de salida al trabajo para ese objetivo. “La Iglesia quiere volver a renovar este servicio y a apostar por esta humanización desde su propia identidad”, señaló el profesor de la Salle Centro Universitario Carlos Esteban.
Es ahora porque han percibido “una urgencia“, según han plasmado desde la institución en el documento de presentación de su congreso. Pero, ¿urgencia de qué? En concreto, señalan que de estar “presentes”, además de para “continuar un diálogo en el que la Iglesia pueda hacer su aportación específica a los retos y desafíos de la educación”. “Lo estamos haciendo bien. La educación es un bien público y necesita de todos para educar a todos”, remachó Esteban.
Financiación “limitada”
En la página web creada ad hoc para el congreso de este 24 de febrero, hacen una denuncia. Concretamente, en el documento marco relativo a los colegios. Ahí la Conferencia Episcopal habla de una financiación “limitada” de los centros concertados por parte de las Administraciones, algo que les “invita” a “explorar y compartir experiencias y procedimientos de sostenibilidad económica”. Pero no especifica cuáles.
Lo que no extraña es que la Iglesia aluda concretamente a la enseñanza concertada. Y es que la mayor parte de su red está formada por centros privados sostenidos por fondos públicos. Vayamos al detalle. En su última memoria de actividades, correspondiente a 2022, la Iglesia cifra en 2.536 su número de centros, un dato que se mantiene prácticamente inalterable a lo largo del tiempo. En la memoria de 2021 hablaban de 2.536 colegios. En 2012, de 2.620. Desde entonces, el alumnado sí que se ha incrementado. En una década, ha pasado de ser 1.434.524 a más de un millón y medio. En concreto, 1.502.868, un 4,8% más.
Los centros de la Iglesia, aferrados a los conciertos
Pero volvamos a los centros. En las mismas memorias se ofrece la cifra de cuántos esos centros católicos son concertados. Y en 2022 eran 2.402. En proporción, el 94,7% del total. Todos, según sus propias cifras, suponen “4.213 millones de ahorro al Estado”. ¿Cómo lo explican? Por, otra vez, “la baja dotación de los conciertos en comparación con la enseñanza pública”, además de “la eficiencia en la gestión del gasto en los centros”.
Sin embargo, las estadísticas oficiales del Ministerio de Educación dibujan otro panorama diferente. En concreto, uno que muestra que, año tras año, la financiación pública de la educación concertada rompe récord tras récord. En 2021, último curso del que hay cifras en el departamento que dirige Pilar Alegría, se destinaron más de 7.400 millones a la enseñanza privada —sea o no sostenida con fondos públicos–. Hace una década, en 2011, fueron más de 5.700 millones, un 28,5% menos que ahora.
Pero este dato, revelador en solitario, adquiere mayor relevancia si se compara con lo que ocurrió, en el mismo periodo, con la inversión en educación pública. En la misma década, su inversión creció un 16,7%, pasando de 44.800 a 52.300 millones de euros, según también la última estadística oficial de Educación. Es decir, hay dos velocidades. Y la Iglesia, que posee el 60% de los centros concertados, según Escuelas Católicas, es clara ganadora de estos números.
Pero también por otra cosa. Y es que esta “segunda red” ha aumentado, en sólo seis años —del curso 2014-2015 al 2020-2021— un 50% las cuotas cobradas a las familias de su alumnado.
Y muchas son irregulares, porque contraviene la LOMLOE y la propia LODE que regula los conciertos y que estableció en 1985 que la educación obligatoria debe ser totalmente gratuita. En concreto, y según la octava edición del Estudio de cuotas y precios de colegios concertados del curso 2023-2024, el 87% de centros lo hace. Y además sin transparencia, vistiéndolas de “aportaciones” o “donaciones” y provocando, además, un desplazamiento del alumnado que proviene de familias que no las abonan.
La ‘amenaza’ de la Ley Celaá
Hay una paradoja, y es que este incremento de fondos a la concertada —recordamos, en su mayoría en manos católicas— se contrapone a los apocalípticos augurios que desde la propia Conferencia Episcopal se lanzaron cuando el Gobierno puso en marcha la maquinaria para aprobar la ley Celaá. “Vuelve la dictadura totalitaria“, llegó a clamar el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz. “Con su habitual liberticidio intervienen nuestra libertad. Tienen miedo de la verdad que nos hace libres de veras, y por eso la quieren controlar, expulsando a los padres de la educación de sus hijos e imponiendo ellos una ética de Estado”.
Sin embargo, la ya exministra Isabel Celaá declaró en su día que la concertada no tiene “nada que temer”. Porque la red no estaba —ni de hecho está— en cuestión. Aun así, desde el congreso que se celebra este fin de semana se regresa a esa idea de “libertad”. Acompañado del de “identidad”. La Conferencia Episcopal pretende, lo dice en sus propios documentos, que la cita sirva “para redescubrir lo específico de nuestra identidad y aportación al bien común en este momento histórico” en el que, señaló Pérez Sanjuán durante la presentación del evento, hay “efectivamente” una “norma nacional” que puede suponer “un desafío” para el papel de la Iglesia en la educación. “Mediante leyes se puede facilitar u obstaculizar la actividad”, añadió. Pero no dio más detalles.
Una sociedad cada vez menos católica
No es casualidad que la Iglesia centre ahora todos sus esfuerzos en este terreno. En otros en los que hasta ahora tenían una presencia indiscutible han perdido una fuerza que, esa sí, es más complicado recuperar. Y lo saben. “En muchas ocasiones sucede que alguien que va a clase de Religión luego no va a catequesis. Es importante que haya interrelación”, señaló Pérez Sanjuán.
El último informe deLa laicidad en cifras, de la Fundación Ferrer i Guàrdia, publicado el año pasado, concluyó que la población española es cada vez menos creyente, puesto que cuatro de cada diez personas se declaran ya ateas, agnósticas o indeferentes a la religión. Y la cifra aumenta a medida que la edad disminuye. Así, el 60,3% de los jóvenes entre 18 y 24 años no son religiosos, un porcentaje que se sitúa en el 57,9% en el caso de los que tienen entre 25 y 34 años.
Además, la Iglesia cede también espacio en uno de sus grandes espacios de influencia, la planificación del proyecto familiar. Según los datos del INE, el porcentaje de hijos nacidos de madres no casadas ha crecido de forma espectacular. En 1975, cuando arranca la serie, eran el 2,02%. En 2022 supusieron, por primera vez, más de la mitad: el 50,14%.
También cae la actividad sacramental. Entre 2012 y 2022 los bautizos han pasado de 268.810 a 159.129 (-40,8%) y las primeras comuniones, de 245.427 a 171.494 (-30%). En cuanto a los matrimonios católicos, la caída es más espectacular: pasa de 62,487 a 35.253 (-43,9%).