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La Iglesia promete trabajos para toda la vida

El primer efecto positivo de la tan discutida reforma laboral no se ha hecho esperar: la CEE promete contratos de trabajo para toda la vida. Cierto que no aseguran un gran sueldo, pero a cambio te prometen que nunca te arrepentirás y, lo más atractivo de la oferta: “una vida apasionante”. Pero no se emocionen, que los estoy viendo venir, que la CEE a la que me refiero no es la que ustedes se imaginan, sino la Conferencia Episcopal Española.

Si yo estuviera en su situación, mejor dicho, dado que ustedes no están en la mía (miembro ilustre del partido que ha ganado las elecciones y, por lo tanto, a la espera de un cargo de consejero en una empresa pública), reflexionaría muy seriamente sobre tan generosa oferta. Nada de lo que la Conferencia Episcopal les promete es falso y me permito añadir que se quedan muy cortos a la hora de enumerar las bonanzas del puesto de trabajo que ofrecen.

El sueldo es escaso, no les voy a engañar, pero tiene suculentos complementos que bien administrados dan para mucho. Para comenzar, la vivienda es gratis, y no les hablo de un miserable piso en un barrio periférico; en muchos casos se trata de viviendas adosadas a las parroquias, que para sí quisieran la mayoría de esos a los que les hicimos creer antes de la crisis que eran clase media. Y si aún así no llegan a fin de mes, siempre quedan recursos alternativos, que van desde el préstamo automático y sin intereses del cepillo, al de la petición de dinero a los feligreses para presuntas obras en la parroquia, sin olvidar el lucrativo negocio de la venta de recién nacidos pobres a familias ricas (para cualquier duda sobre como está el mercado consultar con Sor María Gómez Valbuena)

Olvídense para siempre de las preocupaciones por la solvencia de la empresa. Incluso en el peor momento de la peor crisis económica, es decir, ahora, no se ha rebajado un solo euro la asignación que el padre Estado dedica a la madre Iglesia: seis mil millones de euros anuales. A lo que hay que añadir lo que obtienen de la casilla del IRPF, más lo que recaudan por el mismo concepto las ONG’s que pertenecen a la Iglesia y lo que recogen en donativos y cepillo, total unos quince mil millones de euros. Todo esto sin tener en cuenta las multimillonarias propiedades, libres de pagar impuestos de mortales, como el IBI. Y esto sólo en España, no olviden ustedes que si los contratan van a trabajar para una de las multinacionales más grandes del mundo.

Y sobre las condiciones laborales, ¿qué les voy a contar que no hayan oído ustedes ya? Para empezar la carga de trabajo, con la reducción por mortandad de la clientela, disminuye año tras año. Y las posibilidades de despido son prácticamente nulas, mientras no pongan en cuestión la infalibilidad del jefe (algo que por otra parte se exige en cualquier empresa).

Si llegado este punto aún les queda alguna duda, recuerden la promesa más atractiva: “una vida apasionante”, y la Conferencia Episcopal no se refiere a la pasión según San Mateo, no, prometen pasión de la buena, de la que nos gusta a todos. Una pasión que ustedes podrán desatar sin miedo a las consecuencias, tienen asegurado el perdón en el cielo y la impunidad más absoluta en la Tierra. Los obispos se lo prometen.

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