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La Iglesia contra Dios: católicos LGTB+ en la encrucijada

La realidad creyente más allá de la jerarquía eclesiástica.

Hace casi 2.000 años, san Pablo escribió los tres únicos fragmentos del Nuevo Testamento donde la homosexualidad se condena de forma expresa. Tales interpretaciones del apóstol, que no conoció directamente a Jesús de Nazaret, completaron la visión cristiana del mundo, donde la forma intolerante de concebir la sexualidad se configuró entre sus principales valores. 

La LGTB-fobia existe hoy como una lacra heredada de esa religión, contra la que todavía luchan movimientos sociales, activistas y aliados. No obstante —y a pesar de la Inquisición, de las terapias de conversión y de cualquier atrocidad cometida en nombre de Dios—, insistir en que existe un conflicto entre personas LGTB+ y católicos, como si se trataran estos dos de grupos herméticos donde se es de uno u otro, resulta, cuanto menos, reduccionista.

Para comprender esta cuestión quizá sea imprescindible olvidar blancos y negros y empezar a discernir la escala de grises. Una práctica que, según el sociólogo experto en religiosidad Javier Elzo, parece emerger en la nueva era post-secular y cuya puesta en marcha favorecería una convivencia “en pro de una ética en la fraternidad universal”.

A pesar de los intentos del Papa Francisco por acercarse a la población LGTB+, el Vaticano, como máxima representación de la Iglesia católica en el mundo, aún se mantiene firme: no puede consagrar el matrimonio entre personas del mismo sexo puesto que “Dios no puede bendecir el pecado”

El dogma que oprime 

A pesar de los intentos del Papa Francisco por acercarse a la población LGTB+, el Vaticano, como máxima representación de la Iglesia católica en el mundo, aún se mantiene firme: no puede consagrar el matrimonio entre personas del mismo sexo puesto que “Dios no puede bendecir el pecado”. Sin embargo, cada vez son más los grupos religiosos que se oponen ante esta idea, que subrayan como discriminatoria hacia gais, lesbianas o bisexuales.

Sin ir más lejos, el pasado mayo, un centenar de sacerdotes organizaron ceremonias públicas de forma masiva por toda Alemania para bendecir a parejas homosexuales; acción que supuso un nuevo desafío hacia la jerarquía eclesiástica y que estuvo impulsada por más de 230 profesores de teología católica del país.

Para Elzo, que la Iglesia declare que las personas LGTB+ deban ser acogidas con amor en la propia institución mientras las conmina a vivir como hermanos —sin relaciones sexuales—, es “un sin sentido”. El sociólogo recuerda que estas actitudes opresivas por parte del Vaticano y de la mayoría de iglesias a lo largo de la historia -no solo hacia este colectivo sino hacia otros como la clase obrera o la mujer-, han contribuido al continuo descenso de creyentes en Occidente. Hoy, según los datos del CIS de junio de 2020, el porcentaje de jóvenes católicos en España (de 18 a 34 años) es menor que el de agnósticos, no creyentes, indiferentes y ateos.

Para el sociólogo Javier Elzo, que la Iglesia declare que las personas LGTB+ deban ser acogidas con amor en la propia institución mientras las conmina a vivir como hermanos —sin relaciones sexuales—, es “un sin sentido”

“El rechazo a los colectivos que se agrupan bajo el acrónimo LGTB+ es incompatible con el mensaje evangélico que supone un amor universal, gratuito, sin excepciones y sin condiciones”, apunta Elzo. Una máxima, denominada ethos del amor por el sociólogo alemán Hans Joas, que, según el catedrático, aparece en lo nuclear del cristianismo “más como un ideal central que como una realidad en los hechos”.

Pese a todo, esta idea del ethos del amor, precisamente, es la que llevan a práctica varias iglesias inclusivas cristianas en territorio español. No solo porque los creyentes LGTB+ encuentran en ellas una forma sana de desarrollar su fe, sino porque mantienen una actitud crítica hacia la Santa Sede. En Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla, se ha celebrado recientemente la Vigilia contra la Homofobia organizada por estos grupos religiosos.

En Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla, se ha celebrado recientemente la Vigilia contra la Homofobia organizada por estos grupos religiosos

Una de las asociaciones que nuclean a católicos LGTB+ en España es la sección de Espiritualidad de COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid). Su director, Norberto Ciciaro, es contundente: “En nuestro país, el catolicismo es muy conservador y opresor. No se ha nutrido de las teologías de la liberación, la vivencia personal y la mística cotidiana”. Además, asegura que, si se comenzara a cuestionar la “iluminación” de los escritos de san Pablo, “podría caerse todo el sistema teológico basado en la tradición”.

Norberto considera que las actitudes LGTB-fóbicas que mantienen muchos creyentes, y aquellos que no lo son tanto, todavía hoy consiguen perpetuarse porque se pueden justificar a través de determinados comunicados. “El Vaticano les proporciona las armas y ellos simplemente las usan porque pueden”, afirma.

En este contexto, donde la Iglesia católica -representada desde la Santa Sede- lanza mensajes contrarios a los principios con que se creó la religión que supuestamente personifican, muchas personas se preguntan: ¿cómo una persona homosexual o transgénero puede ser creyente?

“En nuestro país, el catolicismo es muy conservador y opresor. No se ha nutrido de las teologías de la liberación, la vivencia personal y la mística cotidiana”, Norberto Ciciaro, de la sección de Espiritualidad de COGAM

LGTB+: voz de la fe

“Ser católico y LGTB+ no es una incongruencia porque Jesús está de nuestro lado, como lo estuvo de las mujeres que ejercían la prostitución, como lo estuvo de los leprosos o de todes aquelles que se encuentran fuera de esa frontera invisible (y, a veces, no tan invisible) que marca la sociedad como normalizado y, por lo tanto, bueno”, explica Lucas Alcázar, hombre trans y confundador de la asociación Género Sentido Trans en Huelva.

Lucas explica que existen muchas manifestaciones en contra de lo trans y asegura que la mayor discriminación que él puede sufrir se la ofrece la conciencia brindada por la jerarquía eclesiástica: “Yo no soy capaz de acercarme a una parroquia, por el miedo a sufrirla”. En este sentido, recalca que las grandes esferas no lo representan y aclara que estas, como en cualquier otra institución, solo se acaban representando a sí solas.

La misma idea la comparte Gema Segoviano, miembro de Segoentiende, organización LGTB+ de Segovia. Su trayectoria personal como catequista y agente de pastoral le ha ayudado a diferenciar el mensaje del Evangelio de las normas, dogmas y estatutos de la Iglesia católica que, reitera, “están llenos de miedos”.

A Gema, su visibilidad como lesbiana hace que la Iglesia dé por hecho que algunos aspectos de la vida eclesial no le interesan. Una discriminación, por su orientación sexual, a la que se le suma otra más: ser mujer. Como tal, “se me sigue manteniendo en un segundo plano a la hora de tomar decisiones y responsabilidad. Siempre tiene prioridad un varón, aunque ahora, con la falta de personal para atender a las necesidades de las parroquias, las mujeres de esas comunidades se hacen cargo de las tareas que podrían ser de un diaconado [tercer grado de la jerarquía eclesiástica]: liturgia de la Palabra, mantenimiento del templo, tareas pastorales y de animación de la comunidad, etc.”.

Por su parte, Alfonso, hombre gay sevillano al que llamaremos con este nombre para mantener su anonimato, reconoce que la Iglesia sería coherente con el mensaje de Cristo, entre otras cosas, si aceptara a las mujeres para ejercer el sacerdocio. Además, entre sus prioridades también estaría el cambio de postura en torno al matrimonio homosexual, algo que está seguro de que algún día llegará. 

Aunque sabe que, por el momento, dentro de la Iglesia no puede alcanzar dicho sacramento, el día en que se case con su actual pareja, cuenta, Dios estará con ambos puesto que “Él es amor”. Alfonso expone que esta fue la máxima que siempre le enseñaron en la parroquia de la que forma parte desde hace doce años, cuando se unió de adolescente en busca de respuestas. Una de ellas, su sexualidad: “tuve cuatro amigos maravillosos que hicieron que me conociese a mí mismo de forma íntima y Dios me dio la respuesta al cabo de los meses”. Así fue como “salió del armario” y fue aceptado por su familia, amigos y su entorno eclesiástico.

Aunque existen círculos religiosos donde la diversidad afectivo-sexual se defiende en sintonía con las reivindicaciones del propio movimiento social, tanto Lucas como Gema y Alfonso están de acuerdo con que el rechazo hacia lo disidente está muy presente en otras hermandades y grupos católicos. Son estos los que más polémicas generan —escudados por el Vaticano— y quienes chocan con el resto de la sociedad que actúa a favor del progreso. Sobre todo, con la población LGTB+ no creyente.

Conflicto

“El conflicto entre estos dos grupos es totalmente lógico”, declara Lucas y prosigue: “Yo no voy a ser quien defienda lo indefendible, pero creo que es interesante que no nos dejemos llevar por los arrebatos, sino que comprendamos que no se debe renunciar a algo que puede ser necesario para los seres humanos [como la religión], porque una serie de personas, que nada tienen que ver con el mensaje que lanzó Jesús de Nazaret, digan barbaridades”.

Y es aquí, en esta encrucijada, donde se encuentran todos ellos: tendiendo puentes entre personas, guiados por la fe. Aunque coinciden en que la Iglesia debe pedir perdón por la discriminación histórica hacia el colectivo, prefieren no esperar de brazos cruzados a que esto ocurra y optan por trabajar para que algún día se hable de una religión hegemónica que sea inclusiva con todas las personas. Un trabajo al que invitan al resto de creyentes heterosexuales que, “de corazón”, comulguen con el ethos del amor y actúen en concordancia con el verdadero mensaje de Cristo. Sin miedos ni prejuicios.

El futuro de la Iglesia

Una de las preguntas más frecuentes cuando se menciona el constatable descenso de creyentes católicos y se exigen cambios estructurales a la Iglesia es, precisamente, si esta desaparecerá si no consigue adaptarse a los nuevos tiempos. El director de la sección de Espiritualidad de COGAM no cree que esto ocurra, por una sencilla razón, “los creyentes creemos en Jesús de Nazaret y su mensaje. No tanto en una institución. Los creyentes somos los que formamos la Iglesia y la sostenemos en el tiempo”.

A pesar de la deriva de la fe en Occidente, en nuestro país, según los últimos datos del CIS, todavía un 61% de la población se considera católica. Desde el punto de vista sociológico, Javier Elzo coincide en que la institución no desaparecerá, aunque “necesita cambios profundos”. El experto añade que para que estos sean posibles, la Iglesia debe “morir para renacer”. Bajo esta máxima publicó su libro homónimo en 2017, donde expone cómo la religión católica del futuro tendrá que coexistir en armonía con el resto de sacralidades seculares, espiritualidades y principios, sean religiosos o laicos.

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