El catolicismo ha perdido fuelle en Europa y América por los escándalos, la falta de espiritualidad y la irrupción de nuevas corrientes dentro del cristianismo
El futuro de las religiones se decidirá en los próximos 20 años en dos continentes. La batalla se libra palmo a palmo, pero China y gran parte del África subsahariana son ahora los puntos estratégicos que pueden cambiar el statu quo de la espiritualidad. Ningún movimiento es casual. El Papa viajará antes de que termine el año a Japón y a tres países africanos: Mozambique, Islas Mauricio y Madagascar. En los últimos tiempos lo hizo a Myanmar, Bangladés, Kenia, Uganda y Filipinas. Viaja porque ha sido invitado. Pero la cuestión de fondo recuerda también que son las zonas donde el catolicismo está creciendo más y donde la Iglesia considera que podrá compensar la hemorragia que sufre en Europa o América.
La pugna con otras religiones y confesiones, especialmente con el islam y los evangélicos, es clave. Pero teorías como la del choque de civilizaciones de Samuel Huntington y cierto alarmismo por el crecimiento del islam podían tener sentido hace una década. Si el cristianismo (y el catolicismo en particular) cultiva bien las áreas clave, creen todos los expertos, se impondrá. El profesor Philip Jenkins, autor de números ensayos sobre el tema y referencia en esta cuestión, predijo que para 2050 la proporción de cristianos en relación con los musulmanes será de tres a uno. De hecho, su tesis es que el cristianismo será la religión más numerosa gracias al crecimiento en lugares como Asia. Para ello, sin embargo, deben corregirse algunas tendencias.
Mientras en Polonia el catolicismo resiste mejor la caída, los escándalos de pedofilia tuvieron mucha incidenciaen países como Irlanda, que lideraba la lista de Estados creyentes en Europa y hoy está en la media. Pero la plaga de abusos a menores tuvo mayor impacto en EE UU y Latinoamérica, donde en paralelo irrumpía en ese periodo un nuevo fenómeno. «Se produjo un gran pasaje de católicos a grupos evangelistas, sobre todo pentecostales. Hubo un tiempo en que en América Latina nacías católico y morías católico. Hoy, sin embargo, ya hay un 20% de protestantes pentecostales, mientras hace un siglo solo llegaban al 1%. Hace 50 años, casi todos eran católicos. Pero muchos lo eran de forma nominal, participaban en algunas fiestas, pero no en la vida de la Iglesia regular», explica Introvigne.
La Iglesia católica ha cambiado algunas actitudes, hasta ahora demasiado estáticas en el acercamiento a los fieles. En la reforma que llevará a cabo la Santa Sede se situará en la cima del organigrama de los dicasterios un nuevo departamento para la evangelización. La elección de los viajes del Papa tampoco es casual y tienen un impacto muy alto en zonas donde el catolicismo está creciendo como África. El problema ahí, sin embargo, es la conversión de muchos de los fieles, que llegan al cristianismo con una cultura que a veces incluye la poligamia o la ignorancia del celibato en sacerdotes. «África es el gran desafío. Pero esos números hay que gestionarlos. El bautismo no es el final del proceso, hay que acompañarles», dice Introvigne.
El interés por Asia, el segundo mercado potencialmente más importante para el catolicismo, se sustancia principalmente en el acuerdo firmado por el Vaticano y China hace un año. El padre Bernardo Cervellera, director de la prestigiosa publicación católica Asia News, cree que el continente puede convertirse en unos años en el mayor vivero de fieles. «Asia es hoy el centro del mundo, desde el punto de vista de la población y de la economía. El futuro se decidirá ahí, pero es un lugar donde chocan un economicismo tecnológico, llevado al máximo nivel como en China, Japón y Corea, con grandes religiones con la tentación del fundamentalismo. Hay un desencuentro entre la religiosidad de esos pueblos y la indiferencia del mundo económico. Y en esa lucha, la Iglesia tiene una misión de salvaguardar la dimensión humana».
El Vaticano tenía mucho interés en pasar página a un periodo de distanciamiento y conflicto con un país en el que hay 12 millones de católicos oficiales (150.000 nuevos bautizos al año) y unos 40 millones de cristianos, aunque algunos expertos calculan que la cifra real puede sobrepasar a la de los 88 millones de militantes del Partido Comunista de China. El acuerdo, que no está funcionando todo lo bien que desearía la Santa Sede y ha sido criticado por la Iglesia local, acerca el deshielo de las relaciones diplomáticas, rotas desde los años cincuenta. Tras décadas de persecución, China podría convertirse en 2030 en el país de mayor población cristiana del mundo, con 247 millones de creyentes. Y eso sí podría modificar los equilibrios definitivamente.
LOS EVANGÉLICOS GANAN PODER Y SUMAN FIELES EN AMÉRICA LATINA
Naiara Galarraga
Marcelo de Oliveria está inmensamente agradecido a su Iglesia evangélica, que le rescató de las garras de la cocaína que le tuvo atrapado dos décadas. Rita Pereira ya no se endeuda desde que se unió a la suya. Ninguno nació en esa fe, según contaron en junio en la Marcha para Jesús de São Paulo, la mayor fiesta evangélica de Brasil. Son solo dos de las caras de una revolución silenciosa que comenzó en los setenta y ha roto un monopolio que durante cinco siglos ostentó la Iglesia católica en América Latina, como explica el sociólogo y exministro peruano José Luis Pérez Guadalupe en el estudio Evangélicos y poder.
Basta circular por cualquier ciudad o pueblito de la región, preferentemente zonas periféricas pobres o rurales, para constatar hasta qué punto se han multiplicado los templos evangélicos. Los fieles han aumentado de manera espectacular. En Brasil, el país más poblado de Latinoamérica y con más católicos del mundo, ya suponen el 30% de sus 210 millones de habitantes. En Guatemala o El Salvador representan casi la mitad de la población. Si el 92% de los latinoamericanos seguía en 1970 el catolicismo impuesto por españoles y portugueses en la conquista, en 2017 se habían reducido al 59% ante el avance de los evangélicos (19%) y del agnosticismo. Los motivos que llevan a tantos latinoamericanos a convertirse a las nuevas denominaciones, mucho mejor adaptadas a la modernidad que la Iglesia católica, son variados. Pero muchos son empujados por sus familias para abandonar adicciones.
No solo son más, sino que tienen más poder desde que en los ochenta se adentraron en la política y el mundo empresarial. Guatemala tiene un presidente evangélico, el cómico y teólogo Jimmy Morales; en Costa Rica otro, Fabricio Alvarado, llegó a la segunda vuelta en las presidenciales; y Brasil tiene un presidente, Jair Bolsonaro, que es católico pero tiene una alianza con las iglesias evangélicas que tienen entre sus fieles nada menos que a uno de cada seis parlamentarios. Esta semana el mandatario asistió al culto semanal en la sede de la Cámara de Diputados y les prometió que uno de los dos magistrados del Supremo será “terriblemente evangélico”, un paso de calado porque fueron los altos tribunales los que aprobaron las normas que amparan el aborto en tres supuestos o el matrimonio igualitario.
Euler Morais, un exdiputado que participó en el culto con el presidente en Brasilia, se presenta como uno de los impulsores para el desembarco de los evangélicos en política. Explica que los diputados protestantes dejaron hace mucho de ser testimoniales y la defensa de la familia tradicional y las costumbres cristianas es solo parte de su acción. En Brasil se han convertido en una voz influyente en política económica o seguridad y quieren participar en la transformación que promete Bolsonaro.