Templos, capillas, santuarios, casas rectorales, cementerios, fincas, huertas… Ahí lo estamos contando todo.
La noche de fin de año cenará una tortilla francesa y se irá a la cama porque nunca le gustó divertirse «por obligación». En su móvil suena 'My way' por Sinatra y su lema es: «Lo que no son cuentas son cuentos, y a mí los cuentos no me gustan». El hombre encargado de cuadrar el presupuesto de la Diócesis de Oviedo, que en 2014 descenderá un 2,39%, hasta situarse en 11.670.016 euros, José Ramón Garcés (Oviedo, 1950), lleva 15 años como ecónomo de la Iglesia asturiana, ajeno a vaivenes, un cargo que compatibiliza con su tarea como párroco de La Corte. El administrador de uno de los mayores patrimonios de Asturias es «feliz» y se le nota. «A mi manera», dice.
-Fue nombrado por Díaz Merchán y continuó con Osoro y Sanz Montes. ¿Es usted insustituible?
-Es que la administración tiene una cierta vocación de estabilidad. Y, además, yo creo que conviene que no haya sobresaltos.
-Será en la administración, porque las parroquias han sufrido un baile de cambios últimamente.
-Es el trajín lógico de los reajustes que, a veces, hay que hacer en la diócesis habida cuenta de que la situación es cada vez más complicada. Date cuenta de que cada vez se desertiza más el panorama y hay que reinventarse. A mí me da mucha pena ver cómo se están quedando los pueblos en todos los aspectos. Van a menos y es una pena que la Iglesia cada vez los pueda atender peor o con menos dedicación. Además, los cambios rejuvenecen. ¿Una parroquia toda la vida con el mismo párroco? ¡Qué aburrimiento!
-Acaban de aprobar su presupuesto para el próximo ejercicio. Y aquí no hay prórroga que valga.
-No, porque, como ves, tampoco tenemos sorpresas.
-¿Cuál es su análisis?
-Veo que, en general, las cuentas han bajado y muchas parroquias están teniendo dificultades. Han bajado las limosnas y los donativos. La crisis se nota. La gente ha cogido miedo. El dinero es muy miedoso y tiende a esconderse. Y no es que no lo haya, porque dinero sigue habiendo. El dinero está en alguna parte, existe y en algún bolsillo y alguna caja está. Pero la gente tiene miedo.
-Y baja también la aportación de la asignación tributaria.
-Efectivamente, porque, cuando se reparte el dinero que nos viene de quien marca la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta, se hace con unos determinados parámetros. Y uno de ellos muy importante es el número de sacerdotes. En Asturias, fallecen una media de doce o catorce sacerdotes al año y se ordenan dos. Lógicamente, ese dato no nos favorece nada. Y también tenemos un gran número de sacerdotes mayores, jubilados, otro dato que tampoco nos favorece. Este año percibimos un 2,3% menos que el pasado por ese concepto.
-Sin embargo, el grueso de las cuentas se mantiene estable.
-Sí, porque intentamos contener mucho el gasto. Y vamos reduciendo todo lo que podemos.
-¿En qué han recortado ustedes?
-En cosas como que, cuando nos marchamos, apagamos las luces. Desde lo más doméstico hasta el hecho de que, aquí mismo, en el Arzobispado, este año se han jubilado dos personas y no las hemos sustituido. Hemos absorbido los demás el trabajo de esas dos personas. Procuramos no recortar en lo fundamental, que son tres cosas: las actividades pastorales, las pequeñas reparaciones de casas y de templos que hacemos y los sueldos de los sacerdotes.
-Cada vez vemos más iglesias en condiciones casi ruinosas.
-Yo creo que, gracias a Dios, en Asturias vamos salvando los muebles bastante bien. Porque se está haciendo un esfuerzo inmenso por parte de las parroquias por mantener sus iglesias. A la gente de los pueblos no le gusta ver caer su iglesia y, entonces, la levantan ellos. Nosotros, como mucho, colaboramos con un 20%. La gente tiene que cuidar de lo suyo.
-De las grandes obras pendientes nos olvidamos, ¿no?
-Las grandes obras no tienen cabida. Ahora mismo, están paradas. Así llevamos ya varios años, con dos grandes asignaturas pendientes, que son la iglesia de La Tenderina, en Oviedo, y la de Santa Olaya, en Gijón, que, en cuanto podamos, serán las primeras que pongamos encima de la mesa.
-¿Qué pasó con su plan para vender y alquilar el patrimonio ocioso del Arzobispado?
-Hacemos lo que podemos. Se va vendiendo alguna cosita, pero no con la euforia con la que se vendía hace años. Y, a la hora de alquilar, hay que tener en cuenta que tenemos un patrimonio muy envejecido. El mercado está como está.
-¿Ya han concluido el inventario de bienes de la Iglesia asturiana?
-No, pero ya están inventariados más de dos tercios de la diócesis.
-¿Puede avanzarnos algo?
-Nosotros calculamos que tenemos unos 16.000 bienes inmuebles repartidos por todas la región. Templos, capillas, santuarios, casas rectorales, cementerios, fincas, huertas… Ahí lo estamos contando todo. Un pequeño huerto de berzas en el pueblo más remoto también cuenta. Eso vale muy poco, pero también cuenta.
-Un patrimonio impresionante…
-Nosotros tenemos mucho pedigrí, pero poco 'cash'.
-Nunca antes se había hecho.
-Se habían hecho tantos intentos que, al final, esto tienes que ponerlo en manos de profesionales, porque aquí no tiene tiempo nadie. Fíjate que llevamos cinco años. Se ha encargado a una empresa y lo que se intenta es peinar cada parroquia y cada arciprestazgo para que aflore todo lo que es de la Iglesia y que, en muchos casos, está perdido o abandonado. O se ha perdido la memoria. Por eso recurrimos a los viejos.
-¿Cuál es el objetivo?
-Tener un registro informatizado que te permita una visión global. Cada bien tiene su ficha, con un montón de campos. Incluso con su valoración catastral y mercantil, si es que se tiene alguna. Es una labor que, cuando la inicié, compañeros míos de otras partes de España me decían: «No sabes dónde te metes». Puedes sacar en seguida la conclusión: la Iglesia es riquísima.
-Allá voy: luego la Iglesia asturiana es riquísima.
-Sí, sí. Es una cifra muy llamativa, pero ese patrimonio es un patrimonio que, solamente cuidarlo y mantenerlo, muchas veces empobrece. Porque las fincas hay que limpiarlas, por ejemplo. Solo en Asturias hay 3.000 capillas. ¿Iglesias parroquiales? 950. ¿Casas rectorales? 800. ¿Cómo valoras eso? Ahora mismo se ha quemado Santa María de La Barca, en Muxía. ¿Qué te queda ahí? Llorar. Porque eso es irrecuperable. Eso tiene un valor patrimonial importantísimo, lo cual no quiere decir que tenga un valor mercantil.
-No ha contestado.
-Yo no tengo esa sensación. Como administrador, tengo la sensación de que estamos moviéndonos con un presupuesto muy equilibrado, contenido, mesurado. Y eso me hace dormir muy bien todos los días. Vivimos como gente muy normal, no como terratenientes. En ningún momento he tenido la sensación de estar al frente de una empresa multimillonaria. El 80% de nuestros bienes hoy tienen un valor mercantil muy relativo. Tú vas a vender un prao o una finca ¿y qué vale? Sin embargo, hay que mantenerlo.
-Al menos, no pagan el IBI.
-Lo cual me parece normal. Por algo es. Porque son bienes que están al servicio de la gente. Eso es muy importante: el dinero tiene siempre un valor instrumental. Es un instrumento que tiene que estar al servicio de algo más grande, más noble y más humano. En nuestro caso, para evangelizar y para ponerlo al servicio de quien más lo necesite. Y eso la Iglesia lo tiene que tener más claro que nadie. El dinero no es para tenerlo, para guardarlo, para hacer inversiones. Porque, si no, nos envilecería mucho. Pero tienes otra cosa, que es que los ayuntamientos cada vez son más cuidadosos y continuamente te están llegando requerimientos: «Tiene usted que limpiar una finca. O tiene que mirar un tejado que se movió». Y hacen bien.
-¿Qué pasó con aquel anuncio de que cederían a los parados el uso de sus terrenos forestales?
-Era un proyecto que pilotaba Cáritas. Ellos nos pedían unas fincas de unas características, con un mínimo de hectáreas, y de esas en Asturias tenemos muy pocas. El proyecto se murió por inanición, como tantos otros.
-¿Qué ha cambiado en la Iglesia católica con el Papa Francisco?
-En la vida, los gestos son importantes. Y él ya ha hecho muchos que están conquistando el corazón de la gente. La gente los entiende muy rápido. La Iglesia no debe tener vocación de riqueza, nunca: sería escandaloso. Bien, bien. Con este Papa, no nos aburrimos. Cada día nos aguarda una cosa nueva.
-Ha dicho que no le importa ser identificado con el marxismo.
-Bueno, él viene de un continente distinto. Viene de una América donde la base social y la forma de vivir la fe es distinta. Donde hay más pobreza y la pobreza genera otras formas de pensamiento, otro tipo de compromisos. Quien vive eso de cerca queda marcado de por vida. Ese contacto con la pobreza no te deja indiferente nuca. Te engancha.
-Los curas asturianos, de hecho, siguen siendo mileuristas.
-El 71% del presupuesto se va para gastos de personal. El sueldo de los curas hace años que no lo tocamos. Simplemente, lo actualizamos con el IPC, que creo que este año son catorce euros. Por otra parte, ellos son sensibles y también lo quieren así.
-¿En la Iglesia asturiana también hay corrupción? ¿Se ha encontrado con muchas cuentas que no le cuadraban en estos quince años?
-(Se ríe). La Iglesia está formada por personas y las personas no somos santos: somos pecadores. Pero mi misión la entiendo más como de instrumento de ayuda a los curas, no como fiscal. Si saliese todas las tardes a fiscalizar las cuentas de las parroquias, me iba a encontrar con situaciones muy dispares, qué duda cabe, ¿pero yo qué ganaría con eso? ¿Qué saldría, a reñir a los curas? Yo tengo que ayudar a unas personas cuya misión principal no es echar las cuentas, y muchos de ellos me lo dicen. El punto de partida es que yo me fío de lo que hacen los curas.
-Caen también los ingresos por celebraciones sacramentales.
-Lo que más incidencia tiene son los funerales. En las ciudades, mucha gente hace una despedida en el tanatorio por comodidad, porque el hecho de la muerte se quiere quitar de en medio cuanto antes, y evitan, con ello, el hacer el funeral en la parroquia. En este asunto hay mucha confusión.
-¿En qué sentido?
-La gente piensa que lo que se hace en el tanatorio es un funeral y no es verdad. No es verdad y a quien le corresponda debe dejarlo claro. La Iglesia entiende que, cuando una persona muere, se le hace un funeral donde se celebra la eucaristía. Un rito de despedida no es un funeral, por más que lo presida un cura o doscientos. La diócesis tendrá que estudiarlo con calma, porque a mí no me está gustando lo que está pasando. Y no es porque disminuyan los ingresos. Es porque, por los muertos, siempre se ha dicho misa.
-Casarse en la Catedral cuesta 500 euros. ¿No es excesivo?
-El lugar natural de la celebración de una boda es tu parroquia, donde una boda cuesta 70 euros. Luego, si buscan un sitio fuera, a mí no me parece mal que lo paguen. Nadie te obliga. A veces, tienes la sensación de que estás alquilando un local con una plaza delante para aparcar la limusina. Hay mucho de exhibición, aunque la crisis también se nota y llegan preguntando cuánto cuesta casarse en esta o en la otra iglesia. Yo siempre les contesto que por dinero no será, que no quedarán sin casarse por eso, ¿no?
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