La Iglesia Católica, desde tiempos remotos, ha optado por prohibir o ignorar todo lo que pudiese quebrar su tradición basándose en juicios subjetivos.
A la jerarquía eclesiástica, en esta cruzada particular, nunca le “dolieron prendas” para llevar a cabo cualquier acto que preservase su “verdad única” y con ella sus privilegios. En esta lucha no tienen en la actualidad, ni tuvieron en el pasado, reparos para inmiscuirse en el terreno de la ciencia ni para injerir en el gobierno de la sociedad.
En plena solicitud en el Vaticano de beatificación de católicos asesinados por el bando republicano, los obispos vascos organizaron una misa para pedir perdón por el silencio sobre los sacerdotes asesinados por franquistas. Solicitud de perdón que evidencia una nueva percepción sobre la realidad de la Guerra Civil aunque con décadas de retraso. Después de 60 años los nombres de estas personas se incluirán en los registros y libros parroquiales de sacerdotes fallecidos.
Durante la homilía se dijo que:
"El acto de hoy tiene una dimensión de reparación y reconocimiento, de servicio a la verdad para purificar la memoria"´.
“No es justificable, ni aceptable por más tiempo, el silencio en el que medios oficiales de nuestra Iglesia han envuelto la muerte de estos sacerdotes. Tan largo silencio no ha sido sólo una omisión indebida, sino también una falta a la verdad, contra la justicia y la caridad".
“La Iglesia vasca no busca reabrir heridas, sino ayudar a curarlas o a aliviarlas para contribuir a la dignificación de quienes han sido olvidados, o excluidos, y mitigar el dolor de sus familias y allegados".
Califica Enric Sopena en uno de sus análisis de “valentía evangélica” el coraje de los obispos vascos a pesar de las décadas de retraso en contraposición a la “cobardía moral” de la troupe integrista que “desconocía los hechos”. ¿Cuántos desconocimientos ha habido, hay y habrá en el seno de la Iglesia Católica?
Aunque es evidente que el perdón sólo se pide en nombre de la iglesia vasca hay que reconocer, como dijo el portavoz del gobierno vasco, que “nunca es tarde para construir la memoria y no olvidar a las víctimas. Se cierra un ciclo. Es bueno que la propia Iglesia se reconcilie con esas personas que fueron fieles a sus ideas y murieron por ellas".
Pero no sólo los jerarcas tienen frentes abiertos fuera de sus fronteras, las luchas internas por el poder también minan los cimientos de una iglesia cada vez más anclada en el pasado. El acto de desagravio que tuvo su cenit en la homilía pronunciada por el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi supone el inicio de un cisma en el seno de la jerarquía católica que parece dispuesta a poner freno al excesivo poder que el integrista Rouco Varela ha ido atesorando a lo largo de los últimos años con la ayuda inestimable de su cohorte de capellanes.
Pilar Rego es educadora social y bloggera