En El espejismo de dios, Richard Dawkins propone la «hipótesis de dios», preguntándose qué ocurriría cuando intentamos estructurar el pensamiento religioso como propuestas sobre el mundo real, que pueden ser sometidas a prueba y comprobadas… o desprobadas; al fin y al cabo, los religionistas hacen afirmaciones fácticas sobre su(s) dios(es), los milagros, y muchos otros temas, y por tanto, estas afirmaciones son susceptibles de ser puestas a prueba.
Hace unos años, el filósofo Massimo Pigliucci hizo uno de sus ataques contra el Nuevo Ateísmo, denunciando esta línea de pensamiento, pues según él los ateos militantes eran cientificistas (?), y hacían un uso bastante liberal de la palabra «ciencia» — mientras el movimiento ateo entendía la ciencia como investigar cualquier afirmación sobre la realidad utilizando la razón, la observación, la evidencia, y la actitud de duda y falsabilidad (muy en línea con Carl Sagan, y su definición de interrogar escépticamente al universo), para Pigliucci ciencia sólo es lo que hacen los científicos profesionales.
No puedo decir que lo de Pigliucci sea tremendamente sorprendente, pues cualquier persona que haya tenido la desdicha de encontrar su trabajo habrá notado la pobreza intelectual de sus desvaríos; sin embargo, por una vez sus chorradas terminaron en algo útil, pues el también filósofo L. R. Hamelin escribió una respuesta a Pigliucci, y allí ofrece un ejemplo de cómo aplicar la ciencia a la hipótesis de dios — sobra decir, no parece que la hipótesis de dios salga muy bien librada que digamos:
Podemos aplicar estos criterios a Dios. En primer lugar, planteamos la hipótesis de que Dios es real, con propiedades reales. En segundo lugar, creamos una teoría sobre lo que significa un Dios real y sus propiedades. Un Dios no se queda ahí; ¿qué hace? En tercer lugar, hacemos comprobable esta teoría: debemos ser capaces de determinar si es verdadera o falsa. En cuarto lugar, debemos poner a prueba la teoría mediante la observación o el experimento. Por último, nos aseguramos de que la teoría sea parsimoniosa: es decir, si quitáramos a Dios, la teoría no explicaría tanto. Una vez que hemos seguido todos estos pasos, tenemos una teoría científica que incluye a Dios y que podemos contrastar con lo que realmente observamos.
Pero construir este tipo de teoría de Dios pone a los creyentes ante un dilema. Siglos de investigación científica muestran que las mejores teorías científicas, comprobables por la observación, no incluyen nada parecido a un Dios personal. Sólo encontramos un universo de leyes ciegas y mecánicas, incluida la selección natural, sin previsión ni propósito final.
Alternativamente, una creyente podría rechazar uno o más de los criterios de la teoría de Dios, pero hacer eso tiene profundas implicaciones. Si ella admite que Dios no es real, ya es atea. Si dice que Dios no hace nada, ¿a quién le importa? Si su teoría no puede ser probada en absoluto, entonces no hay manera de saber si es verdadera o falsa. Si su teoría sólo puede ser probada por la revelación privada, y no por las observaciones disponibles a todo el mundo, entonces ella afirma injustificadamente que tiene un conocimiento privado. Y si su teoría es observacionalmente idéntica a una teoría que no incluye a Dios, entonces vuelve a ser atea, ya que un Dios que no hace ninguna diferencia no es ningún Dios.
La única pregunta que queda es si algunas personas encontrarían útil este análisis, y conozco a muchas personas que, aplicando este análisis, han abandonado su religión.