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La hipocresía del hijab

He visto últimamente varias muchachas en Maracaibo vistiendo hijab, el velo islámicoEn Francia y otros países de fuerte tradición laicista, las autoridades buscan prohibir el hijab; o al menos, la burka (a diferencia del velo tradicional, cubre toda la cara) y el niqab (cubre todo menos los ojos). Yo tengo enromes simpatías por el laicismo republicano de inspiración francesa, pero no comparto esta iniciativa. Salvo por motivos de seguridad (como en fotos de carnets o acceso a bancos), o por motivos de recato religioso en escuelas públicas, me parece que el cultivo de la libertad implica que las mujeres puedan llevar el velo si ésa es su elección. Por supuesto, yo quisiera que esas mismas mujeres que forman tanto alboroto luchando por su derecho a llevar el velo, lucharan también por las mujeres en países musulmanes que luchan por su derecho a no llevar el velo.

Si bien admito el derecho de las mujeres a llevar el velo, no por ello dejo de criticar semejante costumbre. Es llanamente machista: la mujer debe ir recatada, pero esa exigencia no aplica al hombre (es cierto que los grupos salafistas exigen a los hombres algún recato, y los obligan a llevar barba, pero eso no se compara con las restricciones a la mujer). Quienes defienden el uso del hijab, dicen que es una protección a la mujer. No viene mal que las mujeres adquieran conciencia de los riesgos que hay en vestirse muy provocativamente en situaciones que pueden conducir a la violación, pero, ¿realmente el poner un trapo sobre la cabeza va a frenar a un violador?

En muchos escenarios, el velo efectivamente cumple su función. Pero, en muchos otros, el hijab más bien tiene el efecto contrario de lo que originalmente pudo haber buscado Mahoma cuando recitó el verso del Corán que exigía una vestimenta modesta (33:58-59). Pues, en torno al hijab, hay toda una industria del fashion, cuyo propósito es, precisamente, hacer a la portadora más atractiva. De hecho, yo mismo que quedado cautivado con la belleza de las muchachas que llevan el velo en Maracaibo.

Ya en el siglo XIX, la pintura y literatura orientalista producida en Europa, sexualizó el velo islámico. Se interpretaba como una pantalla (eso es precisamente lo que significa la palabra árabe hijab) para ocultar la belleza; pero como suele suceder, esta pantalla suscitaba aún más la curiosidad de los hombres. En la imaginación orientalista, el sexo en los países musulmanes estaría imbuido de misterio y fascinación respecto a lo que había detrás de la cortina. El personaje de Mi bella genio utilizaba el velo para cautivar a su amo, e inevitablemente, la pornografía de tiempos más recientes ha empleado el velo de una forma muy vulgar.

Ciertamente, en un inicio, éstas eran fantasías europeas sobre Oriente. Pero, las propias clases acomodadas de los países musulmanes se han encargado de hacer que esto ya no sea meramente fantasías orientalistas. Muchas mujeres musulmanas cumplen el precepto del Corán y con eso pretenden satisfacer a Dios, pero inmediatamente intentan burlar a Dios.

Es algo muy parecido a lo que hacen algunos judíos para no irrespetar el sábado (sobre todo los miembros de la “Sociedad para la ciencia y la Halacha”). Por ejemplo, un inventor ha diseñado un teléfono, el cual se puede marcar indirectamente, y así no se viola la prohibición de marcar el teléfono durante el sábado. Bill Maher documenta éste y otros absurdos en su genial película Religulous. Pues bien, así como algunos judíos tratan de hacer actividades sin violar el descanso sabatino, algunas mujeres musulmanas (aupadas por la creciente industria del fashion que hay detrás de ellas) tratan de mantenerse muy atractivas, aún llevando el velo. El resultado, como muchas veces ocurre en la religión, es una hipocresía de la peor calaña.

Al final, en las zonas más occidentalizadas del mundo musulmán (así como en las zonas de Occidente con números considerables de musulmanes), el hijab se ha convertido en algo similar a la camiseta del Che Guevara: es una prenda que se la ha tragado el sistema, y se emplea ahora para promover aquello que, originalmente, se proponía combatir.

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