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La feliz educación privada

El suplemento publicado por ‘El Mundo’ sobre “los 100 mejores centros de educación privada” es un canto publicitario al bienestar emocional y al futuro prometedor de los niños -y alguna niña- blancos y rubios.

Niños varones, blancos, rubios, de pelo lacio.. Ese es el prototipo del alumnado elegido para los anuncios publicitarios que se suceden, página tras página, en el amplio suplemento dedicado a los “100 mejores centros privados de España” que publicó hace una semana El Mundo. El ránking se edita desde hace 20 años, aunque por la estética de algunos de sus reclamos no parece que haya pasado el tiempo.

La felicidad

Nada más abrir el dossier nos encontramos, en la tercera página, con el eslogan publicitario que resume la filosofía del dossier: Se hará ricoPero no se podía gastar tanto papel para decir lo que ya se sabía, por lo que el equipo creativo de la campaña de El Liceo europeo le da una vuelta al mensaje y lo transforma en la siguiente línea: entre paréntesis y con un tamaño de tipografía muy inferior, nos explican que el bienestar al que se refieren se materializará en salario emocional. El anuncio de El Liceo Europeo, que ocupa el décimo lugar en el ranking elaborado por El Mundo, se repite al pasar la página, ahora a toda plana. Quienes nos dicen que educan a los niños y niñas para que se hagan ricos completan ahora el mensaje con un “educar en la felicidad y para la felicidad”

“Presentan la felicidad como algo innato, totalmente descontextualizada, cuando la felicidad está estrechamente relacionada con nuestro bienestar material”, explica Carlos Pérez Lera, profesor de Pedagogía Terapéutica y Educación Primaria, que ahora trabaja en el Centro de Formación del Profesorado de Gijón. “Juegan con la crítica de que el dinero no da la felicidad, y es cierto que el bienestar tiene mucho que ver con cómo estás en el mundo, en tu barrio, con tu familia, con tus amistades… Pero también con tus posibilidades de tener las necesidades cubiertas y por ahora lo que te lo puede asegurar es tener un trabajo remunerado”, añade este docente con una larga experiencia en la educación para la transformación social.

En este sentido, Cristina Antuña Sariego, pedagoga de Pensar Consulting, una cooperativa especializada en educación multimedia en derechos humanos, subraya cómo estos mensajes centrados en la educación emocional están dirigidos a unos progenitores “que pertenecen a una élite a los que no sólo les vas a convencer sólo con la promesa de que van a tener un futuro brillante. Eso ya lo tienen asegurado por sus empresas o por sus redes de contacto, pero sí puedes seducirles por la parte emocional, que saben que es importante y a la que, quizás, no le puedan dedicar el tiempo que requiere”.

Antuña reconoce “que ver estos anuncios me da cierta pena, porque la educación pública también debería tener en cuenta todas estas corrientes educativas, como la del apego o el cuidado del bienestar emocional. Hay profes y centros que lo hacen, pero no es la línea mayoritaria”, apunta.

El linaje

Nada más pasar la página, de nuevo, en la impar –las más caras por su mayor visibilidad– encontramos el anuncio del colegio bilingüe Luyfe. Al contrario que la de El Liceo Europeo, este centro se presenta con un diseño ostentosamente vetusto e imbricado en la que uno de los principales reclamos es que es “el colegio de tus hijos y tus nietos”. En opinión de Antuña Sariego “resulta evidente que busca ser identificado con el modelo tradicional de linajes familiares, con el sistema estadounidense de hermandades cuyo ingreso se hereda de generación en generación”. Algo en lo que coincide Pérez Lera, y que traduce como ese empeño de una parte de la élite de “continuar la saga en un contexto uniforme, huyendo del pensamiento crítico. Además, el anuncio recurre a algo habitual en los centros privados: el uso de alguna ONG como aliada para utilizar la solidaridad de una manera vacía y neutra”.

En este caso, el centro bilingüe (como subraya con las banderitas de España y Reino Unido) Luyfe se presenta en el anuncio como “escuela amiga de Unicef”, la agencia para la infancia de las Naciones Unidas. “Es la imagen del Domund de toda la vida, la caridad”, añade la pedagoga Antuña Sariego.

Como es habitual en la mayoría de los anuncios, Luyfe también recoge la nota media de su alumnado en las pruebas de acceso a la Universidad. Según su publicidad, es de un 8,024, pero está sobradamente demostrado en numerosas investigaciones científicas que el rendimiento académico está estrechamente relacionado en el nivel económico familiar del alumnado y con el bagaje cultural y educativo de su contexto. Y, aun así, explica Pérez Lera, “en los resultados del pasado año en Asturias había un equilibrio entre la media de los centros públicos y privados”.

El futuro

“No va al colegio, va al futuro” es el mensaje bajo el que un niño de unos cuatro años mira con admiración a su padre. Ambos visten la misma camisa celeste con los puños vueltos mientras, se entiende, se dirigen al centro SEK International Schools. Radicados en España, Francia, Irlanda y Qatar, ofrecen intercambios lingüísticos en los cuatro países con el fin de “definir su futuro como ciudadanos globales”.

En la mayoría de los anuncios recogidos en el suplemento de El Mundo, Pérez Lera identifica una interpretación de la “educación como una plataforma de acceso al mundo laboral. No se trata de una educación en valores que además de abarcar aprendizajes curriculares, busca aprender a vivir en comunidad, de manera solidaria, con una actitud crítica… Es la materialización de la reclamación que hacía el mundo empresarial a la educación pública de que se orientase a la incorporación al mundo laboral”. Y para ello, emplean conceptos como la innovación, un término presente en todos los reclamos. “Otra cosa es con qué llenen esa palabra, porque lógicamente todos estamos a favor de la innovación. O el éxito: ¿Qué es éxito en nuestra sociedad? Además se presenta como un pasaporte para llegar a esa vida deseada”.

Pérez Lera se refiere al anuncio de International Baccalaureate, cuya fotografía central es un pasaporte sellado con los nombres de las principales asignaturas y del Método Singapur o el Programa Ruler, teorías educativas en boga por sus supuestos buenos resultados académicos y en educación emocional. Claro, que no sabemos si estos rendimientos han sido también analizados con hijos e hijas de personas desempleadas desde hace años, que hayan vivido un desahucio, que tengan que estudiar pasando frío por la imposibilidad de hacer frente a la factura de la calefacción o irse a la cama con el estómago vacío.

La preeminencia de la confesionalidad católica entre los centros que se anuncian es aplastante. El Colegio Chamberí Maristas, se define con un simple “con historia hacia el futuro”, rodeado de fotografías de sus amplias instalaciones deportivas, sus laboratorios, y los elementos de un acto eucarístico. A la tradición que quieren subrayar los Maristas con el término de “historia”, hay que sumar ese “futuro al que la mayoría de los anuncios hace referencia. Cuando El futuro no existe, como dice David Trueba”, dice entre risas Pérez Lera.

Pero el Colegio Villalkor, que como muchas otras también es una escuela amiga de Unicef, insiste: “Quality education for the future now”. Porque si existe el spanglish, también debería existir un privish: el idioma de los eslóganes en un inglés que cualquier castellanohablante que no lo hable pueda entender y confirmar que sí, que sus hijos se tienen que educar en esa lengua para ser exitosos y felices, como lo fueron sus abuelos y sus padres, y así, ser ricos. En saldo emocional, se entiende.


La Marea dedicó en abril de 2018 el dossier de su revista mensual al poder de las élites religiosas dentro del ámbito educativo. Congregaciones ultracatólicas como la Asociación Católica de Propagandistas o los Legionarios de Cristo, entre otras muchas, controlan una cantidad importante de colegios, institutos o universidades, algunos de los cuales se encuentran dentro del ranking de El Mundo. Pincha aquí para leer El control ultracatólico.

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