El pasado sábado 20 de noviembre miles de personas han salido a la calle en Sidney, Melbourne, Adelaide y Brisbane para protestar de forma masiva contra las restricciones motivadas por el coronavirus y para denunciar el mandato de la vacuna obligatoria.
A pesar de que las vacunas son voluntarias en el conjunto del territorio, ciertos estados han tomado la decisión de exigir una vacunación completa para varias ocupaciones, restringiendo a los no vacunados de participar en algunas actividades al aire libre, entre ellas, cenar en restaurantes y asistir a conciertos.
Los manifestantes protestaron frente a los edificios parlamentarios y bloquearon las calles centrales afirmando que los mandatos de vacunas son discriminatorios y pidiendo renuncias en los gobiernos estatales y el fin de lo que algunos llaman «tiranía».
Estas manifestaciones contra la vacunación llevan sucediéndose durante semanas en Australia y están conectando a los movimientos antivacunas con los grupos extremistas de extrema derecha y supremacistas blancos, así como a las comunidades conspirativas de Europa y las naciones blancas que absorben a emigrantes en todo el planeta, por lo que, en ciertas ocasiones, dichas manifestaciones se volvieron violentas.
La participación en las protestas de miembros de las comunidades minoritarias, incluidas las comunidades indígenas y cultural y lingüísticamente diversas se debe a una desconfianza en las instituciones provocada por siglos de violencia médica y legislativa colonial.
Mientras tanto, los grupos de supremacía racial y de derechas están aprovechando esa vacilación con las vacunas para distribuir ideologías conservadoras a nuevas audiencias a través de protestas y redes sociales.
«Nuevo Orden Mundial»
Las ideas comunes compartidas en las redes sociales es que el COVID, las medidas de bloqueo y las vacunas son parte de un plan para implementar un régimen totalitario global. El pasado mes de septiembre, el director de salud de Nueva Gales del Sur, Kerry Chant, respondió a una pregunta sobre cómo funcionaría el rastreo de contactos después del confinamiento diciendo: «Vamos a ver cómo se ve el rastreo de contactos en el nuevo orden mundial», volviéndose viral entre los negacionistas.
Este término: «Nuevo Orden Mundial» está siendo usando por los conspiradores en los círculos antivacunas para referirse a la teoría de que la élite mundial, incluidos gobernantes y cúpulas empresariales, tiene un plan para el dominio internacional. Su objetivo sería establecer un nuevo orden en el que la población estuviera sometida a un Gobierno centralizado global. Esta teoría suele relacionarse con otras ideas conspirativas, como la conspiración judeo-masónico-comunista, el Club Bilderberg, o los Illuminati y otras sociedades secretas.
Esencialmente, resistir a ese “Nuevo Orden Mundial” tiene muy poco que ver con abordar los sistemas de poder existentes, incluidos el capitalismo y el colonialismo, que oprimen y marginan a grupos de personas en todo el mundo. Se trata más de una batalla entre un bien y un mal percibidos.Estas ideas también tienen una larga tradición en la literatura cristiana, incluido el Nuevo Testamento. Los extremistas cristianos blancos, incluido el Klu Klux Klan, se refieren a sí mismos como caballeros comprometidos en una guerra santa para defender sus libertades de otros grupos raciales y religiosos a quienes históricamente han oprimido.Los movimientos antivacunas están siendo especialmente atractivos para las mujeres blancas y los hombres que se sienten desfavorecidos por los rápidos cambios en la sociedad occidental, que han desestabilizado su posición económica y social.
Muchos antivacunas creen que están resistiendo a las malvadas fuerzas globalistas que quieren corromperlos a ellos y a sus hijos por medio de dispositivos de rastreo, microchips y otras tecnologías malvadas supuestamente ocultas en las vacunas contra la COVID-19.
Durante la pandemia de la covid-19 surgieron teorías que afirmaban, por ejemplo, la existencia de una élite “globalista” encabezada por las empresas farmacéuticas, Bill Gates, fundador de Microsoft, y el multimillonario filántropo George Soros. Su objetivo sería impulsar un “Gran Reseteo” del sistema global, limitando la libertad de las personas mediante un chip implantado con las vacunas contra el coronavirus.
De las ansiedades de la raza blanca popularizadas durante las eras del Proteccionismo Aborigen y la Política de la Australia Blanca, que continúan influyendo en la política migratoria australiana hasta el día de hoy, se hacen eco los manifestantes no vacunados que afirman que su esperma no está contaminado o que son personas de «sangre pura».
Entre los movimientos antivacunas también son evidentes los valores familiares conservadores y están en contra, por ejemplo, del matrimonio homosexual, aprobado en Australia en 2017.
Los defensores políticos del movimiento antivacunas, como Clive Palmer y Craig Kelly, también son anti inmigración y negacionistas del cambio climático y están aprovechando los sentimientos antivacunas para ganar visibilidad en las protestas y en las redes sociales.
Los Proud Boys y la Lads Society en las manifestaciones antivacunas
También han estado presentes en las manifestaciones antivacunas miembros conocidos de organizaciones profascistas, supremacistas blancos y neonazis, incluidos los Proud Boys y la Lads Society.
En las comunidades aborígenes e isleñas del Estrecho de Torres, los brotes de covid-19 han tenido graves y mortales consecuencias debido a la propagación de información errónea en las comunidades aborígenes remotas, como los mitos difundidos por grupos cristianos que afirman que la COVID-19 es un virus del hombre blanco.
Aunque puede parecer que los antivacunas y los grupos de extrema derecha son minorías en Australia cada vez los partidos políticos de extrema derecha, que difunden información errónea sobre las vacunas, están ganando cada vez más adeptos. El partido político más grande de Australia, el Partido por la Australia Unida, con 70.000 afiliados, en las protestas del sábado portaron carteles en los que se podía leer: “Libertad, libertad, libertad”.