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La extrema derecha agita el fantasma de una nueva crisis migratoria que despierta temor entre los líderes europeos

La llama del discurso xenófobo, especialmente islamófobo, prende ya por Europa, atizada por la crisis afgana. El fenómeno marca la precampaña electoral en Alemania, con la CDU de Angela Merkel marcando distancias con su decidida apuesta por la acogida de 2015. Ese año explica muchas cosas: 2015. Entonces se produjo la fase más cruda de la crisis de los refugiados que sacudió la Unión y espoleó a la derecha ultranacionalista. Ahora el discurso de referentes extremistas como Marine Le Pen en Francia y Matteo Salvini en Italia agita el fantasma de 2015 y 2016, cuando hubo más de 2,5 millones de solicitudes de asilo. Los gobiernos de Grecia y Turquía, claves en la gestión de los flujos, también despliegan un discurso de mano dura. ¿Está justificada tanta alerta? El análisis de los expertos en migraciones aleja las comparaciones con el bienio 2015-2016, debido a la dificultad de los afganos para llegar a Europa. Según datos de Acnur, el 90% de los refugiados afganos viven en Irán y Pakistán.Evolución de las solicitudes de asilo en la UE.

Evolución de las solicitudes de asilo en la UE.

Vox destaca por su beligerancia, a pesar de que la exposición a la inmigración afgana ha sido mínima en España. El presidente del partido, Santiago Abascal, concentra estos días en la inmigración la mayoría de sus mensajes, vinculando el fenómeno a la delincuencia y las ayudas públicas. Este martes ha defendido que los afganos que tengan que salir del país sean acogidos por «países musulmanes limítrofes», en aparente referencia a Irán y Pakistán. A este mensaje añade una defensa de la «forma de vida» occidental frente al «multiculturalismo», idea fetiche de la derecha xenófoba en todo el continente.

Los afganos que huyen del terror talibán deben ser acogidos en los países musulmanes limítrofes.

Aunque el consenso de los políticos progres pretenderá ahora que sean los europeos los que sufran las consecuencias de sus errores y de sus traiciones.

— Santiago Abascal (@Santi_ABASCAL) August 17, 2021

Abascal pone la guinda a toda una hilera de mensajes previos, como el de Javier Ortega Smith: «Exigiremos que los posibles asilos […] tengan las garantías de que no vengan infiltrados terroristas de Al Qaeda». El vicepresidente de Vox, Jorge Buxadé, afirma que el 99% de los musulmanes afganos están a favor de la aplicación de la sharia» y, «entre ellos, el 85% a favor de la lapidación». «Que nadie llore por las consecuencias si entran en Europa miles de ellos». 

Es un discurso que encaja con fórmulas ya conocidas en el campo ultranacionalista. Una de las conclusiones que se extraen del exhaustivo ensayo Analizar el auge de la ultraderecha (Gedisa, 2021), de la politóloga Beatriz Acha, es que el discurso antiinmigración es el combustible más común de los partidos de esta heterogénea familia política. Ahora principales referentes han olido sangre. En Francia ya hay presión sobre Emmanuel Macron. «Esta situación provocará un mayor riesgo de atentados en nuestro país y la perspectiva de nuevas oleadas de inmigración», señala Marine Le Pen, que aprovecha la crisis para cargar contra la UE: «El islamismo avanza […], poniendo en grave peligro a nuestros pueblos […]. Como siempre, la UE no está a la altura».

El líder de La Lega, Matteo Salvini, también intenta capitalizar el temor a la inmigración, en disputa con Hermanos de Italia. «Terrorismo, violencia, miedo e inmigración ilegal en el horizonte», señala Salvini al hilo de la toma de Kabul. En Reino Unido, el partido nacionalista UKIP, clave en el Brexit, insta a al Gobierno de Boris Johnson a no acoger refugiados.

Alemania en campaña

La sacudida alcanza de lleno en Alemania, donde la crisis de 2015 tuvo un especial impacto. La canciller Angela Merkel mantuvo entonces una política de apertura, que alimentó la reacción en contra de la extrema derecha. Alemania fue el país que más destacadamente cumplió las cuotas de reubicación acordadas y el que más solicitudes de asilo recibió, más de 470.000, según los datos publicados por el Parlamento europeo.Grado de cumplimiento de las cuotas de reubicación en 2015.

Grado de cumplimiento de las cuotas de reubicación en 2015, recogidas en un informe del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob).

A estos antecedentes y datos se suma un hecho clave: las elecciones que decidirán al sucesor de Merkel están a la vuelta de la esquina, fechadas para el 26 de septiembre. ¿Por qué es clave? Numerosos análisis atribuyeron a la política de acogida el revés sufrido por la CDU en las elecciones regionales de 2016, con una fuerte subida de la extrema derecha. Ahora Alternativa por Alemania vuelve a izar esta bandera. «2015 no debe repetirse», repite Alice Weidel, líder del partido, que solicita una «moratoria» como «transición» hacia el «asilo cero». «Los verdaderos refugiados deben ser ayudados en su región de origen», añade Weidel, que cree que el Gobierno federal «no ha aprendido nada» de la anterior crisis. La CDU se mueve ahora con menos convicción que hace un lustro. Paul Ziemiak, secretario general de la CDU, ha señalado que Alemania no puede arreglar el problema repitiendo el esquema de 2015. El discurso de no recaer en «errores» alcanza al candidato de la CDU, Armin Laschet.

Mensajes de repliegue

Los mensajes de repliegue son comunes. Macron ha advertido de que frenará los «flujos de inmigración irregular». En Reino Unido, el gabinete de Johnson trabaja en un plan específico, cuyos términos están aún por conocerse, justo mientras prepara un endurecimiento de la ley contra la inmigración irregular. Destaca por su dureza la posición de Austria, donde el gobierno Sebastian Kurz –desoyendo las advertencias de Acnur– insiste en seguir deportando afganos incluso después del triunfo talibán.

Grecia también envía un mensaje duro. «Nuestro país no será la puerta de entrada a una nueva ola de refugiados», ha afirmado Notis Mitarachi, ministro de Migraciones. Grecia es el país al que más llegadas de inmigrantes irregulares se produjeron en 2015, con más de 850.000, según un informe del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob).

El país heleno vive en tensión permanente con la vecina Turquía, el Estado con más refugiados del mundo, que ha acogido 3,6 de los 6,6 millones de desplazados sirios y tiene además a entre 400.000 y un millón de afganos en su suelo. El debate en relación con la inmigración está agriado en Turquía. El presidente, Recep Tayyip Erdogan, que ha hecho bandera de la solidaridad musulmana ante la llegada de sirios, endurece su posición. Su gobierno prevé la construcción de un muro en la frontera turco-iraní, con una extensión de 64 kilómetros, para reducir la llegada de inmigrantes, sobre todo afganos. Nuevas tensiones migratorias volverían a poner a prueba la relación entre la UE y Ankara. Tras la crisis de 2015, la UE comprometió 6.000 millones para Turquía, a cambio de que «poner término a la migración irregular» desde el país euroasiático. Fue el hito clave de la «externalización de fronteras», criticada por las ONG defensoras de los derechos de los inmigrantes.

Continúa leyendo esta noticia en su fuente original, InfoLibre.

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