En un mundo que relega lo religioso al ámbito privado
El libertario es el presidente más religioso desde la vuelta a la democracia. Esto tiene sus ventajas y sus riesgos
De fe católica, juró por los Santos Evangelios y en los últimos años se acercó al judaísmo ortodoxo, al que aspira a convertirse cuando concluya su mandato
El economista Carlos Maslatón, inicialmente muy cercano al libertario de quién luego se enemistó, contó hace un tiempo que Milei le dijo que «el Todopoderoso le había dado la orden de hacer de la Argentina un país liberal»
Es importante que le quede claro que no gobierna por mandato divino, sino de un pueblo. Eso sí, tiene todo el derecho a pedirle a Dios que lo ayude. Buena falta le hará
La llegada a la presidencia de Javier Milei conlleva varias novedades. No se trata de un político, sino de un economista ultraliberal -se define como el primer presidente libertario del mundo- que tuvo un ascenso meteórico, sin contar con una sólida estructura partidaria, ni que tampoco contará con gobernadores, ni intendentes y con muy pocos legisladores. Pero también surge como el primer mandatario más religioso desde la vuelta a la democracia.
Si bien se declara católico -estudió en el colegio Cardenal Copello del barrio porteño de Devoto y juró como presidente de la Nación por Dios y los Santos Evangelios-, Milei se acercó al judaísmo hace un par de años impactado por un alumno suyo de economía que le hacía preguntas muy profundas. “Ojalá yo pudiera hacer esas preguntas”, decía el libertario. Al interesarse sobre los antecedentes del joven, este le contó que, paralelamente, estudiaba para ser rabino.
A raíz de ese episodio, a Milei se le despertó el interés por acercarse al judaísmo y estudiar La Torá (la Biblia judía). Su amigo Julio Goldstein -discípulo de su referente intelectual Alberto Benegas Lynch (h) y acompañante de sus inicios en política- lo vinculó con el jefe de la ortodoxa Comunidad Judía Marroquí de Argentina (ACILBA), el rabino Shimon Axel Wahnish, con quien comenzó a estudiar el libro sagrado.
A distancia y de modo presencial, Milei iba avanzando en el estudio de La Torá, al punto que competía con Goldstein en su sapiencia. En julio efectuó un viaje relámpago a Nueva York para visitar “El Ohel”, la tumba de uno de los rabinos más relevantes del siglo XX, Menachem Mendel Schneerson, conocido como “el rebe de Lubavitch” -en referencia a la comunidad ortodoxa-, venerado por miles de personas.
Por disposición del presidente Jimmy Carter, en 1972, el día de su nacimiento se conmemora el Día Nacional de la Educación en los Estados Unidos. Bajo su inspiración, en las escuelas públicas se dedica un minuto a rezar al comienzo de la jornada. El Lubavitch, además de numerosas sinagogas, cuenta en todo el mundo con 4.500 escuelas, centros de rehabilitación para adictos y hogares para discapacitados.
En aquel momento, Milei le pidió al rabino que le diera coraje, sabiduría y templanza. Una semana después de ser electo presidente cumplió volvió a visitar su tumba para agradecerle su asistencia espiritual para llegar a la presidencia. Entre sus acompañantes se contaba el empresario Eduardo Elsztain, dueño de los principales shoppings de la Argentina y benefactor de Lubavitch.
En la noche del sábado previo a su último viaje a Nueva York, participó de la ceremonia de finalización del Sabbath en la sede de la comunidad Hevrat Pinto Argentina, el barrio porteño de Balvanera, ocasión en la que recibió la bendición del rabino David Pinto Shlita, quien invocó a Dios para que ayude a la Argentina a volver a ser una gran nación como lo fue en el pasado.
Si bien Milei decidió convertirse al judaísmo -algo posible tras un proceso de formación y de ser circuncidado- , dijo que no podía hacerlo mientras fuese presidente porque la observancia del Sabbath el día sagrado de los judíos- implica no hacer ninguna actividad desde el atardecer el viernes al anochecer del sábado, algo que considera incompatible con su función.
De todas formas, la reforma constitucional de 1994 quitó el requisito de ser católico para ser presidente. Otro cantar son las opiniones que su conversión suscitó en la colectividad judía. Desde los que lo ven con buenos ojos, pasando por quienes lo consideran irrelevante, hasta aquellos que creen que podría aumentar el antisemitismo si hace un mal gobierno.
LA DAIA celebró su interés por el judaísmo. Pero unos 4000 artistas e intelectuales judíosprogresistas difundieron una carta en la que criticaban sus “expresiones de odio”, el “uso político del judaísmo” y “declaraciones de contenido discriminatorio, misógino, contrario a la diversidad sexual, la pluralidad política y la convivencia democrática”.
Ahora bien; ¿Cómo puede influir la espiritualidad que evidencia Milei, más allá de que sea judía, cristiana o musulmana? El economista Carlos Maslatón, inicialmente muy cercano al libertario de quién luego se enemistó, contó hace un tiempo que Milei le dijo que “el Todopoderoso le había dado la orden de hacer de la Argentina un país liberal”.
En el cierre de campaña de La Libertad Avanza de cara a la primera vuelta, algunos llevaban gorras con el lema “Fuerza del Cielo”, una abreviatura de una expresión inspiradora para una batalla judía del libro de Macabeos: “No es del tamaño del ejército de lo que depende la victoria en la batalla, sino del cielo la fuerza”.
En tiempos en que lo religioso es cada vez más relegado de la vida pública, corresponde decir que abrazar valores espirituales es algo positivo para la sociedad porque -vividos rectamente- implica un mayor compromiso con la lucha contra la pobreza y la corrupción, en fin, con la construcción de un país mejor.
Otra cosa en que se quiera imponer a una sociedad democrática y plural, donde conviven ciudadanos con diversas creencias o con ninguna, una religión o sus premisas. O sea, bien distinto es que se caiga en una teocracia como ocurre actualmente en Irán.
No estamos diciendo que eso vaya a pasar con Milei. Pero es importante que le quede claro que no gobierna por mandato divino, sino de un pueblo. Eso sí, tiene todo el derecho a pedirle a Dios que lo ayude. Buena falta le hará.