La libertad de conciencia, opinión y religión en Sefarad ha costado mucho tanto para judíos como para al resto de creencias cristianas no católicas.
En los años de plomo en cuestiones religiosas, sin incluir la política, toda confesión religiosa que no fuera católica era perseguida de una y mil formas diferentes, pero con el mismo objetivo de anular toda experiencia religiosa ajena a la oficialista representada por la Iglesia Católica Apostólica y Romana. La más oscura sombra se cernía sobre un país que veía a todos los que no fueran católicos como enemigos a los que había que combatir incluso mortalmente.