Con la paradójica definición de “diplomacia hostil” calificaba mi admirado Juan G. Bedoya, periodista de fina pluma de ’El País’, el comportamiento del Papa en su peregrinaje por España el pasado fin de semana. No le faltó razón. Parece que diplomacia y hostilidad nunca deben ir de la mano. Así se expresa en el ’abc’ de la carrera diplomática. Sin embargo, su Santidad disparó y de qué manera contra el Gobierno de España y su exacerbado anticlericalismo (?)
Efectivamente, llegó el Papa con gran pompa, bastante polémica y un sinfín de dispendios económicos a su alrededor (lo cifran en 30 millones de euros. Cuesta creerlo…). Y aún sin aterrizar, proclamó, para ir haciendo boca, aquello de “España vive en una laicidad radical y un anticlericalismo fuerte y agresivo”. A los pocos minutos, tomó tierra en ese país que él comparó con los peores años de la Segunda República (?). Tamaña barbaridad se le supondría a un torpe, a un mediocre o a un inculto desconocedor de la historia, y en ningún caso, a un sabio e intelectual como es D. Joseph Ratzinger, hombre situado en las antípodas de la torpeza, la mediocridad y la incultura, pero con una intrínseca carga de cierta mala leche que proyecta contra todos los que voluntariamente carecemos de fe cristiana.
Acusa al Gobierno español de anticlerical y de exceso de laicidad, y desgraciadamente no acierta en su concepción global. Entiendo que se manifieste en contra del aborto y del matrimonio homosexual, pero nada más. Ahí se acaba todo el laicismo radical que él critica y que el Gobierno Zapatero no se ha atrevido a llevar a cabo a pesar de que lo recoge la propia Constitución Española. La España laica y el Estado aconfesional de nuestra Ley de leyes se ha quedado a medias en su recorrido, y la religión sigue en las escuelas (cada vez en cursos de mayor edad), la financiación de la Iglesia a cargo de las arcas de un Gobierno socialista es la más cuantiosa de los últimos gobiernos de la democracia, y la ley de libertad religiosa que Zapatero llevaba en su programa, sigue guardadita en el baúl del “ya veremos para cuándo”.
No soy amigo de batallas que a nada conducen, pero puestos a cuestionar los hábitos y maneras del “diplomático hostil”, podría hacer un repaso objetivo de la historia y afirmar que esa Iglesia que lidera, estuvo al lado de los grandes dictadores de Europa: Con Mussolini a través de los pactos de Letrán de Pío IX, con Hitler condecorado por la Iglesia con la Gran Cruz de la Orden de Pío XI, y con Franco a través del concordato firmado en 1953 con el Papa Pío XII.
Que España o Europa sean cada vez más laicas son la consecuencia de muchos factores y de un devenir de nuevos tiempos, afortunadamente en las antípodas de un Papa capaz de proclamar sin ningún rubor que “el preservativo no protege del sida”, o que “la Iglesia aboga para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización”.
Con estos planteamientos retrógrados que huelen a naftalina, entiendo que Zapatero buscara la excusa de Afganistán. Lo raro es que no huyó a otro planeta.