Un agricultor palestino halla un busto de la deidad cananea Anat de 4.500 años de antigüedad mientras araba sus tierras cerca del muro erigido por Israel en la frontera de la Franja
Poco antes de que se conmemorara en mayo el aniversario del último conflicto entre el ejército de Israel y las milicias de Gaza, un agricultor palestino encontró por azar una cabeza de piedra caliza que representa a la diosa Anat de Canaán mientras araba sus tierras en el sur de la Franja. Coronada por una serpiente —símbolo de fortaleza— la deidad encarnaba el amor, la belleza y la fertilidad, pero también la guerra y la conquista, para los cananeos, uno de los primeros pueblos que habitaron Tierra Santa. El hallazgo, datado en unos 2.500 años antes de Cristo, ha sido celebrado por los arqueólogos gazatíes como la confirmación del estratégico pasado histórico del enclave costero, en un corredor que enlazó cunas de la humanidad, entre los sucesivos imperios egipcios y las florecientes ciudades Estado fenicias, en el actual Líbano.
“Nuestros antepasados cananeos estaban aquí antes que los israelitas”, se ufanaba el campesino beduino Nidal Abu Eid, de 43 años, en una plantación de tabaco de la aldea de Qarara, en el municipio de Jan Yunis, al sureste de la Franja. A apenas 500 metros del lugar donde su hijo Ahmed, de 15 años, llamó su atención sobre un extraño objeto embarrado surgido bajo su azadón, se levanta un tramo de alto muro de cemento con una torre de vigilancia, dentro la barrera de 65 kilómetros con la que Israel sella el bloqueo de la Franja palestina desde hace 15 años. Pronto se dio cuenta de que habían encontrado algo importante.
Padre e hijo señalan con el dedo el terreno donde apareció el busto de la diosa Anat. A su lado, Zarban Abu Daher, de 67 años, muktar o alcalde pedáneo, bendice con atuendo de jeque beduino un hallazgo que ha traído la fama a su aldea a través de los canales árabes Al Jazeera (Qatar) o Al Manar (Líbano). “Cuando limpiamos el objeto, nos sorprendieron las irisaciones que tenía al sol. Ni por un momento pensamos en quedarnos con este tesoro”, jura por su honor el campesino. “Lo entregamos en un depósito de Qarara que cuenta ya con 500 objetos arqueológicos, aunque este es sin duda el más valioso. Fue como una fiesta en nuestra comunidad”, relata lleno de orgullo.
El inusualmente bien conservado hallazgo de la Edad de Bronce, de 22 centímetros de altura, fue presentado al público por el Ministerio de Cultura y Antigüedades palestino (controlado en el enclave mediterráneo por el movimiento islamista Hamás) en el palacio otomano de Qasar al Pasha, en la capital gazatí, que cuenta con un pequeño museo. En declaraciones a la cadena BBC, un portavoz ministerial ensalzó el hecho de que la escultura de la diosa cananea hubiese resistido el paso del tiempo durante más de cuatro milenios. “Estos descubrimientos prueban que Palestina procede de la antigua civilización cananea y que nadie puede falsear su historia”, enfatizó el responsable oficial.
Como todo Oriente Próximo, Gaza es un multimilenario crisol de culturas. Egipcios, griegos, romanos, bizantinos, árabes, mamelucos, turcos o británicos, entre otros, dejaron huella de su paso en sus arenosas tierras. Pero fueron cananeos y filisteos, repetidamente citados en el Antiguo Testamento, quienes le legaron pedigrí bíblico. Es un territorio donde la arqueología es un arma cargada de pasado para la geopolítica, que esgrime los descubrimientos como prueba de presencia histórica.
Israel conserva en Beit Shemesh, en la provincia de Jerusalén, cientos de miles de objetos antiguos localizados en su territorio desde su fundación como Estado, hace 74 años. Los hallazgos procedentes de excavaciones anteriores se encuentran, en términos generales, en el Museo Rockefeller, construido durante el Mandato británico (1922-1948) en Jerusalén Este (ocupado por Israel desde 1967 y anexionado en 1980). Los restos procedentes de Cisjordania, también bajo ocupación israelí desde hace más de medio siglo, se trasladan a un almacén próximo al asentamiento judío de Maale Adumin, al este de Jerusalén.
La diosa egipcia y cananea Anat es vista como antecesora de Atenea, también deidad de la guerra y, en la tradición greco-latina, de la sabiduría. A la rareza del hallazgo de su imagen en piedra caliza en un bancal del sur de Gaza, se suma la escasez de representaciones de deidades de Canaán que hayan llegado hasta el presente. La civilización de los cananeos se extendió entre el Mediterráneo y el río Jordán (hoy bajo control de Israel) y por el creciente fértil de las actuales Siria y Jordania. En gran medida, conforma la tierra prometida al pueblo judío descrita en la Biblia. Para el sionismo religioso, la promesa del libro sagrado equivale a un título de propiedad. En la zona donde apareció el busto se libraron intensos combates en el verano de 2014, con una incursión de carros de combate de Israel en la que quedo destruida la casa de la familia Abu Eid.
El paradero de la efigie de bronce de Apolo
Hamás gobierna de facto la Franja palestina desde 2007 tras derrocar por las armas a la Administración de Fatah, el partido nacionalista del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. El movimiento islamista muestra en los últimos tiempos cierto interés por la preservación del patrimonio histórico. Ha paralizado construcciones en un área donde se localizaron tumbas romanas y ha permitido la reapertura de una iglesia bizantina del siglo V restaurada gracias a donaciones internacionales. Pero, hace apenas cinco años, las autoridades locales autorizaron que quedaran arrasados por las excavadoras los restos de un poblado cananeo para dar paso a nuevas construcciones. Desde hace casi un decenio se ignora además el paradero de una efigie en bronce del dios Apolo de 1,8 metros de alto que fue rescatada en aguas cercanas a la Franja por unos pescadores. Milicianos de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa (brazo armado de Hamás) se apoderaron del singular hallazgo, que había sido datado en el siglo V antes de Cristo. El Ministerio de Turismo y Antigüedades se limitó a informar en 2013 que se estaba trabajando en su restauración.
Hacinados en una banda litoral de 365 kilómetros cuadrados —similar a la minúscula Malta—, más de dos millones de gazatíes se desesperan después de tres lustros de bloqueo y cuatro guerras con Israel. Con una tasa de desempleo que ronda el 50% (70% para los jóvenes), nueve de cada diez acuíferos contaminados y continuos apagones eléctricos, la ONU lleva tiempo augurando que el enclave palestino va camino de convertirse en un territorio inhabitable. La inesperada aparición de la cabeza de la hermosa y temible Anat en el huerto del beduino Abu Eid, a un tiro de piedra de la mirilla de los francotiradores israelíes parece “un pequeño milagro”, confiesa el descubridor de los restos de la diosa del amor y la guerra mientras ofrece una taza de té al visitante.