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Feijóo con el Papa durante la visita que le sirvió para no acudir a la manifestación de la Plaza de Colón de Madrid de junio de 2021 (Foto: Europa Press).

La derecha no cree en Dios · por Antonio Avendaño

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El cristianismo de la derecha va por barrios: en materia de aborto o eutanasia son más cristianos que nadie, pero en materia de pobres o inmigrantes son ferocísimos ateos

Malos tiempos para la fe, y no porque haya demasiados descreídos sino porque los creyentes que quedan no se toman en serio su propia fe religiosa, pero sí y mucho su propia fe política. La derecha de hoy no se toma en serio a Dios, no se respeta a sí misma como creyente, únicamente lo hace como derecha: la fe política es infinitamente más poderosa y determinante en sus vidas que la fe religiosa, de modo que cuando ambas chocan la victoria es siempre para la primera.

Dios, Cristo, San Pablo, san Francisco, los Evangelios… vale, sí, están bien, pero siempre que la doctrina que imparten no coincida con lo que cree o sostiene la izquierda, pues la verdadera encarnación de Satanás en este mundo es, carísimos hermanos, precisamente la izquierda y no el olvidado Belcebú, que solo es capaz de infundirnos miedo cuando sale en ‘El exorcista’: ¡para eso ha quedado, el pobre! En el Occidente próspero y descreído, el temible Ángel de las Tinieblas de antaño es hoy un pobre diablo al que nadie echa cuentas.

Basta echar una mirada a los Estados Unidos para constatar hasta qué punto el cristianismo ha sucumbido ante el conservadurismo. La fe verdadera es el derechismo y Trump es no ya su profeta sino su Mesías. Aunque hay pocos pecados que el delincuente y candidato semifascista a la Casa Blanca no haya cometido -adúltero, putero, jactancioso, golpista, defraudador, mentiroso…-, prácticamente toda la derecha cristiana norteamericana está con él: sus delitos, sus faltas, sus pecados son para ella irrelevantes, lo que cuenta de Trump es que es la encarnación misma de la Verdadera Fe, un ‘pack’ donde uno encuentra un poco de todo: integrismo, machismo, autoritarismo, antifeminismo, negacionismo… Comparadas con los discursos de Trump, las cartas de San Pablo son una mariconada.

El papa de Roma y el ‘papa de Génova’

A este lado del Atlántico las cosas no son muy distintas. Y no solo ahora a propósito de los inmigrantes, en cuya defensa ha salido el papa Francisco y cuya deportación masiva sugiere el Partido Popular. Cuando en 2003 Aznar se sumó a la guerra contra Irak promovida con mentiras por George W. Bush y rechazada ejemplarmente por Juan Pablo II, la derecha española se alineó ciegamente con ‘el papa de Génova’, no con el papa de Roma. La fe política fue entonces mucho más poderosa que la fe religiosa: esta última está bien para las bodas, bautizos, comuniones y misa de doce, pero no para las elecciones.

La inmigración es hoy el asunto en que se aprecia de forma más nítida y contrastada esa pugna entre la fe religiosa y la fe política donde la primera sucumbe sin remedio a manos de la segunda. Esta semana, el papa Francisco ha vuelto a recalcar la posición del Vaticano: “Repeler por todos los medios” a las personas migrantes, ha dicho, es “un pecado grave”, pues “el Señor está con nuestros migrantes en el ‘mare nostrum’, no con los que rechazan a quienes huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución y de tantas calamidades”; la solución, añadía el pontífice, no está en “militarizar las fronteras, sino en ampliar rutas de acceso seguras”.

La posición del PP es justo la contraria. Su portavoz parlamentario Miguel Tellado decía esto: “Mientras Alemania e Italia hablan de deportaciones masivas y acuden a los países de origen para frenar la salida de esos inmigrantes irregulares, Sánchez habla de regularizaciones masivas y acude a los países de origen a alentar las salidas, que es lo contrario de lo que habría que hacer en estos momentos”. Era la respuesta del partido de Alberto Núñez Feijóo a la gira del presidente Pedro Sánchez por varios países del África occidental, guiado precisamente por la idea de “ampliar rutas de acceso seguras”. Y es que el cristianismo de la derecha va por barrios: cuando se habla del aborto o la eutanasia son más cristianos y fraternales que nadie, pero cuando se habla de pobres o de inmigrantes son unos ferocísimos ateos.

Una paradoja de nuestro tiempo

El presidente ha viajado a Gambia, Mauritania y Senegal y el PP se ha apresurado a acusarlo de estar promoviendo un efecto llamada. Naturalmente, si Sánchez hubiera anunciado que no viajaría a esos países, el PP le habría afeado no hacerlo, con el argumento de que solo cerrando acuerdos con esos gobiernos podría frenarse la inmigración irregular y promover la legal. La fe antisanchista del PP tal vez no mueva montañas, pero sí patrañas.

La paradoja, no ya política sino incluso teológica, de nuestro tiempo es que hoy los verdaderos cristianos son los ateos, pues no en vano los valores que defienden las descreídas hordas de la izquierda están mucho más cerca del mensaje fraternal del Galileo y de Pablo que los defendidos por quienes secularmente han representado y se han identificado con la Iglesia inspirada por el primero y fundada por el segundo. La izquierda toma mucho más en serio al papa que la derecha; esta, en cambio, solo lo hace cuando las palabras del pontífice no contradicen su fe conservadora: ocurrió con Juan Pablo II y la guerra de Irak y vuelve a ocurrir con Francisco y la inmigración. Incluso alguien tan cordial y civilizadamente conservador como Luis Alberto de Cuenca (¿para cuándo, por cierto, el Premio Cervantes par él, maldita sea?), al serle requerida en RTVE por el periodista Jenaro Castro su opinión sobre el papa Francisco, respondía displicente el gran poeta: “Un peronista simpático”. Seguro que su respuesta habría sido más piadosa de haber sido preguntado por el conservador Juan Pablo II.

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