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La crisis terminal de un modelo y el futuro de la iglesia católica

La Iglesia Católica vive hoy una de las mayores crisis de su historia. Nadie la ignora. Menos clero, menos fieles y crisis de autoridad a todos los niveles.

L a Iglesia Católica vive hoy una de las mayores crisis de su historia. Nadie la ignora. Menos clero, menos fieles y crisis de autoridad a todos los niveles. Los conflictos aparecen a la hora de diagnosticar las causas y cuáles medidas implementar. El acontecimiento del Concilio Vaticano II en los '60 del siglo pasado y sus propuestas de reformas están en el corazón de toda discusión. Nadie lo niega al interior del conflictivo consenso institucional católico. Al contrario, cada uno y cada grupo se mostrará como el "verdadero", "auténtico" y "único" y mostrará a los "otros" como "falsos", "equivocados" o "traidores" interpretadores. Eso sí, a no confundirse, se vive a nivel mundial una mayor búsqueda de espiritualidad y de sentido que, en el caso de América Latina, se hace mayoritariamente al interior del complejo y diverso mundo y cultura cristiana. 

La renuncia de Benedicto XVI se produce en uno de los momentos de mayor crisis de aquellos que vienen intentando imponer una modernidad católica intransigente en cualquiera de sus versiones. Estamos viviendo una (o la) crisis terminal de un modelo romano, centralista, eclesiástico y de reafirmación identitaria integralista (es decir en todas las esferas del mundo de la vida). Modelo que ha buscado catolizar al Estado, la sociedad, el mundo de la política,  personas, imaginarios y subjetividades desde múltiples experiencias sociales e ideológicas y ha fracasado en el intento. 
 
No es un secreto saber cuáles son las crisis que han debilitado el cuerpo y el espíritu de Benedicto XVI. Los casos de pedofilia y abuso sexual cometidos por eclesiásticos aparecen cotidianamente en el mundo entero produciendo un rechazo a la "hipocresía" y "cinismo" de como fueron "escondidos" y "tolerados" ayer y la dificultad hasta hoy de llevarlos a la justicia para su condena. El propio Papa fue acusado por obispos de EE UU de haber "encarpetado" numerosas denuncias cuando era la mano derecha de Juan Pablo II en la curia. Miremos en Argentina lo que ha sucedido con el caso de clérigos condenados sin que la institución los expulse de sus filas. Los casos de delitos económicos están a la orden del día en el banco del Vaticano (el IOR). Acusaciones de lavado de dinero, de inversiones prohibidas y de balances fraguados se hicieron publicas por las autoridades económicas de la Comunidad Europea (no olvidemos nunca que la barca de Pedro incluye el Estado del Vaticano) y enfrentaron violentamente a los miembros de la curia romana. Documentos internos son hechos públicos por sus secretarios privados y el camarero, para favorecer a tal contra cual, creando desconcierto en el Papa y el pueblo católico.
 
Los responsables de esas maniobras son los movimientos que tanto él como su antecesor Juan Pablo II han puesto allí como ejemplos y con poderes extraordinarios. El Opus Dei, Los Legionarios de Cristo, Comunión y Liberaciòn, entre otros "nuevos movimientos", forman , junto a la burocracia romana, la hegemonía del poder en Roma desde hace mas de 30 años, y son los que aparecen públicamente relacionados a estos delitos. 
 
Luego de anunciar su renuncia, Benedicto XVI se ha sentido con más libertad para hablar de la "interna" y ha denunciado frente a los sacerdotes romanos reunidos para despedirlo "los golpes contra la unidad de la Iglesia" y las "divisiones en el poder eclesiástico". Luego denunció "la hipocresía religiosa" y "las actitudes que buscan el aplauso y la aprobación". El nombramiento ayer de un nuevo presidente del IOR a 15 días de su partida, muestra que los escándalos continúan. Es el fracaso de su proyecto más allá de sus intenciones. 
 
Hay un problema estructural. Ratzinger fue el responsable de la gran mayoría de los nombramientos de los cardenales de la época de Juan Pablo II desde que fue nombrado en 1981 como prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe (ex Inquisición, ex Santo Oficio). Esto nos muestra también las amplias continuidades y afinidades "antiliberal" y "anticomunista" entre el "carismático" Juan Pablo II y el "intelectual" Benedicto XVI. Las formas diferenciadas no nos deben hacer ocultar las amplias coincidencias políticas, ideológicas y eclesiales entre ambos. Los 117 cardenales que nombrarán su sucesor tuvieron su aprobación y coinciden ampliamente –más allá del color de la piel y el lugar de proveniencia– en su manera de analizar las amenazas de lo que Benedicto XVI llama la dictadura del relativismo, del subjetivismo y del constructivismo (en especial el de género).

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