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La Conferencia Episcopal los cría y ellos se juntan: El histórico triángulo

Los obispos, en un país como España, que tiene (prácticamente) firmada la exclusividad de la enseñanza privada con la Iglesia Católica, no sólo educan a los cachorros de la derecha más reaccionaria, sino que muchos de los demás, por estas circunstancias históricas y sociológicas, hemos tenido que soportar una educación primaria vigilada por la moral vaticana. Sin embargo, son los representantes de la eterna España negra e intransigente, de Torquemadas, Fernandos VII y Millanes Astray, los que siguen en buena sintonía en su etapa adulta, aunque eso les lleve también a contradicciones. Debe ser, como dicen algunas hipótesis de estudios recientes sobre genética en EEUU, que la mala leche va también en los genes y no sólo en lo que nos cuentan en el colegio y en casa.

Observamos en este sentido cómo los obispos encuentran en el Grupo Parlamentario Popular (donde los hay no católicos también) el perfecto aliado político (tanto que el PP podría catalogarse como partido católico, del mismo modo que existen partidos islámicos), y el PP por su parte encuentra en chanchulleros y corruptos bronceados o con gafas de sol (generalmente de municipios costeros, aunque no sólo), cabezas de lista electorales y buenos socios de gobierno y de fontanería de intereses. Como es el caso, por poner un ejemplo, del pacto que están tramando el PP y Unión Mallorquina para ejercer el poder en Baleares.

Los obispos, cierran este ménage a trois del triángulo, llevándose estupendamente bien tanto con los de Rajoy y Camps, como con los trepas indeseables y sin ideología (que al mismo tiempo que frecuentan lupanares llevan a sus hijos a colegios del opus, y en lugar de la otra mejilla te pisan la yugular). Pero eso sí, a la Conferencia Episcopal no le preocupa ni la moral cristiana, ni la bondad, ni la integridad y la autenticidad de las personas buenas, simplemente les importa la fachada, y medrar en un país que ya no es su cortijo de fiestas de guardar y patrón bajo palio.

Cada uno puede ser de lo que quiera, pero yo no quiero formar parte de ninguna de las esquinas de este histórico triángulo. Porque este trío es el que arremete (y ha atentando desde hace siglos) contra la libertad de las personas (sexual, reproductiva y de pensamiento), es el que quiere empapelar a un juez por investigar genocidios y tramas de corrupción, es el que pretende unirse a corruptos para desalojar gobiernos electos, y es el que, en boca de Neira, pide pistolas. Y esto sólo mencionando alguna de las lindezas de la semana en curso. Lo que no me explico es, cómo todavía, la parte del PP de la buena gente, no se ha salido a estas alturas del triángulo de marras. Igual será que la Iglesia hace de cimentador indisoluble.

Y hablo por propia experiencia, ya que al igual que las buenas personas del PP, tampoco he conseguido, a día de hoy, salir definitivamente del triángulo. Lo que quiero decir es que yo he decido no ser del PP (filiación por supuesto legítima) y no lo soy, he decido ser honesto y lo soy. Sin embargo hace años que decidí no ser católico, y no he podido dejar de serlo. Igual a estos de buena fe y del PP les pasa lo mismo con alguna de las aristas de este polígono.

Desde aquí, y como los obispos han amenazado con excomulgar a todo el que apoye públicamente la nueva Ley del Aborto, aparte de pedir su abolición, declaro ser un defensor de la nueva ley. A ver si por fin, y por estas, consigo salirme de una vez por todas de este triángulo de poderes fácticos al que no quiero pertenecer, para así no engordar ningún tipo de estadística. Que cada santo aguante su vela, y que deje la Conferencia Episcopal (a la hora de hacer recuentos de católicos en España, diciendo que el 80% del país es Católico, cuando sólo el 34% marca la casilla de la Iglesia) de cargarnos con sus cirios a quienes no queremos su cera.


Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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