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¿La ciencia al servicio incunable de la fe? · por J. Agustín Franco Martínez

Expolio, negacionismo y revisionismo histórico de la resistencia obrera extremeña.

¿Cuáles son las normas éticas y de incompatibilidad en el ejercicio investigador con fondos públicos para beneficio principalmente privado y religioso? De entrada, no solo hay un choque entre lo público y lo privado, también entre ciencia y creencias. Además de entre democracia, igualdad y valores feministas frente a la ideología reaccionaria antidemocrática, clasista y patriarcal de la Iglesia Católica.

Recientemente se ha publicado la noticia [1] sobre una novedosa contribución científica extremeña relacionada con el patrimonio bibliográfico de la iglesia católica en Badajoz. En particular, la catalogación de los libros de los siglos XV y XVI de la biblioteca privada del Seminario de Badajoz -aunque (siempre ha sido) de acceso público, pero preferentemente de uso y disfrute por y para los seminaristas- con la participación de un investigador de la Universidad de Extremadura, el rector del Seminario y de dos investigadoras de dicho Seminario.

Una biblioteca privada que no es de titularidad pública, ni de la Junta de Extremadura ni de la Universidad de Extremadura. Una biblioteca religiosa en la que se han catalogado libros mayormente de teología, más de la mitad. Nada que objetar a la labor científica, pero sí a los medios públicos implicados en ella y al alcance y beneficio social de la misma. Así como a los silencios endiablados que resuenan de fondo.

Una biblioteca de adoctrinamiento religioso de la que no se dice que se creó justo en el periodo en el que la Iglesia Católica y la Inquisición Española estaban elaborando sus famosos Índices de Libros Prohibidos, ya que en el momento de la fundación de dicha biblioteca (1664) todavía no había transcurrido ni un siglo desde la primera edición del mencionado Índice publicada en 1551 (basado en una copia casi literal del de la Universidad de Lovaina de 1546).

La noticia se enmarca al parecer dentro de un revisionismo histórico que ensalza el papel de la Iglesia Católica y su jerarquía en el fomento de la cultura y la ciencia, cuando sucedió más bien justo todo lo contrario. El interés histórico de la iglesia por los libros surge precisamente para perseguir a los herejes y frenar el auge del protestantismo, eliminando así el medio predilecto de propagación y democratización de las ideas en aquel momento: los libros. De hecho, Felipe II en 1559 había decretado una actualización de la Pragmática publicada un año antes en la que se prohibía la importación de libros, se regulaba la censura previa, amén de otras prohibiciones, incluyendo la quema pública de libros y hasta la pena de muerte.

Una biblioteca privada, la del Seminario pacense, cuyos fondos bibliográficos proceden principalmente de donaciones orientadas a la formación de los seminaristas. Podría incluso hablarse más propiamente de expolio, (expolio en diferido o pasivo, si se quiere ser riguroso), en la medida que la herencia de ciertos personajes ilustres e históricos, y en el ejercicio de su cargo, es patrimonio del pueblo en primer lugar, independientemente de la voluntad particular en vida de tales personajes. Sería el caso de Soto Mancera, quien fuera Obispo de Badajoz entre 1904 y 1910, de quien se hace un panegírico y apología de su contribución a la cultura y progreso de Extremadura “gracias” a su paso de apenas 6 años por la ciudad. Alguien se ha preguntado de dónde y cómo obtuvo una colección de más de mil libros, incluida además una colección de monedas antiguas. Y no hace falta presumir acto delictivo o ilegalidad ninguna, solo hay que preguntarse por los privilegios y prebendas disfrutadas que así lo permitieron. Por otro lado, alguien se ha preguntado cómo y quiénes fueron los actores verdaderos de la sociedad extremeña, la que realmente fue la protagonista de su propio progreso. Alguien recuerda la alianza ominosa de la Iglesia con el régimen franquista, sus terribles matanzas (como la de la antigua plaza de toros de Badajoz) [2] [3]. Y los bibliocaustos, también en Badajoz, en su Biblioteca Provincial [4]. Tampoco se entiende que haya nombres de calles en el callejero pacense en honor a personajes del clero y no de organizaciones obreras y sindicales con mucha más presencia territorial y protagonismo social como Germinal Obrera.

No se puede desheredar al pueblo del conocimiento y del saber, por lo que los libros y otros bienes de interés general, así como ocurre con los tesoros y barcos hundidos bajo el mar, no son expropiables por cazafortunas y otros oportunistas, pues pertenecen al pueblo, al patrimonio nacional, en este caso el español. Y no basta con subrayar el carácter de acceso público a la biblioteca católica, puesto que eso en la práctica limita realmente las opciones de usufructo y disposición de los fondos bibliográficos, así como la realización de actividades culturales orientadas al público en general, cosa que queda vetada y reducida al interés primordial y principal de la formación de vocaciones y seminaristas. Conculcando así el principio de laicismo básico exigible como criterio de convivencia fundamental en sociedades democráticas.

Como puede verse, la codicia eclesial mediante inmatriculaciones no se refiere solo a bienes inmobiliarios, también bibliotecarios.

Cuando las “vocaciones” hayan decaído del todo, posiblemente se recurrirá a las arcas públicas para que gestionen el mantenimiento de sus instalaciones, como ocurrió con la Biblioteca del Monasterio de Yuste cuando pasó a ser Patrimonio Nacional y así pasando también a ser de titularidad pública extremeña. Mientras tanto con fondos públicos se financian y difunden investigaciones para beneficio privado, como es la catalogación de libros antiguos en poder de la Iglesia (hasta ahí tendría un pase por ser una actividad científica), pero que en su mayoría son de teología, por tanto sin interés científico ni académico para la sociedad actual, más allá de su carácter histórico, patrimonial y cultural que sigue repercutiendo en beneficio de una entidad privada y no de la sociedad en general.

Notas

[1]: Enlace: https://bit.ly/3F9zvk2

[2]: Mario Neves, 2007. La matanza de Badajoz. Editora Regional de Extremadura.

[3]: Diego Vicente Sánchez, 14/08/2018. “A 82 años de la matanza de Badajoz, continúa la desmemoria”. El Salto Diario. Link: https://bit.ly/3ebjUEI

[4]: Francesc Tur, 04/04/2018. “El bibliocausto en la España de Franco (1936-1939)”. Link: https://bit.ly/3yHKBKA

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